Capítulo Tres

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Me desperté al día siguiente tras recibir la noche anterior varios orgasmos. Y lo hice porque Daniel me estaba acariciando la mejilla izquierda.
Abrí mis ojos y allí estaba ante mis ojos. Mirándome como si fuera su musa. La cual le inspiraba para pintar o la musa por la que el poeta escribía.
―Buenos días ―me dijo.
―Buenos días, Daniel ―le respondí.
―¿Cómo has dormido?
―Bien. Aunque ya sabes que con tus orgasmos pude hacerlo antes.
―¿Tienes hambre?
―Un poco.
―Perfecto. El desayuno está por venir.
Ambos nos miramos a los ojos y vi que había algo más que pasión. Algo que no sabía lo que era.
―Cuando desayunemos, dúchate y ponte algo adecuado. Quiero llevarte a pasear.
―Pensé que venias por negocios.
―Y así es. pero la entrega no es hasta pasado mañana. Quería estar a solas contigo dos días para disfrutarte.
Bajé la mirada. Sin embargo, Daniel me la volvió a levantar. Pues una de las veces que me hizo suya, me dijo que no debía de bajar la mirada por nada en el mundo delante de él.
―Ya sabes que no me gusta que te sientas insegura ―me volvió a decir―. La Reina de Corazones tiene que estar segura para cuando sus enemigos ataquen.
Asentí.
Después, Daniel me besó y me sentí segura de nuevo.
Cuando dejo de hacerlo, me levante para ir a darme esa ducha. Ya que el desayuno estaba tardando.
Al salir, Daniel ya me estaba esperando en la terraza y estuvimos desayunando tranquilos.
Después, ambos nos vestimos y en breve, salimos de la casa para visitar la ciudad.

Cuando llegamos al puente de amor, Daniel y yo pusimos un candado.
En breve, miramos hacia la torre Eiffel y respiramos en paz.
En pocos minutos, mi teléfono móvil comenzó a sonar.
Me saqué el aparato del bolsillo y vi que era Javier.
Tragué saliva antes de cogerle el teléfono y después respiré profundo mientras lo descolgaba.
―Hola ―le dije.
―Hola Reina ―me respondió―. ¿Cómo van los negocios?
―Pues aún no me he reunido. Pero te tendré informado.
―Vale.
Un silencio incomodo se hizo detrás de la línea. Ya que no supe que decir.
―Te echo de menos ―me dijo de pronto―. Espero que tu viaje no sea largo.
―Tranquilo. No pienses en ello y mi viaje llegara a su fin pronto.
―No tardes, sí. Te extraño en mi cama ―volvió a decirme.
―Y yo ―le dije.
Tras un silencio incomodo, colgué el teléfono móvil.
Daniel me abrazó mientras que miraba hacia la torre Eiffel. Él supo que estaba preocupada y no quiso hacerme preguntas.

Después, continuamos con nuestro paseo por la ciudad. Intentando olvidar lo que acababa de pasar con la llamada de Javier.
Tras un largo paseo por París, volvimos a la casa de campo de Daniel. La llamada de Javier me hizo pensar en muchas cosas y una de ellas era huir de su lado para siempre de una vez. Sin embargo, conocía las consecuencias de ello. Podía matarme o quizás seguirme hasta retenerme a su lado.
Cuando entramos en la habitación de la casa sobre las 20:23 de la noche, me quedé sorprendida al ver que habían preparado una cena en el balcón de esta. No sabía que Daniel también tiene dotes de romántico.
―Esto es para que los dos podamos disfrutar de una maravillosa cena ―me dijo al oído cuando lo sentí detrás de mí.
Me giré y le besé sin pensarlo. Nadie había intentado hacerme feliz y en esos instantes lo era.
Tras ese breve beso, ambos fuimos hasta el balcón y disfrutamos de una deliciosa cena francesa. Algo muy exquisito que llenó mi paladar de miles de sensaciones.
Al terminar de cenar media hora después, me levanté de la mesa y caminé hacia el interior de la habitación. Sin embargo, Daniel me frenó cogiéndome de la mano y poniéndome en el instante en su torso.
Enseguida, la pasión y el deseo que sentía por él desde que regreso a mi vida se volvió a encender. Supe que ya no era Javier quien nublaba mis sentidos. Si no, Daniel. ¿Me estaría enamorando de él y por eso no quería tener contacto alguno con el que había sido el hombre que me había complicado la vida desde que le conocí hace un poco más de diez años?
Daniel me arrastró hasta la cama y mientras que caminaba llena de deseo, él comenzó a desnudarme. En cambio, yo comencé a quitarle la corbata.
Tras dejarme de besar, él se quitó la camisa de lino que llevaba puesta. Solo me limité a observar su cuerpo de Dios recién salido del olimpo.
Daniel se abalanzó sobre mí y me tumbé en la cama sin mirar hacia atrás en lo que iba a hacer.
Él se subió encima de la cena y comenzó a recorrer mi cuerpo como si de otro delicioso bocado se tratase. Uno que era demasiado dulce para su paladar de Dios.
Daniel me quitó la ropa interior que le estorbaba y después comenzó a lamer muy despacio mis pechos. Y fue bajando hasta llegar a mi sexo.
Cuando comenzó a hacerme círculos en mi clítoris, las sensaciones comenzaron a ser distintas. Tanto que podía notar el éxtasis y la pasión muy mezcladas.
Eché la cabeza hacia atrás y noté el clímax en el mismo instante. Sin embargo, sabía que Daniel no dejaría que me corriese sin que él lo hiciera si no fuese con él.
En pocos segundos, noté como metió dos de sus dedos dentro de mi vagina y comenzó a sacarlos y a meterlos muy rápido. No sé qué es lo que pretendía, pero mis gemidos se escuchaban en todo París.
―Córrete, Martina ―me dijo―. Esta vez te dejo.
Terminé por correrme y cuando lo hice, noté algo entrar en mi interior.
Fue en sus embestidas lo que me hizo enloquecer más. Pues Daniel me estaba conociendo desde que me volví a meter en su cama desde hacía dos semanas. Dos semanas que habían logrado desatar lo peor de mí.
Y me hizo el amor como si él tuviese una enfermedad mortal de la cual no se podía librar y de la cual solo le quedaba un corto tiempo de vida.

Yo Gano. Ya No Soy Tuya (Algo Prohibido #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora