2. ¿𝘾Ó𝙈𝙊 𝙇𝙐𝘾𝙃𝘼𝙍 𝙋𝙊𝙍 𝘼𝙇𝙂𝙊 𝙌𝙐𝙀 𝙔𝘼 𝙀𝙎𝙏Á 𝙍𝙊𝙏𝙊?

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—¡No estás haciendo las cosas bien Calle! A un hombre hay que saberlo seducir, viste diferente, compra lencería nueva, haste otro peinado... ¡No sé! Pero tienes que aprender a llamar su interés y más cuando tienen cinco años de matrimonio.

—Amiga, cuando te digo que he intentado de todo, es por qué he echo hasta lo imposible. Samuel simplemente no me toca y solo me besa por compromiso. El solo busca su propia satisfacción ¿Será que tiene a otra?

—No lo creo Calle, Samuel te ama ¿Has visto algo raro?

—Sinceramente no, pero ya no se ni que pensar. Todo estaba bien entre nosotros hasta el nacimiento de Daniel, el no quería tenerlo y ya ni sé cuántas veces me pidió que lo abortara, pero yo no sería capaz de acabar con la vida de un ser indefenso.

—Bueno, también debes de entenderlo Calle, no estaba en sus planes tener un hijo, no puedes echarle así la culpa a tu marido.

—Se que el no tiene toda la culpa, pero si tiene responsabilidad Lucía, te recuerdo que no me embarace sola. Yo me estaba cuidando.

—Lo se, lo se... Pero te recomiendo que no te rindas Calle, si lo amas sigue luchando por el y por tu familia.

¿Cómo luchar por algo que ya está roto? — Lo seguiré intentando Lu.

Escuché a mi pequeño llorar desde su habitación y rápidamente me levanto del sofá para ir en su encuentro.

—¿Que paso pequeño? ¿Por qué lloras? — le digo mientras lo tomo en brazos y el se calma rápidamente — ¿Extrañabas a mamá? — le hago cosquillas y el se ríe — vamos pequeño, la tia lucía nos está esperando.

Salgo de la habitación con mi bebé en brazos y escucho unos susurros al acercarme a la sala — ¿Que sucede? — Samuel se sobresalta al oír mi voz y solo se gira en mi dirección.

—Nada, le estaba preguntando a Lucia dónde estabas — asentí — voy a darme una ducha para que me des de cenar — dice y se va.

Su indiferencia duele, toda muestra de cariño es ignorada por el, ni un beso o un abrazo, ni siquiera pudo saludar a su hijo. Lo veo perderse en dirección de nuestra habitación.

—Bueno amiga, yo ya me voy. ¡Príncipe de la tía! — acaricia la mejilla de Daniel y besa mi mejilla para después irse. Siento una soledad infinita que solo se amortigua cuando tengo a mi bebé en brazos.

Minutos después sirvo la cena y a mi bebé le doy una papilla ya que tiene ocho meses y no tienen su dientecitos completos.

—Abre la boquita... — mi hijo reacciona riendo, jugando menos comiendo — viene el avioncito ¡Brun! — abre la boca de inmediato — ¡Eso! — lo aplaudo.

Mi hijo es mi más infinita felicidad, nunca llegué a imaginar que ser madre me iba ayudar a crecer y a madurar. Desde que escuche los primeros latidos de su corazón sentí un sentimiento tan profundo y genuino por el que nunca antes había sentido.

Samuel nunca me apoyo ni me acompaño en nada relacionado con nuestro hijo. Me tocó ir sola a cada una de sus consultas, me despidieron de mi trabajo al enterarse de mi embarazo y con la liquidación me encargue de comprarle todo lo necesario a mi bebé, además de que use mis ahorros en todo lo que tuve que necesitar.

—¡Samuel ven a comer! — lo llamo ya que han pasado unos minutos desde que salió de la ducha y se iba a enfriar la comida.

—¡No grites! — dice al sentarse en la mesa, todo indica que está de mal humor, ni siquiera ha tocado el plato cuando ya se está quejando — ¡Está frío! No lo quiero — se levanta golpeando la mesa — eres inservible Daniela, ni para mantener un plato de comida caliente sirves — grita muy cerca de mi y Daniel llora desesperadamente, tal vez percibió mi tristeza — ¡Calla a ese bastardo! O lo haré yo.

Abrazo a mi hijo —Ni se te ocurra tocarlo Samuel, o te arrepentirás el resto de tu vida — lo veo reírse a carcajadas.

—No me amenaces Daniela, tu no eres nadie.

—Rétame y verás, por mi hijo soy capaz de todo — digo seria y el estrella el plato de comida contra el suelo.

—¡Me largo! No me esperes despierta.

Llore con mi hijo en brazos, el era lo único que me mantenía en pie. No cuento con un hogar, ni trabajo, ni familia, ni nadie que me apoye; por mucho que quiera dejar a Samuel no tengo a dónde ir y ni loca volvería a la casa de mi madre, esa mujer nunca me ha querido y desde que me casé se desentendió completamente de mi y se olvidó que tenía una hija. Al ver que mi bebé se quedó dormido en mis brazos lo lleve a su habitación donde lo dejé descansar tranquilo, todo sea por su bienestar.

Mientras lo observó dormir una pequeña sonrisa sale de mi labios — ¡Te amo! Eres mi todo — bese su pequeña cabecita y salí de su habitación para limpiar el desastre que había dejado Samuel. La ensalada está esparcida por todo el suelo y el pollo está todo pisoteado por el mismo, para completar me corté la mano con la vajilla rota y la sangre escandalosa empieza a brotar y a salpicar a todos lados.

Mientras observó mi herida Miles de pensamientos vienen a mi mente, ¿Cómo sería mi vida si no me hubiera casado con Samuel? ¿Que hubiera pasado si me hubiera decidido por...? Eso ya no importa, lo que si se es que si hubiera seguido mi corazón tal vez no tendría a mi pequeño Daniel conmigo y yo nunca me arrepentiría de tenerlo, el es el motor que me impulsa a continuar.

No tengo a nada ni a nadie en quien confiar ¿Que hago?las ganas de acabar con mi vida me perturban cada noche, y si no lo he echo es solo por mi hijo, pienso en el y con quién se quedará, sería una cobarde si lo hiciera.

Una vez que terminé y dejé todo limpio me voy directo al baño donde me doy una ducha, lavo mis dientes y trenzo mi cabello. Me voy a mi habitación donde me colocó un pijama y me acuesto en la cama tratando de conciliar el sueño para olvidar por algunas horas la miseria que me rodea.

Horas después siento como el colchón se hunde del otro lado y un fuerte olor alcohol inunda mis fosas nasales, ese estúpido olor me enferma.

—¡Daniela! Prepara algo de comer, tengo hambre — lo escucho decir y solo me hago la dormida — ¡Despierta carajo! — exclama golpeando la cama.

—¿Que sucede? — preguntó fingiendo estar adormilada.

—¡Hazme de tragar!

—Ya estoy acostada.

—¿Que dijistes? — me toma por el cabello — ¡Te enseñaré a obedecer!

Quita la sabana de mi cuerpo — ¡Suéltame que me lastimas! — pataléo y poco después lo veo reaccionar.

—¡Lo siento mi amor! No volverá a suceder — dice y besa mis labios con fervor. Su aliento asqueroso se mezcla con el mío y yo siento las ganas de vomitar.

—¡Estás loco! — no me presta atención y mete sus manos dentro de mi pijama...

Hola a todos de nuevo. Aquí les dejo el segundo capítulo el cual espero que les guste.
Dejen sus comentarios y se les quiere.
🧡

¿Q𝚞𝚒𝚎𝚗 𝚕𝚘 𝚍𝚒𝚛Í𝚊? 𝚌𝚊𝚌𝚑É 𝚐!𝚙.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora