Capítulo 8.- Una de cal por las que van de arena...

44 9 0
                                    

Miguel y Marco arribaron a la Ciudad de México a las 2 de la tarde, Hiro los esperaba acompañado por Kubo y Leo, casi de inmediato, corrió a los brazos del músico, mientras Marco encendía un cigarro y cruzaba mirada con Leo.

–¿Por qué tú no eres así?

Le preguntó Leo a Kubo.

–¿Qué? ¿Quieres que vaya corriendo a abrazar a Miguel?

Respondió Kubo levantando una ceja con fingida confusión.

–Me refiero a cuando yo llego de Puebla…

–¡Ah eso! –Kubo sonrió–. Lo lamento, Hiro es más occidental de lo que mi origen me ha permitido asimilar…

Marco seguía fumando y con el pretexto de arrojar el humo en dirección donde no había nadie, evitaba mirar a Hiro y Miguel.

–Apoco él fuma…

Preguntó Hiro apartándose del abrazo.

–A veces –Dijo Miguel levantándose de hombros–. Creo que lo hace más seguido en las fiestas…

–O cuando está estresado…

Dijo Leo acercándose.

–¿Por qué te estresa el haber vuelto a México? 

Preguntó Kubo.

–No es eso… –Dijo Marco–. Además, esto no es nada, antes fumaba como chimenea…

Miguel y Leo se rieron por el tan conocido cinismo de Marco.

Kubo no entendió por esa tendencia japonesa a pensar todo literalmente.

Y a Hiro, simplemente, no le hizo gracia:

–No deberías fumar y punto…

Dijo el oriental con firmeza.

–Si claro, a mi también me da gusto verte, Hiro…

Marco viró los ojos antes de dar otra larga calada.

Hiro suspiró, y dándole la espalda a Miguel, le quitó el cigarro de la boca a Marco, procediendo a tirar la colilla encendida al suelo y pisarla en el mismo momento, después le dio un abrazo a Marco también.

Marco no se resistió al contacto, pero tampoco parecía tener la intención de corresponderlo, y aunque fue en ese instante que Kubo comprendió que le causaba tanto estrés, decidió no comentarlo, después de todo, poco a poco había entendido, gracias a Leo, que, para Marco convivir con Hiro después de amar tanto a Miguel podía ser una tortura.

Hiro, dudó un instante en su siguiente acción, ahora que daba la espalda a Miguel y se encontraba tan cerca de Marco, se vio bastante tentado en dejar un beso contra su cuello, pero se preguntó si no sería demasiado obvio, aunque después concluyó que probablemente, Marco, podría disimularlo bien.

Marco sintió los labios ajenos, posándose con discreción en la piel descubierta de su cuello, justo encima de su camisa, y por inercia, puso su mano suavemente en la espalda de Hiro, mientras levantaba un poco su rostro y dejaba salir todo el aire de sus pulmones.

Al resto, le pareció simplemente que Marco desviaba el rostro para sacar el humo que había guardado repentinamente cuando Hiro lo abrazó. Nadie sospechó nada.

Decidieron encontrarse con Teo y Nando en una pequeña cafetería cercana a una avenida principal, un sitio que no era demasiado conocido, pero dado que todavía era de día, la puerta secreta permanecía cerrada.

–O sea que sigues siendo el alma más benevolente del grupo…

Dijo Teo al escuchar la historia de como Marco hizo que "castigaran" a la hija del regente, en aquel internado y viviendo con su tía.

El amor es una derrota inminente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora