⁴ . REVOLTOSAS

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Elisha hizo rabiar a su hermana Angy

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Elisha hizo rabiar a su hermana Angy... otra vez.

Nicky rompió la lámpara de la estancia haciendo una pirueta.

Julls salió tarde a la secundaria porque se quedó dormida.

Mariana no ha dejado de llorar y a él ya le falta un tornillo en esa casa de locos, rodeado de tantas niñas revoltosas...

Que a decir verdad, no cambiaría por nada.

—¡Mira papá, mírame, mírame!

Deja a un lado, sólo por un momento, la pala de madera con la que le da vuelta al asado en la olla, para mirar a su pequeña dar de brincos en la sala, con las manitas alzadas y su cabello negro rebotando sin tregua sobre su frente.

—Te veo, te veo, Nicky... —Debe alzar un poco la voz, pues la televisión está encendida en un volumen demasiado alto mientras dos de sus hijas pelean a jalones por el control remoto.

—¡Se llama Árabe, papi! —Nicky sonríe bien grande, sus ojitos se esconden tras esas mejillas regordetas y antes de que pueda su padre terminar de preguntar, el pequeño se impulsa hacia adelante haciendo una pirueta sin manos, que poco más mata del susto a su padre.

—¡Nicky!

Y la lámpara de la estancia cae.

El sonido del foco haciéndose añicos en el suelo dispara la alarma de la casa, llámese Mariana, quien se ha soltado a llorar en su carriola, donde antes dormía finalmente su siesta, que tanto trabajo le costó lograr, La bebé grita, berrea, llora con ganas y su padre se debate si tomarlo en brazos a ella o a Nicky  porque está descalza, con las manitas cubriendo su boca.

Así que toma al bebé, baja el fuego a la estufa y corre hasta la estancia, donde dos pares de ojitos curiosos observan desde detrás del sillón, escondidas. La pequeña bailarina mantiene los deditos encogidos, sus manos cubriendo su boca y los ojos bien abiertos.

—¡Nicky! —Toma de la mano a su hijo, alzando a la pequeña de cinco años para cargarla. —Aléjate, es peligroso. —Uh, papá... —lo llama uno de los mayores desde detrás del sillón —¿Quieres que vaya por una escoba?

—Por favor, cariño. —Deposita a Nicky a salvo en el sillón, junto a su hermana y aún con el bebé en brazos. —No se muevan hasta que esté limpio.

Ambos niñas asienten, una cabizbaja mientras que su hermanita, de dos dientes faltantes, le alza un pulgar a su padre con una resplandeciente sonrisa.

Mariana llora sin freno, interrumpida su siesta y con todo el modorro encima además de los cólicos, seguramente, porque no eructó después del biberón.

—Ya, ya... —él lo arrulla, moviendo a la bebé entre sus brazos mientras Angy recoge los vidrios rotos del suelo. —Angy, ya déjalo, lo haré yo, gracias.

La pequeña de cabello azabache niega en silencio, mientras empuja con la escoba los restos de lámpara dentro del recogedor.

—No, está bien Papi.

Avioncito de papel ლ [Adapt. BrightWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora