La decisión más importante

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La mansión era realmente grande, los pasillos tan largos que Frankelda perdía la noción del tiempo, las escaleras eran tan altas que al mirar abajo bien podía darle vértigo, pero la joven tenía los ojos al frente, a veces tenía que empujar las alas de Herneval que le golpeaban cuando este las encogía para pasar por marcos de puertas que eran más pequeños, y eso hacía al muchacho voltear y disculparse, hasta que al fin llegaron a la habitación dónde estaba el pesadillero real.

-Procustes, estoy de vuelta.

Con una mano hizo pasar a Frankelda frente a él.

-Te presento a Frankelda la gran escritora de la que te hablé. Frankelda este es nuestro célebre pesadillero real.

Herneval tenía que cuidar ahora sus palabras, ya le había dado a entender a Frankelda que este personaje viejo y arañoso no tenía talento a su parecer, pero por el mandato del rey y por algo más, si Frankelda decidía quedarse, estaría trabajando con él, Procustes lo sabía, por lo que sonrió de forma siniestra.

-Mucho gusto.

Dijo Frankelda saludando, y Procustes hizo lo propio con una reverencia, fingiendo que le alegraba aquel encuentro.

-Volvió justo a tiempo.

Procustes sacó y extendió una larga tira de papel dónde estaba escribiendo, y Herneval rápidamente se puso a explicar.

-El señor Procustes dice tener lo llamado, un bloqueo de escritor, lleva un tiempo trabajando en esa historia pero no sabe cómo terminarla.

Frankelda dió un paso al frente y se acercó con cuidado de no tocar las patas de Procustes.

-Acércate muchacha, dime, que te parece.

Frankelda se asomó al papel con cuidado y luego comenzó a leer, concentrada, repasó las últimas líneas escritas un par de veces antes de mirar a Procustes.

-¿Todas tus historias terminan así?

Procustes le lanzó una mirada arrogante.

-¿Así cómo? Es un giro de tuerca ¿Nunca has escuchado de uno? ¿Sabes algo siquiera de escritura?

Frankelda lo pensó un poco.

-Bueno, podrías hacer que el cambio no sea tan brusco ¿Me permites?

Frankelda tomó otra hoja del escritorio y sacó el tintero, rápidamente comenzó a escribir, lo hizo hasta haber llenado media hoja y le mostró a Procustes.

-¿Qué tal si intentas esto?

Procustes prácticamente le arrebató la hoja de la mano y se la acercó mucho a sus ocho ojos para leer mientras se ajustaba los lentes, gruñó por lo bajo y miró a Frankelda como si quisiera matarla, pero Herneval cruzaba los brazos en forma de advertencia.

-No está mal pequeña escritora.

Procustes se obligó a sí mismo a sonreír.

-No está tan mal tu idea, por favor, salgan necesito enviar estas pesadillas para que las repartan.

Saliendo al pasillo Frankelda preguntó.

-¿Enviar pesadillas es parte del trabajo de pesadillero?

-No exactamente, él entrega los cuentos que ha creado para que las pesadillas sean creadas.

Herneval tapó con un ala la puerta cuando escuchó que Procustes gritaba de furia, y así evitar que Frankelda lo viera furioso.

Herneval repasó en su cabeza las palabras que tenía preparadas, repetiría que si se quedaba ella podría ser la mejor autora de terror jamás conocida, pero una punzada en el corazón le impidió hacerlo.

-Y... Dime ¿Que te pareció? Mejor cuéntamelo en el camino.

Herneval ya la estaba llevando a la salida de la mansión.

-¿Cómo que en el camino?

Herneval suspiró.

-Frankelda, voy a llevarte a casa, solo quiero pedirte un favor, ¿Podría usar al menos una de tus historias? Es todo lo que necesito, y tú puedes pensarlo y ya me dirás si aceptas ser nuestra escritora o no.

Por ahora, eso sería suficiente para darle tiempo a pensar en otra cosa que hacer, pero Frankelda le dió una mirada contrariada.

-¿No querías que me quedara para que fuera tu escritora ya?

Herneval se pasó una mano por el cabello.

-Sí, pero no tienes que decidir ahora además...

En un arranque de angustia tomó a la joven de los hombros.

-Escucha, si te quedas demasiado tiempo aquí, puedes morir en el mundo humano.

Frankelda le preguntó de inmediato sin dejarlo seguir.

-¿Entonces yo... Esto, desaparecería mi conciencia?

Herneval la soltó y negó.

-Bueno, no, tu conciencia seguiría aquí, tú seguirías aquí, pero jamás podrías volver a tu antigua vida, estarías muerta. Mira, no tienes que decidir ahora, no te precipites, podemos discutirlo en el camino.

Pero Frankelda no se movió de su lugar aunque Herneval quisiera emprender el camino de regreso, ella estaba pensando, en su familia, sus hermanos y su padre, pensó que en realidad, nadie la extrañaría como cualquiera podía esperar, y luego pensó en la escena que presenció de Herneval, que aunque él no lo supiera, ella podía notar esa preocupación que estaba intentando ocultar.

-Ya lo he decidido, voy a quedarme.

-¿Qué?

-Seré tu escritora, no pienso volver.

Inesperadamente Herneval la abrazó, la abrazó con fuerza atrayendola hacia su pecho.

-Gracias, gracias Frankelda.

Le susurró al oído con calidez.

Fanfic oculto para Frankelda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora