Capítulo 2

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—Por fin hemos terminado por hoy. Kristoff, llévame a casa.

—Como desee, Ma'am.

"No estoy enamorada. ¡Por supuesto que no estoy enamorada! Eso sería una completa estupidez por mi parte. Pero, si lo estuviese, y sólo si lo estuviese... sería de él.

Hace ya unos meses que este muchacho fue contratado como cochero. Por lo visto antes era cosechador de hielo, pero, parece ser que se trata de un negocio en declive, por lo que tuvo que buscar una alternativa. Sin duda, tiene el cuerpo de alguien que ha trabajado duro. De hecho, el traje de cochero casi parece un disfraz puesto sobre él. Sin embargo, su profesionalidad es abrumadora. Hace un servicio impecable siempre; es infinitamente más puntual que yo (aunque eso tampoco tiene mucho mérito, todo sea dicho); y, pese a lo serio que parece, siempre tiene una amable sonrisa para mí. Supongo que es parte de su trabajo, pero, en todo caso, no es de extrañar que haya logrado semejante puesto siendo tan joven. ¿Cuántos años tendrá? Diría que es algo mayor que yo, pero no demasiado. Creo que podríamos entendernos bien.

¿Entendernos? ¿Quién ha dicho eso? ¿En qué clase de entendimiento estoy pensando? Bueno, como amigos, por supuesto. Quizás charlar de esto y aquello, ir a dar una vuelta juntos... Nada indecoroso. ¿Indecoroso? De nuevo, ¿en qué estoy pensando?

Para ser honesta, hay algo en él que me atrae. No sé qué es. A ver, es evidentemente guapo, aunque de una forma más ruda que elegante, pero no se trata de eso. Hay algo más. Hay algo en cómo sostiene mi mano para ayudarme a bajar del carruaje, en cómo atiende a los caballos con sumo respeto como si le supiese mal hacerles trabajar; en cómo recoloca las cosas que están fuera de su sitio cuando cree que nadie le ve. ¿Espiarle? ¡En absoluto! Es siempre casualidad. Pero, cuando me descubre, frota enérgicamente su nuca y se encoje de hombros sin saber qué decir y yo sólo puedo contener la carcajada que me pide el cuerpo. Es natural y sencillo, es atento y detallista, es... no es mío. Sin embargo, hay algo en cómo su sonrisa se ladea ligeramente hacia un lado; hay algo en la suave melodía de su voz, y hay algo en sus ojos: en cómo me mira, en cómo brillan, en cómo sonríen, en cómo siento que me atraviesan el alma desde la primera vez que cruzamos miradas, como si, de algún modo, sí que fuese un poco mío.

Pero nada de todo esto tiene sentido. Es algo que, sencillamente, nunca podrá ser. Una princesa no está autorizada a elegir a un plebeyo como compañero de vida. Me pregunto de qué sirve tanto poder sobre los demás si, al final, no tienes poder sobre tu propia vida. Así pues, cada noche me acuesto convenciéndome a mí misma de no soñar despierta con ese hombre, de no complicarme la vida de tal manera, de no meterme en batallas perdidas. Y, al final, sin atender a razones, cada noche, es el recuerdo de su tacto lo que me lleva al mundo de los sueños."

—Anna.

"Un suave susurro y una dulce caricia en la mejilla me devuelven de nuevo al mundo de los despiertos. No deja de ser curioso que sea el mismo tacto el que me duerme que el que me despierta. Podría acostumbrarme a esto."

—Espera, ¿qué?

Abrí los ojos y allí estaba él. Con una expresión de sorpresa, casi de susto, y, a la vez, una obvia sonrisa contenida entre sus labios.

—K... ¿Kristoff?

—¡Lo siento! He intentado despertarla por todos los medios, pero no reaccionaba a nada.

—¿Despertarme? ¿Por qué? ¿Dónde está Kai?

—Desgraciadamente, Kai sufrió anoche un percance en las escaleras y una de sus piernas ha quedado temporalmente inhabilitada.

—¡Oh, Dios mío! ¡¿Está bien?! —pregunté mientras me incorporaba horrorizada.

—Oh, sí, no debe preocuparse. Se encuentra bien. Sólo algo... impedido.

—Entonces... ¿vas a hacer tú su trabajo?

—¡Imposible! Ese hombre hace él solo el trabajo como de tres personas! Nos hemos repartido sus tareas. Gerda dice que sería inútil intentar encontrar un sustituto. Así que, tras hablar con vuestra hermana, se ha decidido así.

—Y... ¿vas a venir a despertarme tú siempre?

—Gerda me ha confiado su despertar, Ma'am. Cada día a la misma hora hasta que Kai esté recuperado.

—De acuerdo... Pues buena suerte con eso. No soy fácil de despertar, ¿sabes?

—Me ha quedado bastante claro, Ma'am —contestó con una leve carcajada.

Así que, ¿ésa era su risa? Una buena forma de despertar.

—Haré lo que esté en mis manos.

"¿Me acaba de guiñar un ojo? Que alguien me sujete..."

—Como antes está bien.

—¿Disculpe?

—Anna. Anna está bien. Llámame Anna.

—Como desees, Anna.

Un repentino cosquilleo recorrió mis tripas al escucharle decir mi nombre de nuevo.

—Gracias por despertarme, Kristoff. Puedes ir a cumplir con tus obligaciones.

Kristoff asintió con una ligera reverencia y salió de mi habitación.

—Que tengas un buen día, Anna.

—El mejor.

Llévame a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora