Prólogo

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―A la izquierda.
Los disparos eran ruidos que se habían convertido últimamente como un canto celestial para mis oídos.
Aquella disputa en la cual me involucré hacía tan solo unos minutos con el narco más buscando de Francia, me había coronado más de lo que ya estaba.
―Gracias, Reina de Corazones ―me respondió él.
Javier siempre estaba conmigo hasta el final. Han pasado casi tres años cuando me convirtió en la Reina de Corazones y sigue siendo fiel a mí.
―A tu derecha, Reina ―dijo él de nuevo.
Disparé. Y vi caer al hombre que me había apuntado.
En casi tres en este mundo, era la primera vez que venía a un negocio y fue la primera vez que caía en una trampa. Pero gracias a Dios, ya quedaban menos para acabar con todo.
―Después de esto, te haré el amor ―volvió a decir.
―Cuenta que salgamos de esto.
Continuamos disparando y sentí un grito con mi nombre junto con disparos.
Al cabo de unos minutos, ya no sentimos esos disparos. Todo quedo en un absoluto silencio.
Javier y yo miramos de reojo ara ver que pasaba y vimos a los que nos tendieron la trampa muertos.
Salimos detrás de aquella pared y vimos a unos hombres que no conocíamos.
Javier y yo nos cogimos de la mano. Pues sabíamos que ese podía ser nuestro final.
Con una mirada cómplice, supimos que había algo extraño en esos hombres que habían ido en nuestra ayuda. O quizás a fusilarnos.
Esos hombres se acercaron a nosotros y les apuntamos. Ya que sabíamos que podíamos morir. Y lo haríamos con dignidad.
―Tranquilos ―dijo uno de los hombres―. Somos manos amigas.
―¡Amigas! ―exclamé―. En este mundo no hay manos amigas.
―Señorita Russo, nos manda una vieja mano amiga suya. Llegó hace poco a la ciudad y cuando supo de su existencia.
―Según tú, ¿cómo se llama esa mano amiga? ―pregunte.
―Daniel Hamilton.
Me quede en blanco al recordar el nombre de Daniel. Ya que él fue con quien mantuve durante unos meses, una relación abierta y sin compromiso antes de conocer a Fran.
―El señor Hamilton quiere verla en unos días. Él espera su visita, señorita Russo.
―¿Y dónde debo de ir?
―Él iré hacia usted.
Tras la última respuesta que recibí, esos hombres se marcharon de allí uno por uno y sin disparar. Quedándome aun exhausta.
―Reina, ¿quién es ese tal Daniel?
―Daniel fue un rollo de un par de meses tras marcharme de España y previamente de conocer a Fran en la universidad.
Y ambos nos miramos fijamente a los ojos. Exhaustos por lo que acababa de ocurrir. Donde mi cabeza se hacía millones de preguntas

Yo Gano. Ya No Soy Tuya (Algo Prohibido #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora