Capítulo 14: La noticia del final

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Sentir el sabor de los labios de Carla se sentía tan bien, la familiaridad de su aliento podía provocar que me olvidase de todo lo que estaba ocurriendo y me centrara solo en ella.

Pero cuando al fin nuestras lenguas se tocaron y el olvido llegó a su cumbre, un suave empujón me devolvió a la realidad.

—No puedo —susurró, me había alejado de sus labios pero no de su cuerpo, estábamos a escasos centímetros—, lo siento.

— ¿Qué pasa? —Pregunté confundido, su aroma me tenía embriagado—, pensé que íbamos bien.

—No está bien, me estás besando para olvidarlo —respondió mirándome a los ojos.

Me sentí como la mayor basura del mundo, ¡cuanta razón tenía! La estaba utilizando, a ella, una de las personas más importantes de mi vida.

El corazón me dio un salto, la rabia inundó mi cuerpo. Me odié tanto en ese momento.

¿Qué diablos estaba haciendo? ¿En qué me había convertido desde que llegué a Sunapee? Un voyerista, un ninfómano, un hombre que utilizaba a alguien que quería para olvidar a un hombre…

Me sentí sucio, mal, odiado.

—Lo siento —le dije sentándome en el suelo—, no sé qué me pasa, no soy yo mismo.

—Sí que lo eres —respondió sentándose a mi lado—. Todos cambiamos, cada día evolucionamos he intentamos ser nuestra mejor versión, aunque no todos lo logramos. Pero lo que te hace ser quien eres aún persiste. Sigues siendo el mismo hombre de gran corazón que aceptó hacerse cargo de una chica embarazada que le rompió el corazón. Sigues siendo tú, William Astor, el alocado pintor que se pierde en sus pinturas, el hermoso ser que te alegra el día con una sonrisa, el gran amigo que daría su vida por quien quiere. Solo estás confundido.

Admito que quise volver a besarla, en tres años y medio de relación Carla nunca había dicho algo tan lindo de mí.

—Gracias —dije aguantando el impulso— ¿En qué momento te volviste tan sabia?

—Me enseñaste tú —se burló—, a veces dices cosas que vale la pena escuchar.

—Eres muy graciosa —me quejé—, pero gracias.

—No las des, solo promete que la próxima vez que me beses será porque me amas.

—Lo prometo —respondí abrazándola.

—Será mejor que volvamos —dijo sonriendo—, aún queda mucho por hacer.

El resto de la noche fue un éxito rotundo. Todas las obras se vendieron de maravilla y muchos de los invitados solicitaron mis servicios para el futuro.

En todo ese tiempo no volví a ver a Gabriel, Vero me dijo que había comprado su pintura y se había marchado con Alistaír. De seguro iban a su casa a tener relaciones. Eso ya no me importaba, había decidido pasar de él.

—Una gran noche —dije cuando todo había acabado y regresábamos a casa—, solo tengo una duda. ¿Quién envió al museo el cuadro del cuerpo de Gabriel?

—Yo —respondió Verónica avergonzada—. Era muy bueno como para estar encerrado en el estudio. Como dijiste que podíamos tomar el que más nos gustara escogí ese.

—No pasa nada —le respondí viendo lo roja que se ponía—. Solo me tomó por sorpresa.

Cuando al fin llegamos a la casa, estaba muerto de cansancio. Arrastrando los pies me despedí de las chicas y subí directo a la cama. La suavidad de mi almohada me envolvió y los ojos comenzaron a cerrarse.

Aquel Otoño (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora