Epílogo

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Martes 9 de diciembre del 2014

Los dos últimos días habían sido agitados para Lia. Todo lo sucedido respecto a Iris y su escape había pasado hace menos de 72 horas, y sin embargo, ya para ese momento parecía apenas un doloroso recuerdo.

El domingo por la noche, cuando el doctor le dio su diagnóstico, se sorprendió cuando le dijeron que no eran heridas graves. Le dijeron que las patadas que le dieron en las costillas apenas y había hecho algún daño interno, lo cual era asombrosamente grato. Las heridas eran superficiales, y como prevención, le pidieron que se quedara interna unos días, solo para observar que en realidad no tuviera ninguna hemorragia interna o algo parecido.

Fiorella, al tomar el papel de hermana sobreprotectora, hizo un poco de berrinche con el médico, exigiendo que se le hiciese una segunda revisión, pues según ella no era posible que Lia quedara sana y salva después de recibir todos los golpes que la misma paciente admitió.

―Con el respeto que se merece, señorita Perciballe, contamos con las mejores herramientas y el mejor equipo médico en la ciudad. Y como doctor, jamás dejaría a un paciente a la suerte. Es mi deber, y lo cumplo como se debe ―replicó, un poco ofendido por las dudas de su hermana. Fiorella se limitó a callar, con un rubor de vergüenza en sus mejillas.

Su hermana no dejó entrar a nadie más a la habitación de Lia, ni siquiera a Melissa. Decía que no quería que la vieran en ese estado, y que cuando la dieran de alta ―lo cual sería pronto, pues el médico dijo que solo la querían en observación un par de días―, podría visitarla cualquiera.

Lia sintió un poco de cólera con ella por decidir semejante cosa sin preguntárselo antes. No obstante, no se hubiera enterado de eso si no fuera por la ayuda de una amable enfermera.

―Un chico vino ―le anunció. A Lia le revoloteaban las mariposas en el vientre por la emoción. Solo hasta que añadió―: Pero tenemos la orden de que usted no reciba ningún tipo de visita. Él te dejo esto.

Le extendió un papelito, en el cual había escrito algo corto: «Volveré apenas pueda. Te quiero.» No había firma, pero ella sabía perfectamente quién fue. Su letra era linda, ¿la había visto antes? Probablemente sí, pero no lo recordaba con exactitud.

Le sonrió a la enfermera, en gesto de agradecimiento, pero después recordó lo que le dijo, así que preguntó:

―¿Quién dio la orden? Es decir, ¿por qué no puede visitarme nadie?

―Tu hermana. No dio razones, pero ahora es el único adulto que puede representarte, así que debíamos acatarnos a su deseo. ―Hizo un gesto de disculpa.

Sin embargo, aquella corta conversación con la enfermera fue de los pocos minutos en los que Fiorella la dejaba sola. No salía de la habitación si no era para comprar comida, el caso de esos instantes. Pero cuando llegó, se lo reclamó, le pidió una explicación a su hermana y ella simplemente no cedió: ella era el adulto, esa fue su explicación.

En ese momento eran las cinco de la tarde del día martes. Se encontraba poniéndose su ropa en vez de aquella bata de hospital. Había enflaquecido un poco: los pantalones apretados que le encantaban le quedaron un poco flojos. No se quejó, sin embargo.

Había pasado una hora desde que le dieron el alta. Fiorella se alegró muchísimo y llamó a Melissa por celular para pedirle que cocinara algo en la mansión, a pesar de que ya no trabajaba con ellos, pues toda la farsa de la infiltrada había acabado. Melissa seguía siendo una buena amiga, así que cedió.

Por otro lado, Lia le pidió a Fiorella que llamara a Toy, porque quería verlo antes de ir a casa. Su hermana le dijo que tal vez sería mejor si se vieran allá, y pasaban un rato juntos, pero Lia se quejó, diciéndole que ya tenía el alta y que quería verlo lo antes posible. Al final, «al adulto» no le tocó más que ceder a los caprichos de Lia y se comunicó con Melissa nuevamente, para pedirle que le dijera a Toy que asistiera al hospital con la brevedad posible.

Mafia Femenina 2: Presencias y Ausencias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora