25 de abril, Andrómeda
Shikamaru esquivo a los pocos estudiantes que aún se mantenían en el pasillo. Dando fuertes pisadas en cada mosaico, rellenando el vacío conteo que su subconsciente estableció. Frunció el ceño a las molestas voces que iban aumentando el tono con risas escandalosas en el alrededor. Shikamaru apresuró el paso para alejarse, perdiendo el interés cuando llegó a la puerta principal. Había dado su última clase, y la imagen de su departamento no era una opción.
Dio media vuelta, revolviendo su cabello negro, avanzó hasta detenerse frente a la biblioteca. Sostuvo la mirada en el letrero de rusticas letras. Los deberes estaban en su maletín terminado por su pobre capricho de no dejar las cosas a último momento. Tampoco tenía la necesidad de entrar allí.
¿En qué gasto mi tiempo?, pensó, dejando de escapar un bostezo.
Eran pasadas de las quince horas, y su lugar de trabajo estaba cerrado. Las posibilidades para ser productivo estaban acabadas. No podía estar descansando con tanta facilidad frente a los demás. Quería evitar ser molestado por quienes vigilaban los pasillos, además de que aquella mujer de cabellos canosos y con una verruga en la punta de su nariz lo maldijera como en cada uno de sus recuerdos.
Shikamaru quería despejar su mente, ya sea de las molestas voces de quienes lo rodeaban o solo descansar de lo que sería su ordinaria rutina en la universidad. Hasta que visualizó en su rango de visión unos mechones rubios con algunas hebras oscuras y una sonrisa amable.
Desde su punto de vista, era solo alguien con esa aura tan brillante y lo suficiente buena como para que él pueda acercarse. Shikamaru negó con la cabeza, y un bostezo escapó de él, al pasar a su lado. Lo que debía hacer, era más importante que simplemente dejarse llevar por la vaga sensación que golpeó en lo alto de su pecho al notar a alguien desconocido. Lo ignoraría en ese momento.
Por lo que rellenó su mente de pensamientos que consideraba inservibles, o a lo mucho un debate entre las voces creadas por la fuerza de sus neuronas. Ser perezoso era una de sus cualidades, dormir su segundo hobbie favorito, el primero siempre sería el pintar; ambas cosas fueron heredadas de su madre. Algo que la profunda y la vieja voz de su padre le recordaba con tan solo tomar un vaso de sake.
Yoshino Nara era lo suficiente autosuficiente que tan solo el casarse fue una opción desde de una extensa borrachera, una improvisada boda y su propio nacimiento. Lo único que mantenía como recuerdo de ella, era una foto de blanco y negro tomada por una polaroid. Quizás tomado en alguna cabina de karaoke que se reparten por Japón, en su juventud.
-¡Senpai! ¡Senpai! -escuchó de los alrededores, pero no volteó, continuó su camino doblando en la esquina del pasillo. Sin embargo, la voz de aquel chico continuó hasta llegar a él. Adiós a los pensamientos de mi rama genealógica, pensó al rodar los ojos y ver la profunda inclinación en su dirección, aun jadeando-. ¡Senpai! Disculpe la molestia, la profesora quería que este proyecto fuera dado especialmente en sus manos.
-¿Proyecto? Ni siquiera me han dicho de esto.
-Eso, lo sabemos, perdone, se presentará al finalizar el año y si puede sustentarlo será tomado como su tesis.
-Maldición -murmuró. El chico frunció el ceño sin entender lo dicho. Shikamaru asintió en respuesta, tomando el portafolio de color crema que le fue extendido. Se dio la vuelta, sin despedirse, continuó su camino a ningún lugar seguro.
Eso era otro de los problemas. No poder negarse a las demandas que, hacia su profesora, especialmente al estar en su último año, se convertía en algo que le molestaba mucho más. Tampoco es como si pudiera dejar escapar palabras de odio con tantas libertades. Japón estaba muy fuera de lugar cuando más quiere expresarse.
Al llegar al final del pasillo, la puerta no estaba tan abarrotada como en la anterior. Era mucho más tranquilo que los pequeños parques del campus. Bajó los tres escalones, y observa el balancear de los árboles, resultando tan adormecedor para él.
