Ya era medio día cuando los ojos de la tailadesa se abrieron con sorpresa. Se levantó con rapidez y miró a su alrededor en busca de Yuta, sin encontrarlo por ninguna parte, aun después de revisar el baño y el balcón. Un nudo de nerviosismo se instalo en medio de su garganta, así que trato de tranquilizarse y respirar con profundidad antes de bajar las escaleras, lamentablemente topándose con la imagen que no esperaba encontrar nunca.
—¿Me explicas que es esto, Lalisa Manoban? —la voz de su padre sonó ronca, como aquella vez en Japón cuando sus padres la descubrieron besando a aquella chica en las afueras de la casa. Tragó saliva y dio un paso al frente, mirando en dirección al castaño y notando las lágrimas escapar de sus ojos mientras se mantenía con la cabeza gacha.
—Papá, puedo explicarlo —no la dejó terminar, más que nada porque le lanzó una carpeta con papeles.
—Parece ser que no lo sabias, pero tu amigo no es tan santo como crees —comentó mientras mantenía al japonés en el piso, quien se intentó soltar con fuerza sin lograrlo, pues el mayor era mucho más fuerte que él. Con extrañeza, la pelinegra abrió la dichosa carpeta, encontrándose en la primera pagina el rostro y nombre completo del castaño, ademas de algunos párrafos llenos de lo que parecían ser denuncias en su contra—. Nakamoto Yuta tiene muchas denuncias por acoso.
—Lisa, yo-
—La razon por la que llegó ese día todo lastimado, fue porque el padre de uno de los chicos lo golpeó luego de que éste tratara de sobrepasarse con él —empujó bruscamente al castaño, causando que las manos del contrario se tengan que apoyar en el piso para evitar caerse—. Haz tus cosas, el lunes a primera hora viajamos a Texas. Luego veremos lo de tu escuela.
Con el semblante serio, el hombre mayor arrastró al castaño hasta las escaleras y lo dejó ahí tirado, tomando la mano de su mujer y caminando lejos de ambos adolescentes.
El salón quedó en silencio unos segundos, para que luego sólo la respiración profunda de Lisa y los sollozos del mayor retumbaran en las paredes.
—¿Yuta? —el contrario alzó levemente la cabeza de entre sus manos, con los ojos totalmente enrojecidos por el llanto—, ¿me puedes explicar?
El castaño aclaró su garganta y se apoyó sobre su espalda, el borde de las escaleras incrustándose en su columna, para comenzar a hablar.
Mientras tanto, Jennie había estado tratando de contactarse con la tailadesa desde que despertó. Fue algo impulsivo, quizás cursi, pero ella realmente quería escuchar la voz de la pelinegra. Al no recibir respuesta, supuso que todavía estaría durmiendo así que simplemente dejó el teléfono de lado y se recordó intentar llamarla más tarde.
Se acostó en la cama y miró el techo unos segundos, sin poder volver a dormir porque ya no tenía sueño. Giró hacia la izquierda y abrazó su almohada, cerrando los ojos y recordando la noche anterior con una sonrisa.
Minutos más tarde su teléfono comenzó a sonar.
Lili 🐧♥️
Con rapidez, contestó la llamada y se puso el teléfono en el oído.
—¿Lili? —un sollozo del otro lado de la línea le paralizó el corazón, causando que se incorpore sobre su cama—, ¿pasó algo?
—Jennie... —parecía estar tratando de tranquilizarse, porque soltó otro sollozo y luego un suspiro—, Jennie ¿me puedes venir a buscar?
La castaña se puso las zapatillas y comenzó a buscar sus cosas por su habitación, finalmente saliendo de su hogar y tomando su bicicleta.
—Espérame, en cinco minutos estoy ahí.
Sus piernas habían comenzado a doler, pero no le importó en lo absoluto, menos cuando la imagen furtiva de la tailadesa llorando desconsolada estaba calando en su mente.
Tocó la puerta y en segundos la figura de la pelinegra apareció frente a ella, quien no dudó en abrazarla y esconderse en su cuello.
—¿Estás bien? ¿Pasó algo? —Jennie tomó entre sus brazos a la tailadesa y sólo pudo escuchar ligeros sollozos que con el tiempo comenzaron a desvanecerse.
—Sólo, quédate conmigo —la voz de la menor sonó quebrada y Jennie aumentó levemente la presión de sus brazos, sintiendo las uñas de la contraria enterrarse en sus hombros.
La castaña no volvió a preguntar, se limitó a presionar a la tailadesa entre sus brazos y cuando la pelinegra cesó el llanto, la llevó hasta su bicicleta para que subiera al asiento trasero.
—Aférrate a mí —con cuidado colocó el único casco que tenia sobre la cabeza de la pelinegra y luego se sentó en la bicicleta, ambas manos sobre el manubrio. La tailadesa no dudo en abrazar desde atrás el torso de la castaña y apoyando su mejilla en la espalda de la contraria cerró sus ojos mientras escuchaba los acelerados latidos del corazón de la mayor.
En lo que parecieron segundos la bicicleta de Jennie se detuvo frente a su propia casa, y mirando sobre su hombro notó los ojos todavía cerrados de la menor.
—Lili —se removió levemente para poder despertar a la contraria—. Ya llegamos.
La pelinegra abrió los ojos lentamente, quitando sus manos del torso de la castaña y restregando sus párpados con sus puños cerrados para luego mirar a su alrededor con notoria confusión.
No dijo nada, sólo se limitó a bajar de la bici y aferrarse al brazo de la mayor mientras caminaban hacia la casa de la más baja. Sus padres no estaban en casa, algo que realmente agradecía la castaña porque así no tendría que explicar la razón de la llegada de la tailadesa.
—¿Quieres descansar o vemos algo en la televisión? —el hecho de que estén completamente solas en aquella casa había puesto mínimamente nerviosa a la mayor, pero rápidamente esfumó esos pensamiento de su mente y acompañó a la tailadesa al sofá cuando ésta eligió la televisión.
Se sentaron en el centro del sillón, la pelinegra con su cabeza sobre el regazo de la castaña mientras la dueña de la casa cambiaba despreocupadamente los canales en la televisión.
—Esa —dijo despacio la menor. Jennie sonrió con ternura cuando con atención, la tailadesa comenzó a mirar la gran pantalla donde Bob Esponja junto a Patricio corrían por Fondo de Bikini en busca de medusas que cazar.
El episodio ya estaba terminando cuando los párpados de la mayor comenzaron a cerrarse involuntariamente, pues gracias a que la noche anterior se durmió muy tarde, ahora su cuerpo estaba pidiendo un descanso, más aún luego de que haya ido a buscar a la tailadesa en bicicleta.
Lo último que recordó, fue la tenue risa de Lisa gracias a algún chiste de aquella serie animada.
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Devil. | Jenlisa
Fanfiction"¡Vete al infierno!" gritó enfurecida la menor. "De ahí vengo, cariño" QUIERO ACLARAR QUE ESTA HISTORIA NO ME PERTENECE. HISTORIA ORIGINAL DE: _Spxce