Capítulo Siete

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Me desperté a la mañana siguiente y me percaté que Daniel estaba mirando hacia el techo. Estaba demasiado pensativo. Tanto que comencé a dudar en si él estaba pensando en aquella proposición de irme a vivir con él y protegerme de Javier.
Tras dejarle pensar por varios minutos más, comencé a pensar si había sido buena idea que hubiera ido a contarle la traición de Javier a Daniel. Sin embargo, supe que había hecho bien porque mi pecho se sentía diferente tras desahogarse y después, recibir el orgasmo.
Me abracé lo más fuerte que pude a Daniel y dejé de pensar en la asquerosa escena que vi ante mis ojos el día anterior.
Comencé a escuchar los latidos del corazón de él, mi alma se sintió en paz. Pero comencé a sentir con ello, un escalofrío enorme por la espalda. Por lo que levanté mi cabeza de un golpe y me senté en la cama para poder respirar.
―¿Qué ocurre, Martina? ―me preguntó.
―Nada ―le respondí―. He sentido un escalofrío por la espalda. Algo muy extraño.
―Tranquila. Hoy acabará por fin tu pesadilla. Estoy deseando tenerte conmigo todo el día en casa. La soledad es algo que nunca me ha gustado.
Él me tocó el hombro y pude sentir que su paz se unía con la mía. Sin embargo, la única respuesta que le di fui:
―Siempre he sabido que la soledad nunca te ha gustado. Espero que te guste mi visita unos días.
―Espero que sea eternamente.
Un silencio se hizo entre nosotros y solo pude pensar en cómo haría para salir de La Fortaleza sin que Javier se diera cuenta de lo que estaba a punto de hacer.
―¿Por qué nunca te casaste con Salazar? ―me preguntó.
Entonces le miré a los ojos y le di la respuesta que él estaba buscando:
―Porque sabía que él podía volver a hacerme lo mismo. Infidelidad, malos tratos e incluso lo que has visto. Me convirtió en algo que no era.
―Martina, cuando yo me metí en esto mi difunta esposa sabía en lo que se metía. ¿Por qué no lo viste tú antes?
―Estuve ciega. En cuanto al narcotráfico de drogas, comenzó a hacerlo meses después de alejarme de él. Meses después de irme a Londres a estudiar. Cuando tú y yo dejamos de vernos para empezar mis estudios sin distracciones y cumplir lo que le prometí a mi padre.
―Ya veo. En cambio, solo Salazar solo te supo secuestrar y retenerte a la fuerza. Debiste continuar con tu vida cuando Fran Evans te dio la oportunidad de ello. Lo único que debiste de hacer es entregarle a los de la DEA.
―No lo hice porque me había enamorado de nuevo de él. Pero todo eso cambió cuando volviste. Desde que tus hombres me salvaron la vida en aquella disputa con unos enemigos.
Él se acercó a mí e hizo que le mirase a los ojos.
―Y no me arrepiento de ello, Martina. Pero debí de ejecutar a Salazar ese mismo día. Así te hubiera evitado por lo menos lo que hasta ahora sé que te ha hecho sufrir.
Terminé de levantarme de la cama y comencé a vestirme.
―¡Te vas!
―Si. Quiero hacer mis maletas y marcharme de La Fortaleza. Así estaré aquí cuanto antes.
―Aquí te espero. Ya lo sabes. Si decides no venir aun, lo entenderé.
Cuando terminé de vestirme, me marché de la casa de Daniel. Donde comencé a dudar en cómo haría sus planes.
Me monté en mi coche con la esperanza de que todo saliera bien y estuviera lejos de Javier cuanto antes.

Llegué a La Fortaleza cuando menos lo esperé. Ya que mis pensamientos estaban en lo que iba a hacer.
Entré en la casa y todo estaba en silencio. Supuse que Javier estaba follando con aquella puta con la que le vi el día anterior.
En la habitación en pocos minutos, comencé a hacer mi maleta. Tenía que meter todo lo necesario y marcharme antes de que todos se dieran cuenta de que me iba a marchar.
Cuando terminé de hacerla, me marché de la habitación.
Antes de salir de La Fortaleza, me tope con Javier. Que entraba a ella.
―¿A dónde vas, nena? ―me preguntó.
―Me marchó.
―¡Qué! ¿A dónde vas?
―Me voy de tu lado, Javier. Para siempre.
Él se acercó a mí, pero le frené poniéndole la mano delante.
―No pienso dejar que me dejes, así como así ―volvió a decirme.
―Pues lo estoy haciendo. Debiste pensarlo antes de que te acostaste con esa puta y verme la cara de estúpida.
―Mira la que fue a hablar ―dijo furioso―. No sé cuánto tiempo te has estado acostando con Daniel, pero tú me viste la cara a mi desde hace mucho.
―¿Cómo sabes que?
―¡Qué cómo lo sé! Sospeche el mismo día en que te fuiste a Paris. ¿Pensabas que no me iba a dar cuenta de ello?
―Déjame marchar Javier. Aquí ya no hago nada.
―Claro que haces.
Él me entró de nuevo para adentro de La Fortaleza y tiró con toda su rabia mi maleta a un lado.
Javier me cogió por el brazo y comencé a forcejear, mientras que él me llevaba al sótano.
En pocos segundos, llegamos ahí y me llevó a unas cadenas que había al fondo.
En breve, me encadenó mi muñeca derecha y después la muñeca derecha izquierda. Y después tenso las cadenas.
―Suéltame joder.
―Ya sabes que quien me traiciona tiene su merecido. Él tuyo será cobrarme tu infidelidad y créeme, es la primera vez que tengo a un narcotraficante capturado para hacer con él lo que se me dé la gana.
Después de eso, se acercó a mí y comenzó a tocarme. Por lo que comencé a forcejear para soltarme.
En segundos, comenzó a pellizcar mis pechos y comencé a gritar de dolor.
―Las cosas van a ser muy diferentes a partir de ahora. Vas a saber lo que es tener un castigo más duro por traicionarme.
Después, Javier se alejó de mí y caminó hacia la salida del sótano.
Él salió de ahí en segundos y cerró la puerta.
Comencé a forcejear para ver si podía liberarme de aquellos grilletes que sujetaban las cadenas y fue imposible.
Las lágrimas comenzaron a brotar y no supe qué hacer. Salvo que mi teléfono móvil estaba en mi coche y yo desesperada para escapar y salir huyendo de La Fortaleza.
Sin embargo, tras el último forcejeo me hice daño y entendí que no me libraría así tan fácil de las cadenas que Javier acababa de ponerme...

Yo Gano. Ya No Soy Tuya (Algo Prohibido #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora