14 . Reencuentro.

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Dios mío, era real, mi ángel de la guarda estaba aquí, para salvarme, a mí, de otro maldito idiota que solo se quiere meter entre mis piernas.

Mi cabeza estaba torcida hacia el lado contrario al que estaba la puerta, pero tenía fe en que Manuel recibiría un buen puñetazo, y mi ángel de la guarda me rescataría, ¿quién sabe? Igual esa persona ha sido realmente el amor de mi vida.

- Termino yo, largo.

Manuel se marchó siguiendo la orden, dejándome casi sin ropa, cansada, y temblando.

Mi cuerpo se tenso por completo, noté como cada músculo se contraía, noté cada uno de mis vellos erizarse por completo. Esa voz, él.

- Volvemos a encontrarnos, hija.

¿Cómo coño se atreve a llamarme así? , ¿Cómo coño se atreve a llamarme así después de tantos años de sufrimiento y dolor acompañados de tristeza y maltrato?

intenté hablar, intenté mascullar alguna que otra palabra pero mi cuerpo me lo impedía, mi nerviosismo me lo impedía, y su mano que se acababa de poner en mi boca me lo impedía.

- Ahora me toca hablar a mi, hija. - dijo mi padre con una voz secante, lenta y tenebrosa. - Hoy vengo hablarte de aquella carta, sí, esa carta que me escribiste hace cinco años, ¿qué te pensabas? Pensabas que iba a ser un hombre asustadizo, pensabas que este hijo de la gran puta y se asustase con una niña caprichosa y malcriada.

- Mmmm, mm. - Intenté decir una mínima palabra, pero era imposible.

- ¿Quieres que termine lo que Manuel empezó? Te ves tan sexi, y débil casi sin ropa, exponiendo cada parte de tu desnudo cuerpo para mi, para que yo disfrute. Vamos a jugar a mi juego favorito Camille.

Comenzó a pasar su mano todo mi cuerpo, terminando de quitarme la ropa que me quedaba, estaban resurgiendo mis peores pesadillas, con las que había estado soñando toda mi vida, las que me habían jodido la vida.

Retiró la mano de mi boca para levantase a abrir la puerta que hace un momento acababa de sonar.

- ¿QUIÉN MÁS VIENE A VER EL SHOW PAPÁ? - grité con todas las fuerzas que pude sacar en esa momento, mientras me aferraba a las sábanas de aquella cama.

- Compruébalo tu misma. Monstruos número 13 y 14, pasad. - dijo mientras mis rostro se puso tan pálido que parecía que iba a desmayarme. - Buena suerte, hija.

Al menos somos 17 monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora