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Con el inicio del segundo semestre, las cosas parecían estar en completa normalidad respecto a Jennie y Lisa. Excepto por una cosa.

Los gestos melosos y exasperantes de la coreana habían dejado de pasar recurrentemente, pero tampoco había una actitud de desprecio hacia la tailadesa. Simplemente había dejado de coquetearle.

Por otro lado, Jaebum estaba cada vez más irritable. Se enojaba por todo y siempre estaba de mal humor, peleaba con Lisa por estupideces y no se habían vuelto a besar desde que entraron nuevamente a la escuela.

—¿Entonces se cancela la boda? —molestó Jisoo sonriendo con malicia, luego de que Lisa haya llegado con el ceño fruncido donde sus amigas luego de hacer estado con Jaebum.

—Nunca hubo una —sentenció con molestia, sentándose bruscamente y apoyando su mentón sobre su mano izquierda—. Estoy a nada de mandarlo a la mierda.

—¿A quien? —se escuchó la voz de Jennie detrás de ella, quien luego se sentó a su lado y la miró con atención—. Espero que mi hermano, porqué es un idiota.

—Pues no te equivocas —se metió Somi, acercándose a la conversación—, ¿por qué no le despejas la mente un momento? Ha estado algo agobiada últimamente.

La tailadesa miró a su mejor amiga con sorpresa y luego a la mayor con miedo, al notar cómo ésta la tomaba de la mano y la arrastraba lejos de sus amigas.

—Sólo quedan unos minutos de receso, así que mueve el culo —la menor no contestó, y simplemente se limitó a correr rápido y seguir a la castaña, quien entró en un pasillo que iba hacia el baño, pero no entró ahí, sino que dobló a la izquierda y se metió en un cuarto grande.

Encendió la luz y un salón medianamente grande apareció frente a sus ojos, con una improvisada mesa de Pool y un dispensador de comida algo oxidado.

—Está es la guarida secreta —presentó la coreana, avanzando por la sala y sentándose sobre la mesa de Pool, haciendo sonar un poco la madera algo maltratada—. Antes era un salón mal hecho, por lo que lo cerraron y con ayuda del club de carpintería armamos esta sala. Ellos vienen los martes y viernes y yo con mis amigas el resto de días.

Los pies de la tailadesa se acercaron inconscientemente hacia la castaña y se colocó cerca de sus piernas, admirando el lugar en silencio. Esta acción puso nerviosa a la contraria, quién con sus manos aferradas al borde de la mesa, mordió el interior de sus mejillas y miró con los ojos brillantes a la pelinegra.

—Si quieres podemos jugar un rato, puede que mi hermano tenga tu mente un poco ajetreada.

Comenzaron a jugar y la castaña ya llevaba cinco bolas acertadas, mientras que la tailadesa sólo una.

—No es justo, tú sabes jugar, yo no —la sonrisa triunfante de la mayor no salió de su rostro en todo el juego, por lo que supuso que sería correcto ayudarla.

—Ven, yo te enseño —se colocó detrás de ésta y sostuvo el taco con una mano, tendiéndoselo a la menor y apoyando su pecho sobre su espalda, sintiendo un sudor frío bajar por su frente a causa del nerviosismo—. Toma el taco así y pone sus brazos así —tomó los brazos de la pelinegra como correspondía y sostuvo su codo derecho, ayudándola a golpear la bola 5.

—¿Así? —el taco golpeó la bola y esta rodó rápidamente por la mesa hasta la esquina, lamentablemente chocando con un borde y desviándose del hoyo.

—Si, así está bien —la mayor se alejó rápidamente al notar cómo la tailadesa giró levemente su rostro y quedó a centímetros del de ella—. Ahora me toca a mí.

Pero el sonido del timbre dijo otra cosa, por lo que con una victoria por parte de la mayor, salieron del salón y se encaminaron a sus respectivas clases.

—Nos vemos —se despidió la castaña, entrando a su salón y despidiéndose con la mano, agitándola y sonriéndole a la contraria.

Por otro lado, la tailadesa caminó por los pasillos hacia su clase correspondiente, hasta que una mano firme la sostuvo del brazo y la arrastró por la escuela hacia un lugar más apartado.

—¿Jaebum? Suéltame, tengo clases y me estas haciendo daño —la petición fue ignorada por el mayor, quien se encerró en el patio trasero y la puso contra la pared.

Acto seguido, chocó sus labios contra los de la menor en un beso brusco, jalando su cabello y obligándola a abrir la boca, introduciendo su lengua y agarrando una de las piernas de la pelinegra. Cuando se alejó, ataco directamente el cuello de la contraria, dejando una marca y la zona bastante adolorida.

—¿Qué mierda te pasa? Te dije que me sueltes —gritó enfurecida la menor, dándole una bofetada y acariciando su cuello.

—¿Qué hacías con mi hermana en el receso? —agarró con fuerza el cuello de la pelinegra, quien miró con terror los ojos inyectados en sangre del contrario—. No me mientas que yo no soy imbécil.

—Nada, nada —dijo en un susurro casi inaudible, dando golpes torpes en los brazos del más alto.

La presión de su cuello desapareció y cuando se dió cuenta, la figura el pelinegro ya se encontraba lejos del lugar, caminando hacia la salida del patio.

Devil. | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora