Cuentacuentos

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Frankelda pasó casi toda la noche escribiendo, cuando iba terminando le pareció escuchar una risa, al asomarse al agua una niña verde que salía a la superficie la estaba observando.

-¿Hola?

Se dirigió Frankelda a la recién llegada cerrando su libro cuando la niña se le acercó más.

-Hola, soy Olga, ¿Qué escribes?

Frankelda sintió curiosidad, ya que no recordaba haber visto a aquella niña en el pueblo, pero sí recordaba que habían mencionado sirenas en alguna ocasión.

-Es una historia, una historia de terror.

Dijo volviendo a abrir el libro para mostrarle un dibujo de lo que escribía.

La niña sonrió interesada viendo las páginas que ella le mostraba.

-¿Podrías leerlo?

La animó sentándose junto a ella con rostro emocionado, Frankelda un poco sorprendida también se animó y terminó asintiendo más contenta para empezar a leerle una parte del cuento, cuando iba a cambiar de hoja la niña le dijo.

-¡Cuentas muy bien tus historias! ¿Me acompañarias al pueblo?

Frankelda se sintió extrañada y luego se mostró un poco desanimada.

-Es que, no quería ir al pueblo.

Pero la niña ya caminaba de nueva cuenta hacia el agua.

-Sígueme, te quiero mostrar algo.

En la mente de Frankelda, eso podía terminar mal de muchas formas, pero aún así tomó sus cosas y la siguió, la niña se había metido al agua y nadaba apenas mostrando su cabeza, Frankelda iba flotando por la orilla, hasta que empezaron a ver casas, entonces la niña le dijo.

-Es por aquí.

Pero al salir, tras ella también salió una enorme sirena con el aspecto de un ajolote, al verla, esta solo saludó a Frankelda y ella solo devolvió el saludo, conforme iba avanzando, algunos sustos la miraron y empezaron a murmurar entre sí.

-Ya está aquí.

Se decían unos a otros, hasta que la niña le señaló lo qué parecía ser unas gradas, tomó su mano y la hizo caminar hasta ahí, luego la niña empezó a gritar.

-¡Vengan todos! ¡La escritora nos va a contar un cuento!

Frankelda abrazó su libro viendo como muchos sustos iban y se sentaban en las gradas observándola, incluyendo a Olga y a la sirena tras ella.

Frankelda se sintió nerviosa, todos estaban observando con interés cada uno de sus movimientos, así que tomó una bocanada de aire y abrió su libro.

-Así que quieren una cuentacuentos, bien, puedo hacerlo. 

Frankelda buscó una página, y encontró una historia para leer, mientras comenzaba a leerla, se acomodó sentándose y cruzando las piernas, los sustos la escuchaban con atención, Frankelda se fue emocionando mientras leía en voz alta, transmitiendo también esa emoción a sus espectadores que veían con asombro como la escritora contaba aquella historia.

Un par de alas se aparecieron cerca de Frankelda, luego Herneval se deslizó sentándose a su lado, la veía también mientras ella contaba la historia haciendo mímica con las manos, apenas lo vió de reojo, pero le regaló una pequeña sonrisa en una pausa antes de continuar.

Todos aplaudieron cuando Frankelda terminó de leer la historia y cerró su libro, llenándola de halagos y afirmando lo buena escritora que era, se veían emocionados, aunque a alguien se le salió decir.

- Tenía razón su alteza, no cabe duda que la única que podría hacer esas historias es ella.

Frankelda miró al príncipe que luego de pensarlo un momento se acercó a ella.

-Así que fuiste tú.

Le dijo cruzando los brazos con una expresión un poco acusatoria.

-Bueno, quería que los sustos supieran de primera mano la grandiosidad de tus historias, sin el filtro de Procustes de por medio, oficialmente, las historias deben estar a nombre del pesadillero real, pero, quién te haya escuchado sabrá cuál es el nombre que tiene importancia.

Frankelda se sintió conmovida, se llevó las manos al pecho.

-Ay, gracias Herneval.

Este, sonrió un poco más confiado ante la reacción de ella y le tomó ambas manos entre las suyas. 

-¿Podrías volver al castillo? Me preocupa que estés vagando sola por ahí.

Frankelda hizo una mueca y retiró las manos.

-No sé.

Eso hizo a Herneval trabarse un poco.

-Bueno, p- podrías quedarte en el pueblo...

Herneval se calló, era claro que sabía que ella se la había pasado fuera, pero no quiso revelarle directamente que la estuvo siguiendo, aunque quizás ahora resultaría evidente que fue él quién mandó a la niña alga a llevar a Frankelda hasta ahí, por lo tanto sabía dónde estaba.

-¿Y si quiero volver al mundo humano?

Soltó ella de repente y Herneval contuvo la respiración.

-¿Quieres volver al mundo humano?

Frankelda asintió muy segura y Herneval no lo dudó.

-Si eso es lo que quieres te llevaré, sólo que las cosas quizás estarán muy diferentes ahora.

Ya estaba acomodando las alas para volar y extender una mano a Frankelda cuando esta lo detuvo. 

-Espera espera, ¿En serio me llevarías ahora mismo?

Ahora el joven búho se sintió confundido, sin saber que responder, Frankelda sonrió y le tomó la mano.

-Vayamos a casa.

Herneval se sintió aliviado, había pensado que seguramente ella querría ver a su familia, y tal vez vería como era la vida sin ella ahí, si iban, todo lo vería como una fantasma, pero Frankelda le estaba ahorrando enfrentarse a eso, así que algo contento fue junto a ella de vuelta a la mansión, no estaba seguro de si ella lo había perdonado, pero al menos ya no se le veía enojada, la idea de la cuentacuentos había salido mejor de lo que esperaba.

En una ventana, Procustes veía al pueblo con las manos de muchos dedos entrelazadas tras su espalda, se sentía apático por ver cómo Herneval había prácticamente detenido a todo el reino sólo para hacer algo que contentara a la escritora, en su opinión, el príncipe manejaba las cosas de una pésima manera, y aún así, la sombra tras de él que lo veía fijamente le habló de repente.

-Hermano ¿Podemos hablar?

Dijo el rey de los sustos detrás del pesadillero.

Fanfic oculto para Frankelda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora