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ENERO 1845, AMAZONIA
—DRUIG. YA BASTA —ELENA le habló enojada al Eterno, cerrando la puerta de su cabaña detrás de ella, viendo al chico tumbado en la cama, como todas las veces que lo había visitado después de la partida de Arsyn.
—Vete —ordenó él.
—No. Tal vez ellos te tengan miedo, pero yo no. Llevas más de un mes sin cuidar de tí, sólo te levantas de cama para ir al baño, y a veces con trabajo: bañarte y comer —contó viendo al chico cubrirse con las mantas hasta la cabeza para evitarla—. Apestas.
Él rió sin gracia y contestó: —Gracias, como siempre, llevándote el premio de mejores palabras consoladoras.
—Escúchame, te dí todo éste tiempo para que pudieras procesar e intentar superar la ausencia de Arsyn. Pero ya fué suficiente. No seguiré ocupando tu lugar. Tú eres su líder, no yo —habló demandante, recogiendo la ropa tirada en la habitación y juntándola en la esquina de la cabaña.
—Entonces no lo hagas, vete. Les puedes decir que también lo hagan. No tienen que seguir aquí —respondió sin ganas y escuchó el suspiro de la mujer.
—Mira, sé que es más difícil para tí porque llevabas siglos con ella. Pero el mundo no se acabó, Druig —Elena intentó motivarlo mientras se sentaba en la orilla de la cama sin importarle que el chico no quisiera.
—No tienes ni la menor idea de lo que estoy sintiendo, Elena —el chico la contradijo.
—Claro que la tengo. Yo también estoy enamorada de ella. A mí también me dolió —la pelinegra se sinceró sin la más mínima vergüenza.
El Eterno se quedó quieto y después de unos segundos se quitó las mantas de la cabeza y miró a la mujer.
—Ay, vamos. No me digas que no lo sabías —comentó Elena obvia.
—Por supuesto que lo sabía. Sólo que nunca creí que lo dirías.
—Siempre supe mi lugar en la vida de Arsyn, para ella siempre fuí su mejor amiga. Ustedes estaban juntos... Yo no iba a arruinar lo que tenía con ella por revelarle éso, ella... Ella estaba enamorada de tí... —murmuró sin pensar muy bien en lo que decía.
"Estaba", era la palabra que rondeaba los pensamientos de Druig. Dolía como el infierno, pues el hecho de que Elena hablara de lo que había tenido con Arsyn en pasado, lo hacía más real. Hacía más real la ausencia de Arsyn.
—Aún no puedo creer que ella no esté más aquí —la voz del Eterno se escuchó.
