Capítulo 21: El viaje

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Después del agitado fin de semana en el que ocurrieron tantas cosas, la vida en Sunapee comenzó a sumirse en una monótona rutina de paz y tranquilidad.

Mamá había decidido quedarse hasta el nacimiento de los bebés y papá volvería a Miami para seguir en el taller. Aunque no me agradó la idea de tenerla en casa por seis meses más, tuve que admitir que era una ayuda.

Mamá limpiaba la casa y la mantenía impecable. También ayudaba a Carla en los ejercicios de preparación al parto y ya casi no peleaban. En gran parte esto se debía al nuevo truco que Carla había aprendido.

Cada vez que mamá iba a comenzar a discutir, ella fingía nauseas y corría al baño. Esa chica había pasado más tiempo en el baño que cualquier humano en toda su vida.

Gabriel por su parte pasaba más tiempo con nosotros, incluso se quedaba a dormir en casa. Siempre a escondidas de mamá, claro. No sé por qué razón a ella no le agradaba.

—Hay oscuridad en su mirada —me dijo una tarde cuando él se marchaba.

—Es el color de sus ojos —me reí.

—No, es algo más. Su pasado es turbio. Hay traición en él.

—No sabía que ahora eres bruja —me burlé para ocultar el nerviosismo, había acertado en el punto.

Carla era otra que pasaba más tiempo conmigo y con Gabriel. Muchas veces en las noches tocaba en mi cuarto y pedía dormir con nosotros por causa de alguna pesadilla. Había perdido la cuenta de las veces que dormimos —y aclaro, solo dormimos —juntos los tres. Se sentía muy bien hacerlo.

La última en la lista era Vero. Las cosas entre ella y Jason iban cada vez mejores. Eran una pareja muy mona y tan azucarada como Gabriel y yo. Él la convenció de dejar pasar a Valentina más tiempo con su padre y la unión entre esos dos se iba fortaleciendo cada vez más.

Entre una cosa y otra pasaron tres semanas y ya Carla era enorme. El medico nos había dicho que era algo normal, los bebés ya se comenzaban a desarrollar y al ser dos se notaba mucho más.

La vida era tranquila, la novela parecía haber llegado a su final.

Entonces todo se comenzó a complicar.

El día había amanecido con normalidad, como ya era costumbre Carla y Gabriel dormían en mi cama y ella no paraba de removerse.

Últimamente se movía demasiado cuando dormía y según decía no descansaba mucho. Ojeras habían aparecido bajo sus ojos y se le veía cansada. Supongo que la barriga no era muy cómoda para dormir.

— ¡Se ha movido! —Gritó despertándonos de un brinco — ¡Se han movido, los bebés!

—No puede ser —dije sentándome en la cama, Gabriel hizo lo mismo desperezándose —Es demasiado pronto. Solo tienes 16 semanas.

—Te digo que se movieron —aseguró tomando mi mano y llevándola a su panza —espera y verás.

—El medico dijo que a partir de las 16 se podrían sentir —nos recordó Gabriel. El había ido con nosotros a la última sonrisa.

—Si pero… —no pude terminar. Un suave movimiento en la barriga me hizo detenerme.

— ¡Ves! Se movió, le gusta tu voz —gritó ella.

—A ver —dijo Gabriel colocando su mano al lado de la mía —bebé, habla para ver.

—Yo… —y se volvió a mover.

Las lágrimas corrieron por mi rostro, no podía creer que se hubieran movido.

Desde que Carla me había dicho que estaba embarazada me había preparado mentalmente para la paternidad. Había aceptado con gusto hacerme cargo de ellos y era feliz con ello.

Aquel Otoño (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora