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OCTUBRE 1843, AMAZONIA
—¡ELENA! —ARSYN SALUDÓ alegremente cuando vió a la pelinegra hablar con otros habitantes.
La nombrada volteó a verla con una sonrisa genuina, y sus acompañantes se marcharon, saludando brevemente a la Eterna antes.
—¡Arsyn! ¿Qué sucede? —ella se dirigió a la chica sintiendo las hojas crujir debajo de ella.
—Bueno... Druig está ocupado con lo del nuevo comedor que están haciendo y quería saber si querías acompañarme ésta vez al lago a lavar toda la ropa con los muchachos —señaló al grupo de chicos que iban detrás de ella.
—¿Yo? —preguntó sorprendida y emocionada. Arsyn no lo sabía, pero su reciente propuesta había causado que el corazón de la pelinegra latiera con intensidad.
—Sí, tú —la castaña le sonrió risueña.
—C-claro, por supuesto que te acompaño —aceptó y la Eterna soltó un pequeño grito de emoción.
—¡Yay! Entonces, ¡Marco! —llamó a uno de los chicos y de inmediato un chico alto y castaño se acercó a ellas.
—¿Sí, señorita Arsyn?
—Dale una canasta a Elena y síganme al lago —pidió amablemente y él asintió, mientras la chica tomaba su propia canasta de ropa y emprendía camino hacia el lago.
—Alguien la intenta conquistar, eh —Marco le dijo burlón a la pelinegra mientras le entregaba su canasta y ella rodó los ojos.
—Muy gracioso. A mí no me gusta Arsyn —negó y caminó detrás de todo el grupo con el rubio siguiéndola.
—Claro, por eso no llevas haciéndole el retrato perfecto desde hace semanas —continuó, haciendo que lo mirara mal.
—¡Shhh! Podrían escucharte, y si alguien se entera, Druig me corta la cabeza —lo regañó haciendo que él alzara su mano libre en son de paz.
—Ya, ya. Pero no retiro mis palabras sobre que harían una buena pareja —Marco finalizó y ella lo fulminó con la mirada.
Y aunque Elena lo negaba, ella deseaba saber si realmente lo serían. Pero sabía que no tenía oportunidad. Arsyn sólo amaba a Druig, y a ella sólo la veía como amiga.
