Capítulo 9

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//Annika

Un par de cubatas, el sol quemando mi piel, varias mujeres haciendo topless bronceándose con tranquilidad, mi bikini negro cubriendo las zonas más íntimas de mi cuerpo y el sonido de las olas que rompen me hacen sonreír. Me siento y miro hacia el mar. Termino mi cubata y me levanto dirigiéndome hacia el mar, me acomodo el cabello hacia atrás mientras mis pies tocan el agua fría. Echo un suspiro y sigo caminando. Me sumerjo en el agua y nado un poco para luego llegar a la superficie.

Me divierto sola mientras las olas van y vienen.

«La mujer que ha puesto a Europa a temblar...»

Su voz se hace presente en mi cabeza y sonrío al recordar sus palabras, las grandes personas me tienen miedo... y esas grandes personas tienen oscuras cosas que contar. Presumen de transparencia, y el mundo ya conoce los oscuros secretos de muchos líderes y saben la verdad. Muchos hablan, pero la gente sigue sin tener los cojones para enfrentarse a sus líderes.

Mi servicio es mostrar la verdad... siempre y cuando los líderes no paguen y se crean invencibles. Mi objetivo es el dinero, y a costa de los secretos consigo lo que quiero. Mi motivación es el peligro, sentir la adrenalina correr por mis venas me hace sentir viva. Vivo de eso, y no lo cambiaría.

Por nada, ni por nadie.

Luego de unas horas, salgo del mar en dirección hacia la toalla en la que me encontraba tumbada. Miro a la nada, cuando de repente Felipe aparece, va vestido en un pantalón corto y sin camiseta, supongo que irá así por no levantar sospechas. Me tiende una carpeta y enseguida la tomo, Felipe comienza a caminar en dirección contraria y frunzo el ceño extrañada. Abro la carpeta y mi corazón da un vuelco al ver su foto en un recuadro.

—Hola —acaricio su foto y comienzo a leer la información que pone en el papel.

22 años. Estudiante de medicina, en su último año. Especialidad escogida, pediatría. Con pareja.

Rutina diaria: 5 am, sale a correr cinco vueltas a la manzana; a las 8 am se marcha a la universidad; a las 3 pm sale del hospital universitario y come en un restaurante, donde visita a su pareja, él es camarero...

—Genial... ha escogido a un perdedor...

...; a las 4pm se marcha al hospital infantil y hace voluntariado distrayendo a los niños y cuidando de ellos; a las 7 pm se marcha a casa y no vuelve a salir hasta el día siguiente. Pocos sábados sale de fiesta y los domingos los dedica a su familia.

Ella está bien. Ella es feliz.

—Me alegra que estés bien —musito.

Cierro la carpeta y la dejo a un lado. Me recuesto nuevamente para tomar el sol.

Quizá vaya a hacer de nuevo uno de mis juegos, los gobernantes españoles pueden darme una buena cantidad de dinero.

Vuelvo a casa y el cansancio se apodera de mí, aunque no lo crea, nadar en el mar, cansa mucho, más de lo que creí. Me acuesto a dormir unas cuantas horas para luego bañarme. Felipe y Lucas ya se han puesto a trabajar, me advierten y me advierten, pero hago caso omiso.

No puedo estar quieta, me gusta el juego, me gusta peligrar, y la probabilidad de que vuelva a ver a Blake Meyer está ahí presente. Él me causa mucha más adrenalina, y tan solo lo he visto una sola vez..., su fuerza, su carácter, su voz... no es normal que me excite solo con una pelea y con una voz, pero hay algo en él que me hace enloquecer.

Así que, he mandado a recoger información sobre toda la política española en este último año. Será mucho que leer, pero no importa.

Ella sigue en mi mente. Quiero verla, anhelo poder verla, pero es imposible. La pondría en riesgo, sería la peor decisión que podría tomar en mi vida. Ella está en Estados Unidos, yo en España y por el resto de Europa.

//Blake

Imposible que se haya esfumado de la nada. Han pasado dos semanas y media y no hay rastro de ella. Esa mujer se esfuma como fantasma, deja rastro para distraerme, y desaparece sin más.

Juega conmigo. Juega e intenta enloquecerme, pero en cuanto vuelva a tenerla frente a mí, le arrancaré la maldita máscara y miraré fijamente a los ojos para luego decirle que su juego ha acabado.

Llego a Alemania en otro avión y me reúno con varias personas que intentan seguir el rastro de aquella mujer. Hendrik sigue dándome órdenes, cosa que me molesta, pero aun así aguanto.

—Necesitarás ayuda para encontrar a esa mujer —comienza a decir Hendrik, haciendo que me tense de inmediato.

Lo que me faltaba.

Un estorbo más.

—No necesito ayuda. Yo puedo solo —aseguro, enojado.

—Se te asignará una agente que será parte de la misión...

—Te he dicho que no. No necesito una maldita ayuda para atrapar a una mujer, yo puedo pensar solo, yo puedo con ella y no quiero nada de acompañamiento inútil.

Trato de permanecer calmado y Hendrik me mira mal.

—Te puse en esta misión porque sé que eres el mejor, pero también sé que esa mujer es muy escurridiza y muchos no han logrado dar con ella.

—Yo no soy esos inútiles, y como tú lo has dicho, soy el mejor. Así que no me pongas a un estorbo y déjame hacer mi trabajo.

Salgo de la oficina dando un portazo y camino por los pasillos de la central. Su presencia me estresa, su cabello lleno de gel me desespera, solo quiero terminar con esta estúpida misión y tomar mis vacaciones.

Me dirijo a mi oficina y enseguida me centro en buscar posibles localizaciones. Que básicamente todas las posibilidades se centran en el mapa del mundo entero. Elimino a Marruecos de aquella lista y comienzo a revisar un montón de cosas.

La gente que viene a molestarme, sale llena de insultos de mi oficina, no me gusta que me interrumpan y menos cuando estoy estresado. La idea de mandar un aviso a algunos aeropuertos de Europa sobre aquella mujer aparece por mi mente, pero es técnicamente imposible. Dar solo informaciones absurdas, como que mide 1.85 o que en las veces que se la ha grabado, va acompañada de uno o dos hombres.

Es sumamente absurdo.

¡Si tan solo tuviera una pista! Joder.

Empezaré por Reino Unido, pediré aeropuerto por aeropuerto las grabaciones de las dos últimas semanas. Quizás me quede ciego al concentrarme día y noche en la pantalla, pero de que la encuentro, la encuentro.

Comienzo a revisar grabaciones durante horas, mi vista cada vez se va acostumbrando más a la cámara rápida. Me quedo horas y horas revisando grabaciones de cada aeropuerto. Sin embargo, Dereck entra a mi oficina y lo miro mal enseguida.

—Lárgate —mascullo sin dejar de mirar a la pantalla, pero su presencia me desconcentra y detengo la grabación.

—Hendrik manda a decir...

—¡Qué te largues! —tomo lo primero que encuentro y lo lanzo cerca de los pies del inútil que tengo frente a mí.

Dereck no se inmuta y solo se marcha, hecho un bufido y continúo mirando la pantalla. Me paso de Reino Unido a Italia, para luego muchas horas después pasarme a Francia. No sé qué hora es, y tampoco me interesa. Solo sé que ya ha oscurecido.

Saco de mi cajón una barra de chocolate y sin dudar comienzo a comer.

Tomo el teléfono y marco el número de mi secretaria, que son raras las ocasiones que suelo llamarla, pero esta vez lo hago.

—¿Señor Meyer?

—Tráeme diez botellas de agua y cuarenta barras de chocolate, ahora mismo.

—Enseguida.

Cuelgo y sigo mirando la pantalla del ordenador. Estoy decidido a encontrarla, debe aparecer en algún aeropuerto, si no está en Marruecos, debe haber cogido un avión a otro lugar.

La encontraré, lo aseguro.

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MI JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora