Capítulo 25: ¡Ya vienen!

311 29 3
                                    

A diferencia de la primera vez, despertamos entrelazados en sábanas y abrazos.

¿Lo mejor de todo?

Estábamos juntos, no había arrepentimiento, ni incomodidad, ni fugas a la cocina. Solo había sonrisas.

—Creo que este ha sido el mejor regalo de navidad que he recibido en mi vida —dije abrazándolos.

—Concuerdo —sonrió Carla, sus labios deslizándose por mi piel.

—Ya me podrán agradecer después —se burló Gabriel —Aunque pensándolo bien, mejor agradézcanme ahora.

Y como un tigre tras su presa, se lanzó sobre nosotros.

Ese día los besos y las caricias continuaron en la mañana, luego al mediodía y de nuevo por la noche.

¿Quién iba a decir que después de tanto daño, Carla volvería a mi vida para ser parte de mi relación? Esas cosas solo pasaban en pelis y novelas. No en la vida real.

Pero no lo cuestioné, la felicidad no se cuestiona, simplemente se disfruta.

Ahora, como suele pasar en mi vida, el tiempo volvió a pasar en menos de un suspiro.

Lentamente —o rápidamente—, las horas se convirtieron en días y los días en semana. Ya las semanas eran meses y la felicidad continuaba. Estábamos en un cuento de hadas.

Los tres formábamos el equipo perfecto. Según la panza de Carla fue creciendo las tareas se fueron repartiendo. En las mañanas Gabriel la acompañaba a las clases de preparación al parto.

¡Ni se imaginan lo gracioso que era ver a Gabriel hacer los ejercicios de respiración!

En las tardes yo masajeaba sus pies cada vez más hinchados y untaba crema para la piel de su barriga. En las noches dormíamos juntos y, aunque el sexo ya no era tan frecuente, seguía siendo maravilloso.

Entre una cosa y otra, los meses transcurridos fueron cinco y ya faltaba solo uno para el nacimiento.

—Estoy tan nerviosa —confesó Carla una tarde mientras los tres yacíamos desnudos en la cama.

—No lo estés —la tranquilizó Gabriel —el Dr. Clear dijo que todo está bien.

— ¿Y qué pasa si no soy buena madre?

—Serás la mejor —dije yo, esta conversación la habíamos tendido antes.

Según iba pasando el tiempo las inseguridades de Carla iba saliendo a la luz. El temor de no ser la madre que los niños merecían la atormentaban una y otra vez.

Sin embargo, en esos momentos de oscuridad, estábamos nosotros para alumbrarla. Como dije, formábamos el equipo perfecto y nos complementábamos como nadie.

—Ustedes son los mejores —dijo dándome un suave beso. Gabriel comenzó a deslizar sus manos por mi piel.

— Chicos, no creo que debamos... —comencé a decir pero un estridente grito rasgó el ensordecedor silencio.

— ¡William! —era mi madre.

El mundo comenzó a caérseme a pedazos cuando vi su cara. El horror se dibujaba en ella mientras nos observaba a los tres envueltos en besos y caricias.

—Mamá —dije con lentitud, ella no se movía del shock—. No te alteres, todo está bien...

— ¿Todo está bien? —Gritó saliendo del shock— ¡Cómo diablos va a estar bien! Estás desnudo, en una misma cama con tu mujer embarazada y el vecino ¿Qué diablos significa esto?

Aquel Otoño (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora