XV

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Louis: 30 (no me maten, yo también voy a llorar)

Darcy: 13 (La adoptaron cuando tenía 5)


Louis y Darcy se despidieron de Bárbara con un gesto de mano y una sonrisa fingida por parte de la más chica. Al ver el cuerpo esbelto de la rubia desvanecer en la lejanía, Louis cerró la puerta de madera, quedando a solas con su hija en el interior del gran departamento.

Con un suspiro cansado fue hasta la cocina, dispuesto a preparar la cena, Darcy lo siguió de cerca y, una vez en la cocina, se sentó sobre la isla, viendo la espalda de su padre mientras este se movía por todo el espacio mientras buscaba los elementos para cocinar.

-¿Y? –preguntó de la nada el ojiazul, finalizando el silencio que habían creado al ingresar –.¿Qué te pareció Bárbara?

-¿Con honestidad te contesto?

Louis asintió.

-No puedo creer que dejaste a papá sólo para estar con una basura como ella –soltó con indignación.

Louis dejó de batir los huevos y giró sobre sus pies para mirar directamente a su hija con mezcla de sorpresa y seriedad.

-¿Qué dijiste?

-Pensar que dejaste a papá... -se atrevió a repetir sin titubear, aunque fue cortada por la severa voz de Louis.

-Yo no dejé a tu padre, él me dejó a mí –contestó con aspereza.

Para ser honestos, la cara que puso Darcy indicaba que se sorprendió por la declaración, pero no dejó a relucir su reacción y pronto volvió a estar seria.

-¿Ah, enserio? –preguntó con una pizca de ironía –. Porque papá dijo que eras un egocéntrico y egoísta, que todo tiene que girar alrededor de ti, que tu cabeza está tan hinchada que le sorprende que aún te queden las gorras que él mismo te regaló en cada partido al que fueron juntos. Y que lo dejaste  por TÚ carrera

-¿Te dijo eso? –Louis preguntó sin poder creer las palabras dichas anteriormente por su hija.

-Y más –añadió.

-¿sabes qué? –Louis se acercó más a Darcy, las piernas colgantes de la niña rozaban sus muslos cada vez que se balanceaban hacia delante –, tú eres igual a él.

-¿A, si?

-Sí. Crees que tienes la razón en todo en absoluto, al igual que Harry.

-Continúa –lo retó. Para entonces, la pequeña de ojos azules estaba con el ceño fruncido y sus brazos cruzados a la altura del pecho.

-Arrugas la nariz cuando te enfadas ¡igual que lo hacía él! –exclamó con un movimiento de brazos.

-Dime qué más.

-Tus ojos azules siempre están tratando de manipularme, y es cierto. Y en realidad es encantador, me gusta –dijo desviando su enojo, aunque no por mucho tiempo. Darcy rodó los ojos –. Pero no importa ¡Eso es lo que hacía él!

-¿Hay algo más que quieras agregar?

-Luego entras en mi mente y me quieres volver loco, igual que lo hacía él –se pasó sus dedos por el cabello castaño, despeinándolo un poco.

-Pues al menos yo si tengo cerebro –soltó comenzando a enojarse la pequeña rizada –, porque si no lo tuviera ¡Yo sería igual que tú!

-Pues yo tengo mucha suerte porque en lo que a mí concierne, tú no tienes nada de mí –exclamó con la voz alzada.

Ensalada de frutasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora