Elsa y Kristoff se giraron alarmados ante la nueva voz que se inmiscuyó en su conversación desde el otro lado de los barrotes. Al buscar su origen con la mirada, se encontraron a Olaf, el agradable gobernador de Portugal, que les dedicaba una sonrisa de oreja a oreja, seguido por mí que me mordisqueaba las uñas de pura impaciencia.
Elsa abrió las rejas y yo me lancé desesperada a los brazos de Kristoff, colgándome de su cuello y escondiendo mi rostro en su pecho. Dios... creía que la próxima vez que le viese sería en una horca. Acaricié su cuello agradecida por lo sano que parecía entre mis manos y disfruté de cómo se aferraba a mí con el mismo entusiasmo y diría que con algo de anticipación.
—¿Qué es esto, Olaf?
—¿Sabe, reina Elsa? Hay una isla desierta en mis territorios que está necesitando de un fuerte y heroico conde que la guarde.
—¿Qué insinúa?
—No insinúo nada, estoy otorgándole a Sir Kristoff Bjorgman la nacionalidad Portuguesa, el cargo de Conde y la isla que, en cuanto firme unos cuantos documentos, pasará a ser suya.
—¿Está de broma? —preguntó Kristoff con total incredulidad ante aquella surrealista noticia.
—¿Cree que una isla que nadie quiere y un pacto de amistad y cooperación entre nuestras naciones será suficiente aportación para que su consejo acepte entregar la mano de su princesa? —preguntó Olaf con una sonrisa de autosuficiencia e ignorando totalmente la pregunta de Kristoff.
—¿Por qué lo hace? —preguntaron Elsa y Kristoff a la vez.
—Sólo soy un enamorado del amor. Y tampoco me parece mal negocio un buen pacto con un reino próspero a cambio de un cacho de tierra vacío y perdido en medio del mar, la verdad.
Algo asustada por su respuesta, me descolgué del cuello de Kristoff y le miré a los ojos mientras me destrozaba el labio con los dientes. Por fácil de convencer que hubiese sido Olaf... todavía había cosas que podían fallar.
—¿Aceptarás? —pregunté conteniendo la respiración.
—¡¿Lo dudas?! —contestó recuperando por fin la sonrisa que tanto había anhelado.
—¡¡Síiiiii!! O sea, no, no lo dudo, que sí que yupi y eso, no que sí que lo dude, es decir...
Pese a las estrecheces del lugar, Kristoff detuvo mi barboteo alzándome en brazos y girando conmigo en volandas riendo de puro gozo hasta hacerme chocar contra mi hermana. Después, se disculpó avergonzado mientras Elsa reía discretamente, me regaló un discreto besó en la mejilla y reverenció profundamente a los dos monarcas que nos estaban ofreciendo la vida.
—Les agradezco profundamente su favor. Ojalá sea capaz de pagárselo algún día.
—Me doy por pagado con nuestro pacto. Cuento contigo para cuidar de mi isla.
—Prometo que me esforzaré.
—Kristoff —añadió Elsa con una sonrisa—, hazla feliz. Es todo lo que te pido.
—Es todo lo que deseo.
—Entonces que así sea. Eres libre. Yo voy a organizar una reunión con el consejo. En el momento en el que tenga su aprobación, os lo haré saber. Hasta entonces, os lo ruego, sed pacientes y cautos.
Elsa se retiró seguida de Olaf que se despidió de nosotros con un guiño y Kristoff se volvió de nuevo hacia mí y me sumergió en un fuerte abrazo.
—Esta vez es real, ¿no es así? —preguntó con hilo de voz ahogado en mi hombro.
—Y si no lo es, me niego a despertar.
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Llévame a casa
FanficUna fuerte tormenta en el mar amenaza con hacer repetir la historia. Descarga de responsabilidad: No poseo más que mi propia vida.