Sábado 29 de noviembre del 2014
Lia parpadeó y vio la hora. Eran apenas las siete de la mañana, y aunque hubiera preferido seguir durmiendo, no pudo. Apenas había podido dormir tres horas, los ojos le pesaban, y aunque cerraba los ojos para volver a dormir, no lograba conciliar el sueño.
La noche anterior, después de llegar a casa, puso una película, intentando quedarse dormida, pero acabó viendo dos películas hasta las cuatro de la mañana. Si no hubiera sido porque apagó el televisor no se habría quedado dormida.
La decisión que había tomado la noche anterior era bastante fuerte, y no estaba segura de si podría llevarla a cabo. ¿Qué tal que Toy no quisiera escapar con ella? ¿Qué tal que Iris lo descubriera antes de que pudieran realizar todo? ¿Qué tal que Fiorella no estuviera en realidad de su lado? ¿Qué tal que Toy no estuviera en realidad de su lado? Todas aquellas preguntas sin sentido llegaban a su mente, atormentándola cada vez más.
Se levantó de la cama y se dirigió al baño a hacer sus necesidades. En cuanto entró se vio al espejo y se llevó una decepción de sí misma. No se había quitado el maquillaje ni el peinado, apenas llevaba un saco que le quedaba grande y a pesar del maquillaje escurrido, sus ojeras se notaban a tres cuadras de distancia.
Hizo sus necesidades pronto y se dispuso a arreglar un poco su apariencia. Se soltó el gran peinado que le habían hecho la noche anterior para el evento y se cepilló el cabello, con la intención de hacerlo lucir mejor. Tomó una crema y se quitó el maquillaje de la cara con un algodón. Al final se lavó la cara y los dientes, y se puso un corrector de ojeras. Su aspecto había mejorado muchísimo, y ocultaba bastante bien su angustia.
Regresó a su cama y se arropó. Aún era temprano, por lo que se dispuso a leer el libro que estaba leyendo en el momento.
Ni cuenta se dio que el tiempo había pasado y ya eran las ocho y diez de la mañana. Fiorella entró a la habitación, y tenía igual de ojeras que Lia, lo que hizo que se sintiera culpable.
―Lia, ¿qué haces despierta a esta hora?
―No podía dormir ―admitió―. ¿Sucede algo?
―Te dije que debías descansar… Vas a necesitar muchas energías para…
―Lo sé ―le interrumpió Lia. Que le recordaran lo que pasaría ese día no la tranquilizaba para nada―. ¿Qué pasa?
Fiorella suspiró.
―Dúchate y cámbiate. Nos vemos en media hora en la biblioteca.
Lia asintió y sin esperarlo, Fiorella se abalanzó a sus brazos. Olía un poco a cigarrillo y supo que había estado fumando para quitar su angustia, como muchas personas decían hacer.
Ella abrazó a su hermana como si fuera la última vez que lo haría, y para ser sinceros, era lo que en realidad pensaba. Si salía viva de esa, no regresaría a Roma, y quién sabe cuándo tendría la oportunidad de ver a Fiorella de nuevo.
Sin embargo, su nostalgia no era únicamente por Fiorella, sino que también sabía que iba a extrañar a Melissa, y de cierta forma, a pesar de lo cruel que era, a Iris. Ella fue la mujer que la crio, y que le enseñó a mostrarse fuerte ante todo.
Cuando se separaron tuvieron que limpiarse las lágrimas que inevitablemente habían derramado. Lia sabía que Fiorella también la extrañaría, y se sentía mal por dejarla.
―Te prepararé un té de tila ―anunció Fiorella.
―Gracias, Fiorella… Has uno para ti también.
Fiorella le sonrió, se levantó de la cama y salió de la habitación.
Qué dura que sería la lucha para las dos.
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Mafia Femenina 2: Presencias y Ausencias
Romansa«El mundo giraba según reglas propias e imprenetrables, reglas hechas de albures y azares que incluían apariciones y desapariciones, presencias y ausencias, vidas y muertes.» ― La Reina del Sur, Arturo Pérez-Reverte