Capítulo 3: Fue fugaz

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  Vale, me hubiera gustado poder decir que esa noche no miré por la ventana. Pero la pura verdad es que al sentir el primer gemido instintivamente me puse de pie y caminé hacia él.

Asombrosamente, mi conciencia no me riñó, estuvo en silencio y yo, justificándome, me dije que no pasaba nada si miraba solo una vez.

La verdad no sé qué esperaba cuando me asomé, quizás la repetición de las dos noches anteriores, dos cuerpos desnudos moviéndose en sincronía bajo el hermoso despliegue de la lujuria.

Pero sin duda alguna lo que no esperaba eran a dos profundos ojos negros mirándome fijamente.

Como bien me había dicho algunas horas antes, Gabriel se encontraba en la planta baja de su casa. Grandes paredes de cristal brindaban una amplia vista del interior y de lo que allí sucedía, ¡y vaya que sucedían cosas!

El salón se hallaba totalmente iluminado y mostraba a tres figuras desnudas, Gabriel, con su esculpido cuerpo desnudo, se encontraba un poco apartado de las otras dos figuras mirando hacia mí. Al verme me sonrió y guiñándome el ojo caminó hacia ellas. Las otras figuras se movieron y al fin las pude ver con claridad.

El primero era un chico joven, al parecer algunos años menor que yo. Su rostro aun infantil sonreía y sus ojos mostraban una fiereza impresionante. Su escuálido cuerpo mostraba la sombra de algunos músculos y su piel trigueña parecía brillar bajo la suave luz.

La segunda era una chica pelirroja de grandes ojos verdes. Su menudo cuerpo mostraba suaves curvas, nada demasiado exagerado. Su piel blanca hacía un perfecto contraste con la del chico mientras su mano acariciaba el abdomen de él.

Gabriel caminó con lentitud hasta colocarse a espalda de la chica y con suavidad le comenzó a besar el cuello mientras el chico besaba el torso de él. La dureza de ambos se veía desde la distancia a la vez que juntos embestían a la chica que gritaba con placer, era impresionante de ver, un solo cuerpo recibiendo tanta gloria, tanta euforia.

Mis ojos se deslizaron hacia mi vecino y el me miraba a mi con una triunfante sonrisa y sus movimientos se volvían más fieros. Tuve que dejar de mirar, mi propia lujuria se comenzaba a despertar y no quería eso.

Con pesar, volví a mi cama y me acosté. Esa noche soñé con Gabriel, con la chica y con el chico.

Las sábanas amanecieron mojadas.

A la mañana siguiente Vero me miraba con el ceño fruncido en la cocina de mi casa.

—Te ves extrañamente feliz —resaltó con el ceño fruncido.

—Lo estoy. Anoche dormí muy bien.

— ¿El vecino no hizo ruido?

—Oh, no, todo lo contrario. ¡Hizo más ruido que nunca! Pero de igual manera dormí de maravilla. Ya me voy acostumbrando al sonido.

—Me alegro mucho. Pero lo que me da mucha curiosidad es esta barbacoa.

—No es nada, el chico solo quiere que nos conozcamos mejor. Soy su único vecino. Voy a ir solo por quedar bien.

—Si tú lo dices —me dijo encogiéndose de hombros y mirándome con aquellos ojos que parecían saber más de lo que decía.

Aquel Otoño (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora