𝙐𝙉𝙊

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—Diablos... —Murmuró molesta, dejando caer su cabeza contra su cuaderno de matemáticas.

—¡Madison! —Regañó su abuela al escuchar su vocabulario, logrando que la joven se recompusiera.

— Lo siento, lo siento. —Se disculpó echando la cabeza para atrás y cerrando los ojos. Rasco su frente mientras bostezaba. —Es que no lo entiendo. Si X es vale tres aquí, ¿por qué no vale tres acá? —apuntó desesperada a cada lado de su ecuación.

La anciana se acercó a la barra de la cocina, viendo el problema matemático de su nieta.

— Porque tu multiplicación está mal. —Obvió encogiéndose de hombros.

—Por supuesto que no. Está claro que siete por seis es igual a treinta y... —La mujer soltó una carcajada y palmeó su hombro.

—¡No entiendo cómo fue que te ganaste esa beca si aún no te sabes algo tan básico como las tablas de multiplicar! —Balbuceó entre risas.

—Me alegra que mi fracaso académico sea la causa de tus risas. De verdad, gracias, ¡es muy alentador! —Reclamo sarcástica arrancando la hoja de su cuaderno para tirarla.

El fin del ciclo escolar estaba aproximándose o, mejor dicho, ya estaba aquí. Esa mañana sería la última en dos meses en la que tendría que pasar todas las mañanas y tardes dentro de un salón escolar. En teoría, ese día debería ser única y exclusivamente para hacer nada, pero como siempre, el profesor de algebra adoraba hacerles le vida imposible a sus estudiantes, dejándoles tareas todos los días sin falta argumentando que: "nunca se debe dejar de aprender", y acompañando su sermón con veinte ecuaciones que debían resolver siguiendo una serie de procesos de los cuales no recordaba haber escuchado ni una sola palabra en toda su vida.

No tenía sentido. Ya tenían sus calificaciones del año, habían resuelto dudas, todo estaba hecho, pero conociendo a su maestro, este era capaz de llamar a quien fuera que organizara a las escuelas del país para cambiar su calificación a un cero por irresponsabilidad y falta de compromiso.

Había tenido que levantarse a las cinco de la mañana para terminar sus actividades que en la noche anterior no había podido completar. En realidad, tal vez era un poco su culpa que estuviera en esa situación.

La noche anterior había tenido un momento de iluminación frente al televisor mientras una nueva serie de criminales era anunciada en estreno. Bastaron los primeros tres segundos del tráiler para que saliera corriendo de su casa y regresara una hora después con una bolsa llena de comida muy poco saludable para el gusto de Olivia y terminara olvidando que tenía tarea. Ahora era viernes, seis y media de la mañana y faltaba muy poco para que llegara la hora de irse a la escuela. ¿Lo peor?, tenía algebra como primera clase los viernes.

—Tienes que ponerte al corriente si quieres que te valla bien el año que viene o terminaras como el señor Jenkins.

—Me agrada el señor Jenkins. —defendió con una sonrisa —Me cobra la mitad de un viaje a cambio de pasear a su perro.

—Entonces de ahí venían las huellas en tus pantalones. —Madison asintió restándole importancia —No, un momento, nos desviamos del tema. Estábamos hablando de tu poco conocimiento matemático y de cómo no te sabes las tablas.

La joven se cruzó de brazos dándole una mirada molesta a la mujer.

—Si me sé las tablas de multiplicar, ¿okay? —Olivia rio ligeramente.

—Sí, claro. —Levanto sus manos en modo de burla.

De pronto le vio fijamente y como sí se hubiera perdido en un mar de recuerdos, sonrió de una manera melancólica, llamando de inmediato la atención de su nieta.

Descubriendo Un Nuevo Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora