Tenía que ser un sueño. Uno agotador, sin duda, pero el más bonito y feliz que había tenido nunca.
El día había sido ajetreado. Lo dedicamos esencialmente a preparar cuerdas y palos de madera con los que destrozar mi precioso vestido para convertirlo en una colorida tienda de campaña en todo el medio de la pradera, como si aquella vasta extensión de paja seca fuese nuestro peculiar jardín.
Invertimos también un buen rato en quitar hierbas de los alrededores de la tienda para evitar la proximidad de un exceso de bichos y para tener una zona cómoda donde montar una hoguera que Kristoff prendió con una habilidad pasmosa y, por fin, nos dispusimos a descansar a la luz de la Luna.
—Quizás mañana debería probar a pescar algo —comentó tumbándose sobre la tierra con los brazos cruzados tras la cabeza mientras perdía su mirada en el cielo.
—¿Cómo?
—No lo sé. Supongo que entrando con algún tipo de arpón de madera.
—¡¿Al mar?!
—¿De dónde piensas sacar los peces si no?
—¡¡Ni hablar!!
—¿No?
—¡¡No!! ¡No vuelvas a entrar ahí!
—Anna...
—Por favor... no... no quiero perderte, ¿vale?
—No vas a perderme porque me meta hasta la cintura.
—¡Eso no lo sabes! ¿Y si hay algún pez venenoso? ¿Y si hay tiburones? ¿Y si hay un foso al centro de la tierra?
—Lo último lo veo bastante poco probable, pero está bien. Supongo que podemos tirar con lo que encontremos por ahora. Aunque si no resulta suficiente, habrá que buscar una solución.
—Estoy dispuesta a chupar cada milímetro de líquen de ese bosque con tal de no volver a entrar ahí.
—Oh, ya contaba con el líquen.
—¿Qué? ¿En serio?
—Te sorprendería la cantidad de líquen que he comido hasta ahora.
Sorprendida y un poco asqueada, me di cuenta de la cantidad de cosas que no sabía sobre aquel hombre que me sonreía pese al cansancio. ¿Cómo sería su familia? ¿Les iría a echar de menos? ¿Cómo sería de adolescente? ¿Qué querría ser de mayor cuando era niño?
—¿Echas de menos a Elsa?
Quizás no era la única pensando en cómo se sentiría el otro...
—No diría que la echo de menos. Más bien, estoy preocupada por ella. Pude escuchar sus gritos desde el agua. Seguramente piense que hemos muerto.
—¿Crees que te buscará?
—No lo sé. Supongo que buscarían por la zona, pero... Tampoco puede recorrerse el planeta entero en busca de alguien que lo más probable sea que repose en el fondo del océano, ¿no crees?
—¿Qué habrías hecho tú en su lugar?
—Habría removido hasta el fondo del océano...
Kristoff se incorporó, se sentó tras de mí abarcándome con sus piernas y permitiéndome reposar sobre su torso y comenzó a acariciar mi cabeza suavemente.
—Pero ella es diferente, ¿sabes? —añadí—. Ella tiene los pies en la tierra y tiene un reino que gobernar. No creo que tarden mucho en celebrar nuestro funeral y en seguir adelante.
Sus caricias pasaron a mis brazos y tentativamente a mi vientre mientras en ritmo de su respiración me subía y bajaba lenta y firmemente.
—¿Crees que sería mejor que nos asentásemos más dentro del bosque? —pregunté entregándome a la dulzura de sus caricias.
—¿Por qué?
—Sería más discreto.
—No hemos visto ni oído a ningún animal peligroso. ¿De qué debemos escondernos?
¿Debía decirle de verdad lo que pensaba? ¿Hasta qué punto le parecería bien estar condenado a vivir en aquella isla para siempre?
—Tú... ¿quieres que nos encuentren? —pregunté asustada de saber su respuesta.
—Creo que sería bueno que estuvieses en un lugar más seguro.
—Y, ¿entonces? Cuando nos encontrasen y volviésemos a Arendelle... ¿qué sería de nosotros?
Sus caricias cesaron y sus brazos me estrecharon fuertemente contra su cuerpo mientras sumergía su cara entre mi pelo.
—Supongo que tú acabarías casándote con un apuesto príncipe al que no le gustase el mar y que yo renunciaría al trabajo y me volvería a las montañas a intentar ganarme la vida hasta que la pena se me llevase de este mundo miserable.
—Vaya, qué dramático.
—Pero verosímil.
—¿Crees que me casaría con otro hombre?
—Creo que los dos sabemos que no te quedaría más remedio.
Agaché la cabeza conteniendo las lágrimas y le di las gracias a Dios por estar allí con él en lugar de organizando un matrimonio que no deseaba.
—Pero, si se da el caso, por favor, que sea con alguien menos baboso que Hans.
Me giré hacia él y le vi poniendo una mueca de desagrado.
—¿No te gusta Hans? —pregunté jugueteando con su flequillo.
—Le odio —contestó rotundamente.
—¿Por qué? —inquirí de nuevo fingiendo inocencia sabiendo perfectamente cuál era la respuesta.
—Porque he visto cómo te poseía con la mirada. Le he visto tocar tu piel con sus finos guantes blancos y he deseado con todas mis fuerzas que jamás supiese cuál era tu tacto de verdad. He visto cómo te proponía matrimonio sin pensar en cómo te estabas sintiendo, y he imaginado más veces de lo sanamente posible su cuerpo sobre el tuyo, haciéndote disfrutar y dándote una familia.
Fueron sus lágrimas las que se escaparon esa vez, pero no supe si eran a causa del dolor del recuerdo o del alivio del presente.
Acaricié amorosamente sus ya rasposas mejillas y enjugué cada una de las lágrimas que las recorrieron.
—Nunca habrá un hombre para mí más que tú. Nunca disfrutaría en brazos de otro. Nunca me le entregaría.
—Anna...
—¿Sí?
—Desde que despertamos en esta isla, soy el hombre más feliz del mundo.
—Yo también soy feliz a tu lado, Kristoff. Jamás imaginé que tendríamos esta suerte.
—Pero...
—¿Pero?
—Pero... no sé durante cuánto tiempo vamos a poder mantener esto. ¿Crees que nos adaptaremos? ¿O simplemente malviviremos hasta que una infección o la propia desnutrición se nos lleve por delante? Si... si da la casualidad de que nos encuentran, quiero que vuelvas y que seas feliz, aunque no sea conmigo.
—¡Serás estúpido! ¡Como vuelvas a decir una vez más que puedo ser feliz sin ti, me voy a asegurar de comprobarlo lanzándote por un barranco! ¡Te digo que tienes que ser tú, ¿me oyes?! ¡¿Te entra en la cabeza?!
—Vale, vale, lo pillo, fierecilla.
Una sonrisa de genuina felicidad cruzó su rostro borrando toda la rabia del mío de un plumazo.
—Te quiero, Anna.
—Te quiero, Kristoff.
Y así, revolcándonos por el terroso suelo de una isla perdida en medio de la nada, nuestros labios se unieron (por fin bilateralmente) sellando nuestro amor.
ESTÁS LEYENDO
Llévame a casa
FanfictionUna fuerte tormenta en el mar amenaza con hacer repetir la historia. Descarga de responsabilidad: No poseo más que mi propia vida.