10. Pensamientos desconcertantes

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Capítulo 10

—Te juro que odio este uniforme —masculla Abby colocándose el delantal.

—Ya me sé esa frase de memoria —digo con una sonrisa.

Ella usualmente se pasa quejando cada vez que tiene que colocarse la vestimenta del trabajo. Eso es algo típico en ella. La ropa no es muy cómoda que digamos, pero hay que acostumbrarse.

No queda de otra.

Justo cuando estoy lista con mi uniforme impecable mi celular comienza a sonar y descuelgo emocionada, ya que se trata de mi mamá.

—Hola mamá, ¿Cómo estás? —le preguntó con felicidad.

—Hola cariño, yo estoy muy bien me alegra tanto escucharte, ah-h... ¿Tú, cómo estás?

A pesar de que mi madre es una persona muy alegre, esta vez la siento algo extraña, tengo la sensación de que algo no anda bien.

—¿Qué pasa mamá? —me apresuró a preguntarle.

Ella duda unos segundos antes de responderme.

—Eh... ¿Quée?... no, no pasa nada —suena muy nerviosa.

—Mamá te conozco —objeto—. Sé que algo no está bien, te pido que por favor me lo digas.

Escucho que suspira.

Abby frunce el ceño y se posiciona frente a mí.

—Escucha, antes de que te lo diga no quiero que empieces a sacar conclusiones de más ni a preguntar cosas que no son importantes.

Vaya al parecer sabe muy bien quién eres.

Pues claro es la mujer que me parió.

—Mamá... —pongo los ojos en blanco—. Solo quiero que no me mientas.

—Muy bien —murmura—. Me mudé de casa hace unos días.

—¿Quéee?, ¿Cómo que te mudaste? —lo admito sone bastante alterada.

Abby alza sus cejas luciendo sorprendida al igual que yo.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—No quería darte ninguna preocupación.

—Ay mamá ¡Por Dios! —vociferó molesta—. Sabes que te hubiera ayudado.

—Tranquila, tu tía Clarke me ayudó con la mudanza, ahora estoy viviendo con ella.

Escuchar eso me alivia mucho, al menos ella no estará más sola.

Pero... la intriga aún sigue ¿Por qué mamá se cambió de casa así tan repentinamente? Ella adoraba esa casa, pase toda mi niñez y gran parte de adolescencia ahí, jamás iba a irse así porque si y para que lo hiciera tuvo que suceder algo malo.

Siempre siendo negativa.

—¿Elina estás ahí? —escuchó nuevamente su voz.

—Eh... si —pasó una mano por mi frente—. ¿Por qué exactamente te cambiaste de casa?

—Después de lo que pasó con aquellos hombres, supuse que seguirían viniendo así que decidí que lo mejor era marcharme.

—¿Volvieron a ir?

—No —aclara al instante—. Pero unos tipos estuvieron afuera de la casa casi todos los días, e incluso camino al trabajo también me perseguían —hace una pausa—. Además, varios de mis compañeros de trabajo me comentaron que unos hombres bastante extraños estuvieron preguntando por mí.

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