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DICIEMBRE1844, AMAZONIA
DRUIG DESPERTÓ abriendo sus ojos lentamente. Estiró su brazo a un lado como de costumbre, buscando el cuerpo de su amada, pero no la sintió, su lado de la cama estaba vacío.
Se sentó desconcertado en la misma cama, pensando que tal vez Arsyn había despertado antes o había ido a ayudar a los humanos con algunos asuntos, como lo hacía siempre.
Le restó importancia y tomó su camisa, su pantalón y sus zapatos para vestirse rápidamente.
Cuando iba a arreglar su cama, la puerta fué abierta bruscamente, poniéndolo alerta.
-Druig -la mujer entró alterada y lo miró con pena.
-Elena. ¿Qué pasa? -el Eterno le preguntó.
-Perdón, pero me acabo de enterar de algo -la humana dijo y él la miró con una ceja alzada-. Es Arsyn...
-¿Qué? ¿Qué le pasó? ¿Ella está bien? -preguntó preocupado, dirigiéndose a la puerta, pero la humana lo detuvo antes de que saliera.
-No, ella está bien. Al menos... eso creo.
-¿Entonces? -preguntó el chico cada vez más desesperado.
-Ella... Ella se fué, Druig. Lo lamento -le confesó cabizbaja.
-¿Qué? ¿A qué te refieres? -preguntó incrédulo.
-Se fué, Druig. Arsyn se fué -lo miró y él negó con la cabeza varias veces.
-¡No, no, no! -la apartó de la puerta y salió en busca de su amada, alterado, lo que hizo que los habitantes lo miraran pero dejaran de hacerlo al instante, no querían problemas. Druig la buscó con la mirada pero no había rastro de la castaña que tanto amaba-. Elena, deja de jugar y dime dónde está mi esposa -le pidió a la amiga de Arsyn, tomándola por los hombros, desesperado.
-¡Druig! -la mujer le habló, intentando hacerlo entrar en razón-. Para. Ella se fué -le repitió con lágrimas en sus ojos, y después sacó un sobre de su bolsillo.
-¿Qué es eso? -le preguntó casi en un susurro.
-Una niña me lo dió. Dijo que Arsyn se lo había dado y que era para tí... Druig necesitas calmarte -le dijo ella y él tomó el papel de sus manos, mientras caminaba al lago al que solía ir cuando necesitaba paz, ignorando las palabras de la chica.
