10. Una vida menos

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Sábado 6 de diciembre del 2014

Lia contó los pasos que daba: cuatro para la derecha, dos para dar la vuelta, y cuatro para la izquierda. Cualquiera que la viera se daría cuenta de lo nerviosa que estaba, muy a pesar de que fuera conocido o no.

En ese momento eran las cinco de la tarde y ella se encontraba sola en la casa de los señores Ferrini. Carmella y Mariano debían ir a hacer un trámite que constaba en hacer una fila gigante, por lo que Toy se ofreció a acompañarlos y hacer la fila por ellos. Lia no quería quedarse sola, pero sabía que no podría evitar contarle lo que pasó la noche anterior a Toy si los acompañaba.

Las lágrimas amenazaban por salir, pero ella puso todas sus fuerzas de voluntad en retenerlas. Ya habían pasado tres horas y un poco más desde que se quedó sola, por lo que no tardarían en llegar, y Lia no quería que vieran su preocupación.

La noche anterior se había quedado dormida en el calor de Toy, solo hasta que su teléfono celular sonó, avisándole que su hermana la llamaba. Por supuesto, no iba a perder la oportunidad de hablar con Fiorella, así que se apresuró en contestar la llamada.

Maldita era la suerte que tenía.

Por un momento, la persona que le llamó no hablaba, por lo que ―aunque se tardó en darse cuenta― supo que quien estaba detrás de la línea no era Fiorella.

Aquella persona era Iris, Iris Perciballe.

Recordar aquella llamada solo le hizo poner los pelos de punta. Desde el momento que colgó la llamada se mantuvo paranoica y alerta de cualquier cosa. ¿Acaso Iris ya sabía la ubicación de Lia o la llamada solo fue para asustarla? Aunque confiaba más en la primera teoría, no le dijo nada a Toy, y no sabía si decirle.

No obstante, no pudo debatir más con ella misma mentalmente porque se escuchó la cerradura de la puerta abrirse. Lia, instintivamente, se pegó a la pared, intentando ocultarse detrás de la puerta de su habitación. Era Iris, estaba casi segura de ello. O por lo menos lo estuvo los siguientes tres segundos, porque pronto su mente dejó de jugar con ella y le permitió oír las voces de Carmella, Mariano y Toy. No era Iris, sino que se estaba volviendo loca.

Lia se deslizó hasta el piso con su espalda pegada a la pared y asentó su trasero y sus piernas sobre la madera. Una vez que estuvo apoyada en el suelo, encogió sus rodillas hasta que toparon su pecho, las abrazó y comenzó a sollozar silenciosamente. Era cierto que no quería que la vieran llorar, pero el susto fue insoportable, y si seguía reprimiendo las lágrimas, aquello solo sería un dolor más.

―¡Lia! ―llamó Toy con una voz alegre, como si acabara de reírse de un chiste. Ella escuchó sus pasos dentro de la habitación, y supo que había entrado―. ¿Lia? ―preguntó ya no tan animado.

Ella quería mantenerse escondida por un rato más, por lo menos hasta lograr calmarse un poco, pero al parecer su sistema no quiso hacerle caso y sorbió por la nariz mecánicamente, sin ni siquiera pensarlo.

Se escuchó cómo Toy acababa de entrar en la habitación, solo para que en pocos segundos su figura se materializara en frente de ella. Lia se limpió las lágrimas y desvió la mirada, sin querer verlo a los ojos.

Toy abrió espacio entre la puerta y la pared para estar al lado de Lia. Se agachó junto a ella, y sin dar previo aviso, le abrazó por los hombros, apoyándola sobre su pecho. El acto solo hizo que Lia se sintiera en confianza para llorar con más fuerza, así dejándose escuchar.

Él le comenzó a sobar el cabello, y Lia cerró los ojos, aislándose de lo que pasaba allá afuera. ¿Era acaso el momento adecuado para decirle lo que pasó? ¿Acaso debía por lo menos decirle? Su inseguridad era que eso no fuera más que una frase vaga, sin relevancia y dicha solo para asustar, pero viniendo de Iris, nada de lo que decía era sin importancia, así que su paranoia se entendía.

Mafia Femenina 2: Presencias y Ausencias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora