Confrontación

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Pasó un rato antes de que el silencio se rompiera por el propio Procustes, quién se dirigía a la joven escritora.

-¿Así que vas a quedarte?

Frankelda bajó el libro y lo miró.

-Creo que ese asunto ya ha sido aclarado, necesitaban un escritor, y por eso estoy aquí.

Para sorpresa de Frankelda, aquel enorme bicho sonreía.

-¿Qué te contó de mí el príncipe? ¿Qué soy un viejo que escribe muy mal? Ese chico engreído y caprichoso, no sabe todo lo que implica mi puesto, y no sabe nada de lo que tengo que pasar todo el tiempo al escribir, el estilo sólo se puede forjar con experiencia.

Frankelda lo miró de forma seria.

-Señor Procustes, no entiendo a qué quiere llegar. Su especie está en peligro ¿Verdad?

Procustes cruzó los brazos.

-Sí

Entonces está procedió a explicar de manera amable pero muy segura de sí misma.

-Herneval me ha dicho que mis cuentos pueden ayudarles, y que aquí puedo seguir escribiendo, y no hay nada en el mundo que ame más que escribir, y realmente me gustaría que mis historias sean conocidas y si al hacerlo, los estoy ayudando a ustedes ¿Podemos estar todos contentos no es así?

Procustes gruñó por lo bajo.

-Lo tienes todo muy claro señorita escritora, solo espero que también entiendas que hay sólo una manera de hacer un trabajo como este.

-¿Sólo una manera?

Frankelda levantó una ceja intrigada.

-La que yo conozco.

Respondió Procustes sonriendo.
Frankelda negó con la cabeza y volvió a levantar el libro entre sus manos para continuar leyendo.

-Señor Procustes, yo no me meteré con sus modos, mientras usted no se meta con los míos.

Ahí acabó aquella conversación por el momento.

En otro lugar, Herneval volvía a estar frente a su padre, quién le contaba gustoso que las primeras pesadillas que mandaron hechas con las historias de Frankelda habían tenido una respuesta mejor de la que esperaba, y le preguntó a su hijo si la escritora seguía haciendo cuentos, a lo que este respondió que sí, le dijo entonces que bien, se asegurará de que lo siguiera haciendo, y Herneval rodó los ojos.

A él realmente le fascinaba leer las obras de Frankelda, y estaba dispuesto a estar a su lado para ayudarla a cumplir su sueño, en cuanto pudiera, le daría el puesto de pesadillera a ella y encontraría la forma de que su nombre estuviera en todo, se imaginaba lo feliz que Frankelda se pondría cuando esto sucediera, por ahora, lo único que podía hacer era cortar la tensión que se sentía en el silencio entre la escritora y el pesadillero al volver con ellos, Frankelda rápidamente se levantó a preguntar a Herneval que significaba ese párrafo del libro que traía en las manos, señalando también un dibujo, con una media sonrisa él se puso a explicarle con paciencia, con Procustes mirando de reojo.

Fanfic oculto para Frankelda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora