11. Selección natural

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Domingo 7 de diciembre del 2014

Roma, Italia

Lia sintió cómo alguien la zarandeaba de un lado al otro, seguramente con la intención de despertarla. Para fortuna de su acompañante, moverla como lo hacía funcionaba, porque de repente comenzó a abrir sus ojos y a sumirse a lo que era la realidad nuevamente.

Cuando su campo de visión quedó totalmente despejado por sus parpados, se dio cuenta quién era la persona que la agitaba de esa manera. En frente de ella estaba John, con una mirada tan arrogante que Lia solo quería golpearlo en la cara.

―Hasta que despierta la bella durmiente. Lástima que lo primero que hayas visto no fuera tu príncipe azul ―se burló él, con una media sonrisa que demostraba cuánto disfrutaba eso.

Lia apretó los dientes para no replicar. Ella sabía que John no le podía tocar ni un pelo si Iris no se lo ordenaba, pero al mismo tiempo sabía que en algún momento él recibiría la orden de torturarla, por lo que decidió que se comportaría: no le convenía que John aprovechara la mínima ocasión para hacerla miserable.

―Levántate y sal de este auto, Iris nos espera adentro.

No tuvo otra alternativa que obedecer. Todos sus músculos se alteraron al levantarse y moverse de su sitio. Había dormido la mayoría del viaje en el suelo, así que todos sus ligamentos tensados se acomodaban por debajo de su piel, enviándole un leve dolor satisfactorio. Incluso sentía plano su trasero por mantenerlo aplastado tanto rato. Se estiró un poco cuando ya estuvo fuera de la van, y aquello se sintió muy bien.

Sin embargo, su alivio se fue muy rápido al darse cuenta de dónde estaba. El suelo, las paredes, el garaje, la puerta para entrar…, por supuesto, todo eso lo conocía, porque estaban en el cuartel. Volvió a apretar los dientes y se mordió la parte interior de su labio inferior, esta vez no por coraje, sino por temor. No se imaginaba lo que Iris iba a hacer ni cuáles eran sus límites, pero parecía una mujer muy rencorosa y, en esos momentos, con una maldita sed de venganza.

Lia comenzó a caminar en dirección a la puerta, escoltada por John. Hizo todo lo posible por parecer serena e indiferente, de caminar lo más cómoda que pudiera demostrar, pero sentir la mirada de John clavada sobre ella y sus movimientos, y pensar en que Iris la estaba esperando para quién sabe que… pues bueno, no era el mejor pensamiento para quedarse tranquila.

Cuando entraron al cuartel y se adentraron en los pasillos, el frío que hacía allí dentro caló todos sus huesos, recordándole lo tormentoso y escalofriante que era ese lugar. Se frotó los brazos y agradeció que aún tenía puesto abrigo, pues el cuartel era mucho más frío en otoño.

Caminaron varios segundos, muy largos y silenciosos, solo hasta llegar hasta una de las «habitaciones» para las víctimas. Allí dentro estaban parados Iris y el nuevo del cual Lia no recordaba el nombre. Iris se encontraba merodeando por la habitación, viendo cada rincón de ella, mientras que su acompañante estaba parado como una estatua, con las manos entrelazadas en frente de su entrepierna y sus brazos colgados.

―Iris ―llamó John, con una voz mucho más respetuosa que la que usaba con Lia.

―Hasta que por fin despertaste, mocosa ―espetó Iris, enviándole una feroz mirada a Lia.

―No me di cuenta que…

―¡Shh! No estoy para soportar tu irritante voz en este instante.

Lia apretó los puños, clavando sus uñas en sus palmas. No iba a hablar más, pero no por obedecerla, sino por mantener su seguridad.

Iris se acercó a ella sin delicadeza, le agarró un brazo y le apuntó con una pistola. Lia comenzó a sentir temor, un temor indescriptible. De repente sus rodillas comenzaron a temblar y Lia se preguntaba si podría mantenerse de pie un momento más. Iris la iba a matar, allí, y con sus propias manos.

Mafia Femenina 2: Presencias y Ausencias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora