5. Trabajando

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5. Trabajando.

   —¿Quieres que vaya a tu... Juicio?

   Robert miró a Dio, el menor asintió mientras besaba su vientre.

   —Es uno de los más importantes en mi trabajo, si sale bien puedo ser fiscal.

   Robert soltó un pequeño jadeo cuando la lengua traviesa del Brando invadió su ombligo.

   — ¿Estás... Estás seguro?

   —Sí. Qué dices, ¿vendrás?

   Aquellas manos curiosas manosearon sus muslos mientras seguía besando su vientre bajo, acercándosa lenta y tortuosamente a su entrepierna.

   —E... Está bien... Iré... —colocó sus manos en la cabeza de Dio, enredando sus dedos en su suave cabello.

   —Bien. —sonrió satisfecho, había ganado.

[...]

   — ¡Ah, Robert, viniste!

   Los grandes brazos del Joestar rodearon el cuerpo del hombre más bajo. Este correspondió enseguida, un tanto nervioso.

   —Sí, bueno... —se separaron—. No pude negarme.

   —Jaja, Dio estaba bastante nervioso. Intentaba no demostrarlo pero lo noté. —se acercó un poco al rostro de su amigo—. De verdad deseaba tener a su novio aquí, hoy, en su día.

   Esto hizo sonrojar al rubio mayor que quiso que la tierra lo tragase.

   ¿¡Por qué demonios se molestaba en amenazar a Dio en ni decir nada de ellos para que lo hiciera al minuto después!?

   Suspiró al escuchar una campana, aviso del gran juicio que se aproximaba.

   Tanto él como Jonathan tomaron asiento, Dio estaba a la derecha y el acusado a la izquierda, el juez con rostro estoico.

   El juicio contra Jack el Destripador comenzó.

[...]

  Hecho tras hecho, exclamación tras exclamación, debate tras debate con un gran clímax. En cada alegación Robert podía sentir como su pecho se hundía y como su corazón y sus manos temblaban, Dio estaba tan serio y tan metido en su trabajo que ese aire profesional junto a su traje y túnica, sus cabellos rubios y sus ojos claros lo hacían, de una forma extraña, encontrarlo sexy.

   Más de una vez apretó sus rodillas juntas, su respiración se alteró un poco. Tragó saliva concentrándose.

   Unos segundos en silencio, el mazo del juez y su voz.

   —Declaró a Jack el Destripador culpable, lo condeno a la horca.

   Un gran gozo, una sonrisa débil en el rostro de Dio. De pronto cámaras, flashes y la conmoción, horas tras horas de entrevistas y de charlas para acabar los dos en casa del mayor, devorándose y arrancando la ropa de sus cuerpos.

   —Estás... Muy rudo, ¿no?

   Robert se colocó encima del Brando, su trasero justo encima del miembro erecto del rubio menor.

   —Cállate. —quitó su pantalón—. Y follame.

   Volvió a devorar su boca.

   Y Dio no desaprovechó la oportunidad.

   Fue una larga, larga noche para ambos.

DioWagon Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora