Shikamaru

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No era la primera que me embobaba con la belleza inigualable que mantenía mi pareja. El color café claro de su piel, tan brillante al ser tocada por la luz de la luna, y a través de los recuerdos lo confirmo. 

Pareciendo inalcanzable. 

Ella era todo lo que antes no había conocido en una persona. 

Ella era ese algo que golpea tu ser de manera repentina, y deseas sentirlo siempre, cambiando todo lo que se encontraba dentro de mi cuerpo. Aun cuando quieres huir de toda esa sensación.  

Y aunque se viera tan imposible tenerla, Naruko, seguía siendo la persona que se había robado mi corazón con tan solo una sonrisa y el resplandor de sus ojos. La única que logró soportar esas histerias de vergüenza que tuve al tratar de confesarme, y luego darme cuenta de mis propias acciones, pero, aun así, gracias a eso, ella está aquí, frente a mí. 

Aun cuando me negué a todos esos momentos de tensión, en donde ella quería ayudarme con mis recuerdos con mi profesor Asuma, su muerte y mi salvación.  

El sonido de las olas, acompañado de la suave música que se mantiene en nuestra habitación, me relaja, dándome la oportunidad de abandonar a mis pensamientos y disfrutar de la hermosa realidad en la que estaba presente, volteo hacia la puerta, observo su espalda desnuda, mientras que otras partes de su cuerpo está siendo cubiertas por la manta, desde el balcón del hotel. 

Bebo lo poco que queda del vino tinto al entrar, cierro la puerta del balcón para no afectar la temperatura de su cuerpo, dejando la copa en la mesa de nuestra habitación, antes de acércame a la cama y delinear aquellas constelaciones que habían crecido en la piel de Naruko. 

Tan perfecta, y la voz en mi mente no duda en afirmalo.

Me asiento en el borde lateral de la cama, y con mi dedo índice acaricio la primera constelación que crecía en su hombro derecho, la primera que marcó el latido de emoción en mí... 

Acerco mi rostro a la piel desnuda de su hombro, y beso con los ojos cerrados aquella constelación. 

—Shikamaru... —la escucho murmurar aún dormida. Peino sus cabellos rebeldes, disfrutando a la leve sonrisa que aparecía en su rostro dormido—. Deja que duerma, me vuelves un desastre… y no dejas dormir. 

Solo puedo sonreír por su tonta respuesta, y espero a que vuelva a caer dormida para observarla tanto como deseaba. 

No sé con exactitud en qué momento fue que se convirtió en parte del cielo que amo observar, pero no me arrepiento de que fuese bendecido por los ángeles al tener historias escrita sobre su piel. Historias del universo entrelazadas con las suyas. Nadie las leyó, como desde un inicio fue su deseo no cumplido. 

—Shikaa... —murmura nuevamente, arrugando su entrecejo y apretando con su mano la sábana en el proceso. 

Sostengo el agarre de su mano y acaricio el dorso de la piel de su mano, tranquilizándola, le susurro: 

―Aquí estoy, cariño —logro calmarla, y me avergüenzo en el proceso. 

―No me dejes... 

―Eso jamás ―respondo, dejando caer un beso en sus labios. 

Mi camino siempre estuvo grabado en su cuerpo, como si estuviera destinado a descubrir lo que oculta a través de su piel, enamorándome de su historia, de sus ojos, de sus suaves mejillas, de todo su ser. 

Quise saber de ella en bocas de otros, para no tener que acércame, pero logré todo lo contrario, por eso estamos aquí. 

Por eso estoy aquí, junto a ella. 

Porque fui el único que se enamoró del universo oculto en su piel.   

Trazos De Estrellas; ShikaNaru Fem!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora