Desastre

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Tal vez sea el clima frío, el cielo nublado o simplemente el hecho de saber que nada está bien. Pero lejos de sentirme tranquila, me siento ansiosa.

Mientras cabalgamos pensé detenidamente la situación. Los guardias imperiales me seguían a cierta distancia, el único que cabalgaba a mi lado era Dylan.

- Princesa, lejos de estar emocionada parece que camina sobre clavos -

- Tal vez así sea -

Era mi primera vez fuera del castillo, pero ciertamente no era lo que imaginaba.

- ¿Eclipse ha dicho algo? -

Dylan me observó sombrío, pero fijo su vista al frente.

- Su majestad, el tercer príncipe ha estado bastante callado -

Suspiré para mí, no era lo que buscaba escuchar. Elios no exageraba cuando dijo que era una mansión, antes solía creer que era una cabaña sin más, pero al estructura era enorme. Rodeada de árboles gigantes y de grueso tronco.

Se adaptaba muy bien a mi gusto, pero el simple hecho de que fuera de mano de Elios quien ya no estaba me dolía.

- Saldré a caminar -

Mi mente estaba hecha una maraña, así que decidí escabullirme en el bosque. Era una caminata tranquila, había intentado traer a Killian nuevamente a la física pero seguía dentro de las páginas del libro. Fue breve pero su carácter gruñón me era de mucha utilidad.

- Princesa -

Me detuve en medio del solitario camino de hojas secas y nieve.

- ¿Quien eres? - farfulle con inseguridad. Oculte mis manos en mi abrigo, no por el frío sino por la molesta sensación de temor.

- Justo ahora - la voz femenina hablaba suavemente - una desconocida, en unos días su futura cuñada -

Me giré inmediatamente a verle, la joven dama de esbelta figura, hermosa pero no era la gran cosa. Poseía una esbelta figura, grácil pero no curvada, un par de ojos castaños amables y largo cabello oscuro.

Ciertamente no era la emperatriz, pero por lo que dijo debería de ser su hija.

Me sonrió tristemente dejándome apreciar un par de hoyuelos bajo las comisuras de sus estrechos labios.

- Quisiera hablar con su majestad - hablo en tono de urgencia, su imagen parpadeaba, así que ella no estaba aquí realmente.

No comprendía sus intenciones, pero la observé detenidamente unos minutos tomando mis manos internamente, al menos yo, estaba sola en este lugar.

No se parecía en nada a la emperatriz Adeena que solo había visto de lejos.

- Saludo a su majestad, la princesa - me incline tomando la tela de mi abrigo torpemente, no sabía si quiera su nombre, recuerdo haber aprendido algo en clases de etiqueta pero nunca fue necesario que una yo como princesa consentida e inútil tomara atención a ese tipo de cosas.

- Necesito de su ayuda - me cortó, la mire extrañada - Yo sé que la princesa al igual que todos los demás no quiere este matrimonio, pero... - de pronto las enormes lágrimas caían por su rostro - No tenía opción -

- ¿Opción? - miles de preguntas circulaban mi mente pero ninguna salía de mis labios -

- El príncipe Caleum, me matará de todas formas - sus lágrimas caían desvaneciéndose en el aire - Se que está preocupada, por los extraños sucesos y debo decirle que es justo como sospecha la princesa, es por culpa de mi madre -

Abrí los labios sorprendida ante la revelacion de la propia hija de la princesa, pero ¿Porque me decía esto a mi?

Sospeche.

- Se que duda de mi, nunca antes nos hemos visto, pero... ¡Jamás quise dañarle! Ni a usted, ni al amable rey - ella se limpiaba las lágrimas torpemente, temblaba sin parar - Su majestad, Caleum, está siendo utilizado por mi madre -

- ¿¡Para que!? - exclamé acercándome a ella con ira, ¡Todo lo que decía podría o no ser una mentira! ¿¡Porque debería de confiar!? ¿¡Como podría ser de utilidad!? - ¡Hable claramente, princesa! -

Mis palabras salieron con más rudeza de la que pretendía, pero ella dejo de llorar.

- Mi madre busca, lo que llamamos la 'unificacion de raza', consiste en despojar a los extranjeros del llamado del héroe de sus dones y devolverlos a la tierra natal. A las personas verdaderamente nacidas aquí, y como debe de imaginar, eso solo se logra obteniendo el núcleo de su poder y esto...-

- Lleva a la destrucción - murmuré - Creí que solo era un mito -

- No lo es, princesa, es posible pero se requiere la erradicación de los extranjeros -

Comprendí, ahora mismo comprendía el daño que habría. No sólo Agnes estaba en peligro, también, los cinco reinos, y aquellos que estaban ligados al mundo de Killian.

Sería una reacción de destrucción en cadena, que incluiría a mi mundo original.

- ¿Porque quiere eso? - pregunté confundida - Los extranjeros no hemos hecho más que ayudar -

- La princesa no conoce la verdadera naturaleza humana - me vio con lástima -

Me aleje torpemente unos pasos tomando mi cabeza.

- Se que me he tardado y no he hecho más que ser una marioneta para mi madre, no tengo el valor de enfrentarla - su voz volvió a quebrarse mientras yo le daba la espalda - Ella no se detendrá, ya comenzó plantando la discordia robando un fragmento del cristal de Agnes, hará que... -

- Que nosotros iniciemos la guerra, haciendo que el resto de los reinos se vean obligados a borrarnos del mapa y con ellos ocupados robara los demás orbes para controlarlos... Y así tendrá todo en su poder -

Ella asintió, las lagrimas volvieron a decorar su fino rostro.

- Su majestad, Caleum, me pidió envenenar al rey -

¿Envenenar al rey?

- ¿¡Que!? -

No, mi hermano no podría hacer algo como eso. El nunca haría daño a nuestra familia, no podría dañarnos...

- No lo matara, el rey podrá despertar nuevamente cuando su majestad, Caleum, lo decida -

A cada palabra que me decía apretaba mis puños furiosa. ¿Porque haría algo así?

- De todas formas sería el chivo expiatorio de mi madre... Al menos - me giré a verle, ella tenía en sus manos un pequeño frasco - al menos quiero morir habiendo dicho lo que se, perdóneme princesa -

Extendí mi brazo hacia ella, mientras corría inútilmente hacia alguien que realmente no se encontraba aquí.

Ella bebió el veneno.

- No lo hagas -

Soltó el frasco que desapareció ante mis ojos, sonrió entre lágrimas.

- Nunca fui suficiente para mí madre, espero, que la princesa almenos una me recuerde un poco - tosió sangre y se desvaneció.

Inútilmente extendí mis brazos para atraparla, pero ella desapareció en un puff entre mis brazos.

El héroe que se convirtió en villanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora