Capítulo 1

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«¿A que no te atreves?»

Fue la última frase que la dije antes de que ella cruzara definitivamente la puerta de la casa que compartíamos con nuestra hija, Olivia.

Jamás la valoré, eso estaba más que claro. La engañaba siempre que tenía ocasión y se lo restregaba a la cara.

Nunca me di cuenta de cuan grande era su amor por mí ni el mío por ella, hasta que ella se fue de mi vida.

Todo parecía indicar que volvería a casa, María me daba esas esperanzas siempre que venía a por Oli para llevarla con su madre y ésta me decía cosas como que todo se alegraría, que ella se lo estaba pensando y que no quería dar un paso en falso...

Hasta que aquel 29 de junio fui y le abrí la puerta de mi casa a un hombre trajeado, con lentes y un maletín de cuero en la mano. Era su abogado.

-Vengo en representación de la señorita Alba Martínez Reche.

-Alba Reche Lacunza - le recalqué a aquel hombre.

No pareció darle importancia a lo que le dije y abrió su maletín sacando una folder que contenía un par de documentos.

Me la tendió, abrí la carpeta y lo primero que leí, que estaba en mayúsculas, en negrita y en letras grandes fue: DEMANDA DE DIVORCIO.

Alba quería el divorcio, no me lo podía creer. En la segunda hoja estaba la solicitud de custodia absoluta de Olivia.

Ella no sólo quería el divorcio, sino que también quería quedarse con mi hija. Sé que ella tenía todo el derecho de querer tener su custodia, pero Oli no llevaba su sangre. Por más mamá que la llamara.

Cuando decidí casarme con mi amiga lo hice porque sabía que me ayudaría, además, ella me lo propuso.

Mi hermano Santi y su novia, que eran los padres de Oli, tuvieron un accidente de avión, en el que desgraciadamente ambos murieron. Y en esos momentos Oli tenía un añito y medio, yo era su familiar más directo, porque era su tía. Pero cuando llevábamos una semana viviendo juntas, la policía y los servicios sociales llamaron a mi puerta, disque tenían que llevar a Oli a una casa de acogida o a un orfanato, yo no iba a permitir eso.

Era mayor de edad y podía cuidar de Oli, pero me dijeron que con dieciocho años y soltera no era lo mejor que Oli se quedara conmigo, así que se lo comenté a mis amigas.

-Si no quieres perder a Oli tienes que casarte ya como sea... pídele a María Lázaro que se case contigo - dijo Julia.

Y eso hice. María Lázaro era mi novia y se llevaba bien con mis amigas, pero ella me rechazó, dijo que no se veía casada con dieciocho años y con una hija de un año y medio. En parte la entendí, pero no me gustó su forma de hablar. Aquello hizo que nuestra relación se fuera a su fin. Pero a pesar de todo lo que la quería, no me dolió. Sorprendentemente.

-Cásate conmigo, entonces... y adoptemos a Oli...

Alba hablaba tan en serio que no dudé en decirle que sí.

Apuramos todo y a los cuatro días ya estábamos casadas e iniciando los trámites para adoptar a Oli como hija nuestra. De las dos. Con mi apellido y el de Alba.

Teníamos un acuerdo, obviamente no por escrito, éramos amigas y ambas confiamos en que lo respetaríamos. El acuerdo era que entre nosotras no pasaría nada, más que nada porque no era obligatorio entre nosotras.

Ambas conocíamos nuestras condiciones y ninguna tendría que verse obligada a cumplir con una "obligación conyugal". Además, no podíamos traer tampoco a nuestros ligues a casa, por respeto a Oli.

Never Doubt My LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora