Capítulo 13.- ¡Alejen a la reina del Alfil!

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Marco volvió a casa, no había rastro de Miguel en ningún lado, su habitación –que compartía con Hiro– estaba vacía, así que Marco tomó la debida ducha que acostumbraba, y se dirigió a su propia habitación, cayó rendido casi de inmediato, durmió el resto de la tarde y por primera vez en mucho tiempo, también durmió toda la noche de su descanso. En la mañana siguiente, una voz lo despertó.

–Marco, Marco 

La voz de Miguel lo despertó y casi lo teletransporta a algún lugar perdido de su infancia.

–¿Miguel?

El mayor creyó por unos segundos que estaba soñando, pero al abrir los ojos realmente encontró al ajeno de pie junto a su cama.

–Debemos salir ahora, o no llegaremos por Hiro al aeropuerto…

Miguel miraba a su reloj, evitando todo contacto visual con Marco.

Marco comenzó a levantarse, haciendo que la cobija que lo cubría cayera por su dorso, mientras trataba de despejarse el sueño.

–Date prisa, tienes 30 minutos

Miguel salió de la habitación tras esa frase.

Marco se sacudió, tomó de inmediato la ropa que había preparado la noche antes, y mientras se acomodaba la chamarra, entró al cuarto de baño, lavó sus dientes, peinó su cabello, se rasuró y perfumó.

Marco usaba una camisa de lona blanca, con un pantalón de mezclilla azul oscuro, deslavado en varias zonas, además de una chamarra de piel y unas botas negras bastante toscas, mientras Miguel llevaba puesta una guayabera blanca, con un pantalón azul cielo, roto en una de las rodillas, y tenis blancos similares a los de los basquetbolistas, con un chaleco de mezclilla, había un par de cosas similares en sus atuendos; cinturones con hebillas toscas y collares con cadenas finas.

Cuando Marco salió al recibidor, Miguel ya se encontraba en el pasillo, abriendo la puerta;

–El taxi llegó

Confirmó Miguel aún mirando su teléfono.

Marco no dijo nada, salió detrás de él y cerró la puerta del apartamento mientras corría para alcanzarlo en el elevador, la puerta se cerró y Marco jaló todo el aire que pudo. Hiro creía que él podría seducir a Miguel, pero en ese momento, en aquel pequeño cubículo, Marco sólo conseguía sentirse incómodo.

Había sido relativamente sencillo romper barreras con Hiro, pero con Miguel, ¡Dios!, es como si volviera a ser un adolescente, su corazón se aceleraba, y sus mejillas estaban calientes, hasta el punto en que ardían, sentía incuso que su garganta se cerraría cuando intentara hablar y emitiría uno de esos vergonzosos “gallos”, con voz desafinada. Tampoco ayudaba el hecho de que en ese mismo elevador se hubiera despedido de Hiro el último día que se vieron ¡Y vaya manera de despedirse!

Para cuando Marco reunió agallas para acercarse a Miguel, era tarde, el elevador ya abría sus puertas en la planta baja del edificio. Pero el joven no se rindió y una vez dentro del taxi, utilizó su fugaz golpe de energía para hablar:

–No era mi intención ocultarte que había decidido realizar el examen para la universidad, de hecho, la única razón por la que Hiro lo sabía, es porque estuvo allí cuando tomé la decisión…

–¿Estuvo allí?

Miguel miró de soslayo a Marco.

–Si, bueno… –Marco desvió la vista de inmediato–. Ya sabes que va a su revisión de tesis los Lunes, y que yo descanso precisamente los lunes por las noches, así que, era frecuente encontrármelo en la madrugada haciéndose cargo de detalles en su máquina, y una noche decidió que podía ayudarle… –Sin darse cuenta Marco comenzó a sonreír–. Ahí descubrió mi afinidad con la tecnología, y una cosa llevó a la otra, hasta que me convenció de tomar el examen…

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2023 ⏰

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