Que el proyecto sea olvidado, dejó escapar en su mente.
Notó que llegó al patio donde la mayoría de los estudiantes tomarían su descanso, a lo que él no sería una excepción. Se adentró entre las bancas hasta llegar al árbol más cercano, dejando caer su maletín y el portafolio en la verdosa hierba, mientras que se recostaba al tronco del roble. Cerró los ojos, y se concentró en el suave aroma del café que emanaba la cafetería al otro lado de la calle y de la que se convirtió en adicto todas las mañanas, el ruido de los carros y una alegre risa que era compartida. Una que lo desconcentró y le hizo fruncir el ceño, una que incluso pareció ser acariciada por el viento, ya que esta lo guio hasta donde provenía.
La culpable era alguien de cabello rubio ondulado con raíces oscuras, fácil para él recordar a quien fue la que creó esa sensación en su pecho. Era ella. Podía escucharla reír por la cercanía que había aquel árbol y su mesa, no lo suficiente molesto como para que supiera sobre lo que hablaba con sus acompañantes, pero sí para que sus ojos captaran los detalles a su alrededor.
Para Shikamaru, aquella chica, fácil podía pasar desapercibida, como cualquiera otra alumna del lugar, pero no para él. Después de todo, era la primera persona que su mente no bloque el rostro de alguien. Podía notar los leves detalles que podrían caracterizarla, solo que mirada se vio atraía por el remover de su cabello, un movimiento que dejó a la vista parte de su nuca, en donde podía aquellos trazos tan exactos y casi invisible si alguien lo notara de reojo.
Shikamaru era muy observador por naturaleza, y fue perfecto para él notarlo.
Y esa chica, mantenía en su nuca, con mucha precisión algo que reconoció de inmediato, en esa área estaba marcada, punto por punto; un leve trazo; estrella por estrella, plasmada en su piel, logró completar a la dulce e inocente Andrómeda
Y mientras el saber del caramelo en su boca se deshacía se dignó a observarla solo un poco más, mientras se preguntaba: ¿Quién era la chica?
Y aun cuando en el espejo de todos podría ser el perfecto asesino, el candidato exacto para representar al conocido malvado de cualquier lugar, la realidad era otra.
Shikamaru era un amante de las estrellas.
¿Alguna vez han escuchado sobre la vida que tuvieron las estrellas, antes de subir al inmenso cielo que nos rodea cuando cae la noche?
Él sí las escuchó, y no solo por la adoración de su madre por las historias fantasiosas antes contadas, sino por su cuenta, supe de ellas. Ya sea por culpa de alguien o por daño a sí mismo, cada una de las cosas que vivieron, las conocía.
Sin embargo, no fue algo que lo atrajo a contarle a alguien, porque no era ese tipo de persona. Y desde que los rostros se mantenían como una borrosa mancha, se convirtió en algo imposible. Aquellas historias no las comparte, solo las guarda en su memoria como un raro conocimiento. No obstante, ese día las asoció por primera vez con alguien.
Quizás la observó demasiado, mientras estaba metido en sus pensamientos, porque Shikamaru la notó voltear hacía su dirección, en donde solo fueron segundos en los que sus miradas hicieron conexión, el tiempo suficiente para dejarlo en un estado tan extraño, que solo le quedaba suspirar cuando ella apartó la mirada.
Le restó importancia a lo ocurrido, y observó su reloj, notando los pocos minutos que habían pasado desde que había llegado a esa ahora. Volteó por última vez hacia su dirección, preguntándose por segunda vez.
¿Por qué esa sensación golpeaba su pecho?
Pero eso no lo detuvo para dormitar recostado en el árbol, mientras las clases de los demás pasaban con regularidad, se concentró en ideas futuras ya sea para él mismo, tratando de no recordar el pasado, ni pensar en las futuras responsabilidades que tenía.
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Trazos De Estrellas; ShikaNaru Fem!
Historia CortaLas estrellas... saben escuchar a los deseos acallados de los buenos corazones... sí en una noche cierras los ojos y les hablas sin temor, podrán escucharte. ...