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estaban en la habitación de chan, habían decidido quedarse ahí aquel día ya que los hermanos del australiano y su madre no se encontraban.

sus hermanos habían salido con sus amigos y seguro no volverían hasta tarde. su madre, por otro lado tuvo que salir debido a que algo había surgido en su trabajo de forma imprevista y el castaño no estaba seguro a qué hora regresaría, probablemente no muy tarde.

de igual forma, ambos jóvenes estaban ahí, sentados en la cama del dueño de la casa.

compartían uno que otro beso y charlaban animadamente, algunas veces provocando risas.

— ... así que le dije "¡era niña!" —concluyó antes de echarse a reír con ganas, contagiando a chan.

cuando el mayor se recuperó del ataque de risa, se quedó mirando al contrario con una gran sonrisa.

le gustaba verlo reír y amaba su risa.

dios, me estoy volviendo loco se había dicho chan a sí mismo, mirando a minho, quien se encontraba sentado a horcajadas sobre él con la sonrisa más linda que el australiano pudo haber visto jamás.

— mierda, —maldijo bang, provocando que el pelinaranja lo mirará curioso. — me encantas. —susurró con una sonrisa sobre los labios de lee antes de fundir su boca en un hambriento beso.

aquellas palabras seguían rondando en la cabeza de minho. sin embargo, decidió no darle importancia y le correspondió el beso gustoso, apegando ambos cuerpos.

la habitación comenzaba a llenarse de chasquidos que ambas bocas hacían al separarse.

luego, mordió el labio inferior de minho, provocando que este abriera la boca y así pudiese introducir su lengua, explorando su cavidad bucal.

al separarse, chan delineó los cerezos ajenos con su lengua y lee no pudo evitar sentir una corriente eléctrica en su espina dorsal.

se quedaron mirando al otro con una gran sonrisa, ambos con los labios hinchados.

la cabeza del australiano le daba vueltas, comenzaba a sentirse extraño al lado de él.

en un abrir y cerrar de ojos, minho se encontraba debajo del castaño, el pelinaranja abrió los ojos con sorpresa debido a la posición en la que se encontraban.

chan tenía una mano en su cintura y la otra a la altura de la cabeza del menor, mientras le sonreía levemente.

en seguida, con una mano, fue trazando un pequeño camino hasta la boca de minho, y al llegar, pasó su pulgar en el labio inferior del anterior mencionado.

para luego comenzar a acortar la distancia entre ambos, y cuando sintió sus respiraciones mezclarse, minho se lamió los labios, anticipándolo.

sin esperar más, chan lo besó con fervor, tomando su mandíbula con dos dedos, mientras que lee intentaba seguirle el beso, rodeando sus manos en el cuello del mayor.

cuando tuvieron que separarse, bang se echó a un lado del menor, colocando su brazo debajo de su cabeza, mirando el techo.

minho, por su parte, se acercó al mayor y colocó su cabeza en la curvatura del más alto, solo escuchando su respiración, la cual ya había vuelto a la normalidad.

porque besar a bang chan siempre le robaba el aire.

— me gustar estar así. —admitió el pelinaranja en un susurro.

chan sonrió con ternura, depositando un pequeño beso en la frente de minho.

— también a mi. —habló de igual forma susurrando.

la habitación comenzaba a llenarse de un silencio cómodo, en la que ninguno necesitaba romper el hielo.

disfrutaban estar así.

el pelinaranja comenzó a trazar pequeñas figuritas en el pecho de chan, mientras sentía como éste se inflaba de vez en cuando con una calma que incluso tranquilizaba a minho.

chan tenía los ojos cerrados, sintiendo el pequeño dedo de minho sobre él.

en seguida, bajó el brazo hasta el trasero del pelinaranja sin pudor alguno.

minho le dio un pequeño golpe en el hombro, juguetón.

— eres un descarado. —le dijo, medio riendo.

chan soltó una carcajada y asintió, subiendo su mano hasta la cintura del menor, rodeándolo.

el australiano no lograba entender qué le sucedía pero estaba seguro que deseaba tanto quedarse al lado de aquel chico de hebras anaranjadas, de bonitas mejillas y de labios adictivos porque no sabría si podría estar un segundo sin él.

estaba condenado. 

kiss me ★ chanho, banginhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora