Capítulo nueve.

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De regreso a Hogwarts.

No todo fue lo que en sus recuerdos.

Luego de haber terminado su primer año, sus padres lo habían llevado a uno de los países más soleados, y dónde más calor hacia. Recuerda haberse divertido, haber comprado un montón de regalos y pasarla muy bien, sin embargo, revivir aquel recuerdo en carne propia sólo hizo que él mismo quisiera encerrarse en el sótano de Malfoy Manor para nunca salir.

El calor no le afectaba en lo absoluto, su temperatura se mantenía baja desde hace bastante tiempo, el sol o el lugar más caliente no podían calentarlo. Mientras todos vestían ropa liviana y comoda, él vestía abrigos grandes y calientes que lo cubrían de la cabeza hasta la punta de los dedos.

De todos los medimagos que lo revisaron en los diferentes paises que visitó durante las vacaciones, ninguno pudo encontrar absolutamente nada extraño en su magia o en su cuerpo que hacía que su temperatura bajará de tal manera. De hecho, era una muy extraña anomalía, que no tenía ni cura o diagnóstico. Y de todos los tratamiento que había, todo incluía brebajes que eran difíciles de digerir.

Lo único que cambio fueron sus ciclos de sueño, pues ahora dormía con más frecuencia por la falta de energia. Y tenía mucha somnolencia, lo cual también era un problema en para su salud, ya que solía saltearse las comidas, cosa que a sus padres preocupaba.

Fue un 31 de agosto cuando despertó muy temprano en la madrugada, recordó unos ojos verdes que de inmediato supo, eran de Potter, era su cumpleaños. Esperaba que la varita que le obsequio le hubiese servido, para hacer aparecer comida y mantas para pasar las noches, para escribirle cartas a sus amigos y tal vez para que practicará sus encantamientos.

Aún no entendía muy bien la situación en la que se encontraba Potter, sin embargo sabía que los moretones en sus brazos no eran por caídas, y que estuviera demasiado flaco no era por genética. Ojalá hubiese podido ayudarlo más, pero él también era un niño, físicamente por supuesto. Y para un niño, había muchas cosas que no podía hacer, y más sabiendo que los adultos ignoraban los problemas importantes por qué no les era conveniente involucrarse.

Sólo esperaba que Potter estuviera bien, aún mantenía el deseo de querer quitarle la mitad de las cargas que tenía para que así, al finalizar la guerra, pudiera sentirse mejor y no abandonado y con muchos remordimientos.

Pensar en Harry a lo largo de la semana sólo le hizo pensar cada vez más en la guerra, en la muerte, en las pérdidas, y en los mortifágos.También pensaba en los maestros y en el Ministerio, en la corrupción que había allí durante esos tiempos y en como miles de injusticias se cometieron, aveces solía preguntarse que había pasado después de su muerte.

Él no estaba bien informado, pero sabía que mientras él estaba en Hogwarts, aún había juicios desde muy temprano en la mañana, hasta tarde por las noches. Esperaba que el ministro fuera un poco más competente de que que fueron los dos anteriores, pero no podía pedir mucho de ellos. Ya era avaricia de su parte.

Con personas al mando como esas, era imposible contar, y más cuando una guerra se aproximaba. Se preguntaba cuántos aliados necesitaba para mantener a sus amigos a salvo está vez. También se preguntó si podía utilizar el bosque de Illvernon como un territorio de escape. Si, necesitaba seguir pensando.

La verdadera guerra fría comenzaría justo el día del mundial de Quidditch, cuando la marca tenebrosa cubriera el cielo, el año del retorno del Lord. A partir de ese año, habría una pesada atmósfera que haría que las facciones políticas se pusieran demasiado tensas, la escuela demasiado estúpida y el Ministerio mucho más incompetente.

Reparando el daño. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora