Capitulo 12.-

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Los siguientes días fueron un poco agridulce para Minerva, no tener  su amiga Violet tan cerca la hacia sentir un poco deprimida, aún así esos momentos tristes también venían con su dulzura gracias a Benedict.

Ambos planeaban por las noches su boda, con tranquilidad, entusiasmo y deseo. En esos ratos Minerva lloraba una que otra vez de la alegría.

-Benedict- llamó Minerva, el chico dejó los papeles y la observo.

-¿Si?- responde el.

-Mi ramo, quisiera que fueran de campanulas azules- confiesa Minerva, había ido a la florería a investigar, pero rápidamente se enganchó con aquellas flores casi del mismo color que los ojos de su prometido.

Benedict se sonrojo comprendiendo el porque de aquella decisión, pero igualmente no evitó su sonrisa.

-Esta bien, como tu quieras- responde el, Minerva sonrió agradecida.

-Bien, solo faltaría la fecha y hacer las invitaciones- afirma Minerva.

Ya había ido a buscar su vestido, tenían todo preparado, lugar, iglesia, comida, todo. Ambos chicos decidieron hacer las invitaciones ellos mismos, así que Minerva se fue a sentar a su escritorio en su máquina de escribir.

-Tu hermano...¿crees que lloré en nuestra boda?- pregunta Benedict burlon.

-No lo creo, te lo aseguro- respondió Minerva de igual forma.

Comenzaron a escribir las invitaciones, esa noche no durmió hasta acabar con todas. En la mañana se las entregó a Benedict antes de ir a trabajar. El seria el encargado de entregarlas.

Era divertido la situación, así que aunque estaba cansada Minerva no borró ni un segundo su sonrisa. El rubio se marchó dejando a su prometida en casa.

La chica limpió su casa, preparó comida y dejando todo en orden, se fue a dormir un rato. El día estaba un poco caluroso, pero agradable, dejo la ventana abierta para escuchar el sonido de la gente. El ruido la hacía sentir tranquila por alguna inexplicable razón.

Así que de esa forma quedo dormida, teniendo un agradable sueño, descansando como antes no había podido.

Al atardecer tocaron a su puerta, ruido que la despertó, adormilada fue a ver quien es, resultó ser Benedict, pero tenía su mochila aún con cartas.

-¿Sucede algo?- pregunta Minerva curiosa.

-Llego una carta- confiesa, le extiende el sobre.

-Deberias dejarlo en el buzón- bromea Minerva, Benedict sonrie divertido.

-Como ordene- responde y continúa la broma.

Entrega la carta en el buzón, Minerva va hacia el, pero en vez de ir por su correspondencia abraza a Benedict.

-Lo leeremos juntos más tarde- afirma Minerva, Benedict levemente sonrojado asiente.

-Hasta luego- se despide y continúa con su trabajo.

Minerva toma la carta y se mete a su casa, sin revisar el sobre lo deja en la mesa, calienta nuevamente la comida que preparo y se lo come, luego fue a su escritorio a continuar trabajando.

La verdad es que ella aún dudaba en su actual relato, sentia que había perdido ese toque de realidad en sus historias, pero a la vez le gustaba. Posiblemente era que ya no todo lo miraba de forma monótona.

Se obligo a pensar de varias maneras en como relatar, estaba tan concentrada que no se dio cuenta cuando llego Benedict. El chico entró luego de esperar un rato en la puerta que le abrieran, subió arriba a la habitación de su prometida y la observo hacer caras frustrada de como escribir cierta escena que no sabía.

Se recostó en la cama observandola, pero ese día el trabajo había sido mucho, así que estaba algo cansado. Además queda la parte que no durmieron mucho, por lo cual quedó dormido.

Minerva agotada deja su trabajo y se sorprende al ver a Benedict dormido, con cuidado de no hacer ruido tomo un conjunto de ropa y fue al baño, donde se preparó para ir a dormir. Ya lista regreso, se recostó a un lado de Benedict y lo observo dormir.

Le producía mucha paz y le gustaba verlo descansar, se atrevió acercarse y dar un beso en su mejilla, entonces cuando se apartó noto como el tono del chico se volvía colorado, avergonzada ella se aleja aún más.

-¡¿Estas despierto?!- pregunta sorprendida y con vergüenza.

-Me desperté cuando te pusiste a mi lado- confiesa Benedict cubriéndose el rostro.

-¿Por que no dijiste nada? ¡Dios que vergüenza!- exclama Minerva entonces se levanta, pero al segundo es jalada de nuevo a la cama.

-¿Cuántas veces has sido así mientras duermo?- pregunta levemente burlon Benedict.

Minerva se queda callada, eran contadas las veces, el rubio tenía el sueño un tanto pesado, avergonzada por ser descubierta se tapa el rostro con sus manos.

-No...no me hagas responder- suplica la joven, el rubio sonríe divertido.

-Que difícil...- comenta el chico abrazando a la joven.

-¿Qué cosa?- pregunta Minerva, intentando calmarse.

-Controlarme- confiesa Benedict.

Minerva comprende lo que dice y comienza a ponerse inquieta, es algo natural afirma, pero a la vez se siente muy avergonzada. Da una gran inhalada de aire y lo suelta.

-Solo hasta la boda...y...pues...podrás hacer lo que quieras- acepta Minerva avergonzada, el chico nuevamente se pone colorado.

Pero se siente feliz que poco a poco ella vaya aceptándolo, antes con solo tomarse las manos ambos se sentían muy felices, pero el deseo de tener al otro más cerca ha ido incrementando a medida que más y más se conocían. El chico impaciente suelta a Minerva y se acuesta nuevamente de lado que le toco de la cama, calmandose.

-Usare el baño- recuerda el chico.

-¿Te gustaría cenar?- pregunta Minerva, ambos se levantan de la cama.

-Si, por favor- acepta el, mientras camina al armario.

Se había decidido que dejaría un poco de ropa, para estos días que llegaba muy cansado y ya era muy noche para ir a casa y volver aquí. Además por alguna razón ya no le gustaba estar en su casa, se sentía muy solo.

Tomo un conjunto de 3, camino al baño y se encerró allí, Minerva fui a la cocina, preparo algo de cenar para ambos. Ambos tardaron un poco en lo suyo, por estar un poco torpes por lo de esta noche.

-Ahora que lo pienso...¿tienes alguna comida favorita?- pregunta la joven curiosa.

-Usualmente me agrada todo tipo de sabores, me gustan mucho tus comidas- confiesa el chico, Minerva sonríe.

-Pero no es lo mismo gustar a que tengas una favorita, ¿no la hay?- pregunta Minerva.

-No sé, podrías prepararme luego la tuya, otro día- pide el joven, Minerva asiente.

Durante la cena siguieron hablando de trivialidades, hasta que llegó finalmente la hora de regresar a dormir. Minerva estaba por ir a preparar una cobija y almohada para Benedict, cuando es detenida.

-Esta vez...¿podría dormir contigo?- pregunta tímido el chico, Minerva se quedó callada unos segundos.

-Bien- acepta ella, aunque sono muy tranquila, en realidad aquella declaración la puso nerviosa.

El joven sonrió feliz, ambos fueron al cuarto y se recortaron junto al otro. El cansancio para ambos era obvio, estaban en silencio y al pendiente del movimiento del otro, pero no nerviosos, sino que se sentían completos y cálidos.

-Espero la boda con ansías- confeso Minerva ya dormida.

Había soñado una que otra vez con ese momento, Benedict aún estaba un poco despierto y logro escucharla, sonriendo la abrazo y quedo dormido.

Enamorada del cartero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora