Capítulo seis.

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Tregua.

Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío.

Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado, por supuesto que eso no era el caso. Aunque sí, algunas criaturas del lago empezaban a evitar pasar cerca de la superficie o donde se encontraba el acantilado.

Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. Sabia que pronto iba a comenzar la temporada de quidditch. Y si mal no recordaba el sábado, Harry jugaría su primer partido: Gryffindor contra Slytherin. Draco sabía que no debía preocuparse, pues sabía claramente cual sería el resultado del partido, después de todo Harry había nacido para ese puesto.

Los días pasaban lentamente para él, que aún mantenían una muy baja temperatura y la máxima distancia de las otras casas y los demás profesores.

Severus le había mandado un collar que tenía un hechizo calefactor, lo cual agradeció internamente, aunque él no podía evitar sacárselo de vez en cuando, y no por que no le gustara, era mas bien por que el calor le recordaba a muchas cosas, entre ellas las llamas, a la piel quemada, al dolor y ardor en su cuerpo, al fuego maldito de la sala de requisitos. No era un gran admirador de calor. Aunque el frío tampoco era bueno.

Soñaba menos cuando hacía frío, sentía su cuerpo congelarse poco a poco, como si estuviese atrapado bajo capas de nieve, impidiendole moverse, como si se estuviese ahogando.

Le era tan difícil acostumbrarse a todo de nuevo. Se sentía como un intruso en su propia vida, sentía que no merecía cada palabra o cada acción que hacían por él. Como esa mañana, cuando su padre le envió una capa de invierno, con hechizos de calefacción y con olor a lavanda suave, no supo como reaccionar ante eso y se quedó mirando el regalo por un largo rato.

Por alguna razón, su padrino había estado de muy mal humor esos días, los estudiantes de slytherin evitaban lo mas posible aparecer frente al maestro de pociones para no sufrir las consecuencias, pues un Severus enojado, era un Severus repartiendo castigos a quien se le cruzará en el camino. Razón por la cual los alumnos evitaban permanecer en la sala común por mucho tiempo, y  también era suficiente razón para no aparecer cerca de su padrino algunos días.

Aunque había otro asunto que lo mantenía ocupado -aparte de Potter, por supuesto- y ese era el profesor Quirrell.

Sentía cierta magia oscura a su alrededor. Como si cargase a la mascota del Lord en la cabeza o algo por el estilo, y no por nada lo decía, había convivido con ambos un largo tiempo y le era muy fácil notar la presencia de magia oscura. Además, desde hace varios días había estado sintiendo una magia muy oscura y espesa como la de una criatura. Recuerda claramente que por estos tiempos había estado rondando por el bosque prohibido una criatura que bebía la sangre de los unicornios, un crimen atroz.

No era sorpresa para nadie que el puesto de defensa contra las artes oscuras siempre fuera la culpable de atraer a maestros con segundas intenciones, profesores incompetentes o resentidos. Quirell probablemente estaba en la categoría de un mago resentido buscando alguna cosa dentro del castillo. Parecía lo más probable.

Su mirada estaba pérdida en el libro de quidditch en sus manos, y aunque leía una y otra vez la misma línea, su mente estaba en otra cosa. Llevaba casi media hora en la misma línea con los pensamientos en un remolino, ni siquiera podía poner en fila sus pensamientos por que tampoco había una línea allí.

Su mente viajaba de Harry hacía el partido de quidditch, de Severus y la evidente herida en su pierna, hasta Quirrell y la extraña aura de magia oscura a su alrededor, del constante frío que tenía en las manos, hasta sus padres que se mantenían demasiado cerca como si en cualquier momento fuera a desaparecer y en sus amigos, que parecían aceptar su lado frío y cerrado, dándole su tiempo y espacio.

Reparando el daño. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora