𝘿𝙊𝙎

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Quedó completamente boquiabierta al ver lo que tenía en frente.

Madison era más que consiente de que su casa tenía un sótano, en realidad, cuando era una niña disfrutaba escabullirse por las noches al sótano para jugar con sus juguetes haciendo un gran fuerte de sabanas y pasando horas de diversión hasta que se quedaba dormida y su abuela la encontraba al día siguiente envuelta en las sabanas durmiendo en el suelo; esto hasta que un día vio una rata mientras jugaba a los bomberos y desde ese día—a pesar de los intentos de Olivia por hacerle ver que el ratón se había ido y que no iba a regresar— no volvió a poner un solo pie en el sótano.

No señor, prefería no ser invitada a la cena familiar de los roedores y definitivamente prefería alejarse para no terminar siendo la comida en esa cena ya que, según ella, en su mentalidad infantil de aquel entonces, ese ratón era tan grande que podría haberla devorado de un mordisco y temía por su integridad física y por la de su abuela, quien trataba de mantenerse seria a los relatos de su nieta, riendo a carcajadas cuando la pequeña no estaba cerca.

Bueno, por primera vez en todos esos años, Maddie estaba parada al final de las escaleras con ambos ojos bien abiertos mientras sostenía una cubeta, un paquete de bolsas de plástico y los utensilios de limpieza que Olivia le había dado, viendo el lugar en el que solía jugar hecho un completo desastre.

Había telarañas por todas partes, cajas que estaban mojadas en la base debido a la humedad, estantes con libros que ya se habían corroído después de tanto tiempo y muchas cosas de una dudosa procedencia las cuales tendría que recoger con guantes puestos.

Después de que su abuela le propusiera hacer algo que la entretuviera, ella creyó que tal vez le enseñaría a... tejer o le mostraría algún pasatiempo de su juventud, alguna cosa así. Se fue a dormir tratando de imaginar que le asignaría para su tiempo libre. Su abuela la despertó a las nueve de la mañana y con una sonrisa enorme—y sospechosa si era honesta—, le dio todas las cosas de limpieza que había en la casa y la guio hasta la puerta del sótano.

"Ya que tu querías estar entretenida, te tengo una tarea".

Simple. Resulta que su habitación era diminuta tomando en cuenta que su cama abarcaba la mitad del cuarto—cosa que en realidad tenía todo el sentido del mundo si tomaban en cuenta que la casa originalmente tenía una habitación que ahora resultaba en dos recamaras diminutas para ellas—. ¿La tarea?, transformar su sótano en su nueva habitación. Pareceria una tarea sencilla, pero ese sitió mas que ser un sótano es un deposito de chatarra.

Olivia la tomo de los hombros y la dejo en la puerta del sotano explicandole todo lo que habia planeado con la transformación de la habitacion para luego formular un:

"Pues te dejo, Maddie. Hay jabon y detergente en la cocina, si quieres bolsas hay mas en el baño. Te amo".

Y simplemente le dio un beso en la mejilla retirandose de su trabajo, haciendo eco el sonido de la puerta en toda la casa.

Claro que, aunque había algo de bondad en las intenciones de su abuela, Madison supo que la mujer había triunfado, quitándose de encima la tarea de la limpieza saliendo con el triunfo en su mano sin tener más esa responsabilidad. Bueno, en realidad no podía pelear ya que la anciana hacia todas las tareas de la casa y ella solo veía como lo hacía o pisaba accidentalmente el piso recién trapeado de la mujer ganándose mil y un regaños por ello.

De igual forma no pudo evitar un: «lo sabía...» para sus adentros mientras escuchaba la puerta principal cerrarse seguido del sonido del cerrojo.

Debió haberlo imaginado. Es su abuela de quien hablaba al final de cuentas, esa viejita ingeniosa y astuta que se las arreglaba para ponerla a hacer cosas que jamás accedería a hacer si se las pidieran directamente.

Descubriendo Un Nuevo Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora