Viterbo, Italia
Faltaban quince minutos para que le reloj marcara las tres de la mañana cuando Lia y Toy llegaron a la ciudad de Viterbo. Llegaron allí como habían quedado: Lia condujo hasta pasar todos los peajes y después Toy tomó el volante.
Cuando Toy estuvo conduciendo Lia no descansó, sino que sacó el pan que había comprado he hizo dos sándwiches con mermelada. Se le olvidó preparar un jugo, así que tuvieron que conformarse con agua.
El asiento trasero quedó hecho un basurero después de haber preparado los sándwiches ahí mismo. Toy no podía comer por su cuenta porque iba conduciendo, así que Lia volvió a sentarse de copiloto y le ayudaba dándole de comer. Sin embargo, no fueron amistosos, simplemente cordiales.
Tuvieron un poco de problemas con la policía. Como se los veía muy jóvenes, les pidieron su identificación, licencia y la matrícula del auto. Les preguntaron a dónde iban, y ellos dijeron que eran hermanos y que se dirigían hacia la casa de sus abuelos. Sus padres tenían mucho trabajo, y no les dieron el permiso, pero en cambio ellos sí lo obtuvieron de su escuela. El problema era que su abuelo estaba muy enfermo y necesitaban verlo. Algunos policías los miraban con duda, pero al final les dejaron pasar.
Se demoraron más en llegar porque en los peajes había muchos autos, pero de resto, todo era normal.
No pararon para hacer nada hasta adentrarse completamente en la ciudad de Viterbo. En ese momento aún estaban merodeando por la ciudad, hasta encontrar un hotel simple. Sin embargo, ambos se sentían cansados, así que optaron por preguntar a alguien de la ciudad.
Les recomendaron el Hotel Viterbo Inn, así que se dirigieron allá. No había parqueadero del hotel, por lo que tuvieron que dejar el auto en una plaza de parqueo de autos cerca del hotel.
Cuando el auto paró, Toy lanzó un suspiro fuerte y se cubrió el rostro con ambas manos.
―Por fin hemos llegado ―dijo él, pero no parecía ser que le dijera a Lia.
Ella se bajó del auto y fue a la cajuela, donde estaba la maleta con ropa. De allí sacó la pijama suya y la que compró para Toy. También sacó un poco de dinero, que se encontraba en una maleta aparte. Había mucho efectivo allí dentro, y si alguien se diera cuenta, o les robarían o les detendrían por procedencia sospechosa.
Toy también se bajó y le ayudó a bajar las cosas.
―Déjame guardo el dinero yo ―le dijo a ella―. No puedes andar con billetes a la vista de todos.
Ella aceptó y Toy se guardó el dinero en el bolsillo delantero del pantalón. También le quitó la ropa, sin decirle nada, solo viéndola a los ojos.
Caminaron hacia el hotel, que quedaba a dos cuadras de allí. Ya no tenían la música del auto, por lo que el silencio era tenso, a pesar de que había algunos autos pasando por la calle principal.
―¿Compraste ropa para mí? ―preguntó él, rompiendo el silencio.
―Sí… No podía ir a tu casa a recoger ropa.
Toy asintió y calló de nuevo. Ya no se lo veía tan molesto, pero aún mantenía la distancia entre ellos.
Cuando llegaron al hotel, una señora mayor se encontraba en la recepción. Se estaba quedando dormida cuando llegaron y la despertaron por completo.
―Buenas noches ―saludó Toy―. Nos gustaría reservar dos habitaciones.
Lia había pensado en una habitación de dos camas. No es que no hayan dormido juntos antes, pero sabía que no estaban en condiciones de volver a hacerlo en ese momento. La última vez que lo hicieron fue en su cumpleaños, el día del secuestro.
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Mafia Femenina 2: Presencias y Ausencias
Roman d'amour«El mundo giraba según reglas propias e imprenetrables, reglas hechas de albures y azares que incluían apariciones y desapariciones, presencias y ausencias, vidas y muertes.» ― La Reina del Sur, Arturo Pérez-Reverte