𝘾𝙄𝙉𝘾𝙊

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—No puede ser...

Bajó la mirada al distinguir un calor proveniente del metal en sus manos. Sus dedos temblaron debido a la impresión mientras trataba de procesar lo que acababa de ver, parpadeando unas cuantas veces aun en estado de shock. Pronto un sentimiento de debilidad llegó a ella, se sintió cansada, pasando su mano a su cabeza al sentir su entorno dar vueltas a su alrededor y frotando su frente con lentitud. Madison supo en ese momento que su debilidad era consecuencia de esa cosa brillante y ello solo terminó por confirmar que era ella la que había logrado hacer eso.

El silencio dejó de ser pacífico y se transformó en un silencio abrumador, haciendo que volteara a ver a todas partes algo inquieta, atribuyéndolo más que nada al desconcierto y al shock. No estaba acostumbrada a cosas de tal magnitud y aunque algo de calma legó a ella al saber que no tenía una terrible mala suerte y que definitivamente no había fantasmas en su casa, esta se esfumó por completo, dejándole un sabor agridulce en la boca.

La primera cosa que pudo pensar al salir de su trance fue en llamar a alguien. Quizá s su abuela, tal vez a Mike... no, Michael estaba en su campamento y seguro no tiene su celular con él y su abuela... si, eso era una buena idea, llamaría a su abuela y ella seguramente sabrá que hacer—vale, que Olivia seguro jamás había lidiado con un incidente así, pero ya verían que hacer—, ella le ayudaría.

«La abuela siempre sabe qué hacer...»

Madison busca su mochila solo para descubrir que ya no está donde ella la había puesto. Busca con la mirada y al ver abajo, en el suelo, encuentra aquella bolsa de color café a varios otros de esa estructura gigante en la que estaba y deja caer la cabeza hacia adelante al recordar lo alto que estaba y lo tedioso que sería bajar de ahí. Se coloca el collar y baja con ayuda de unos tubos conectados a pilares que forman algo parecido a una escalera y después de una caída no muy fea, finalmente llega a su dichosa mochila.

Metió las manos en la mochila y sujeto el aparato, sacándolo de la bolsa y al tenerlo de frente, la joven Williams resopló molesta, pues una enorme grita atravesaba la pantalla del celular y una mancha negra impedía que la batería y la hora se vieran. No le sorprendía. En realidad, era más bien un milagro que después de eso el teléfono aun prendiera. Con un teléfono agrietado y solo un poco funcional, Madison buscó la aplicación de contactos y se detuvo al sentir su cuerpo estremecerse de pronto. Esa sensación le invadió por completo en tan solo un instante y eso le puso los nervios de punta; en el escaso tiempo que llevaba teniendo todo eso había aprendido algo.

Esa sensación no significa nada, pero nada bueno.

Con las alarmas sonando fuerte dentro de su cabeza, Madison se puso de pie, girando sobre su propio eje mientras examinaba todo a su alrededor en busca del causante de sus sensaciones. Escuchó detrás de ella un crujir, seguramente de una rama o una hoja seca...

Escuchó de nuevo un ruido, esta vez a su derecha, volteando de inmediato con escalofríos recorriendo su espalda.

De nuevo... esta vez a la izquierda.

Asustada, Madison agudizó su visión intentando descubrir quién o que hacía esos sonidos. Por su mente pasaron varias opciones—unas más favorecedoras que otras—, en el mejor de los casos, algún guardia de seguridad había escuchado el alboroto y la llevaría a una estación de policías o le daría una multa, una advertencia, no sabía. En el peor... mejor no pensar en ello, no hay que invocar a la mala suerte.

 mejor no pensar en ello, no hay que invocar a la mala suerte

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