—¿Qué es esto, Anna?
Poco a poco, la voz de la reina se fue colando en mis sueños y haciéndome reaccionar lenta y pesadamente.
—¿Anna? Creo que debería irme ya, parece que empieza a entrar luz —murmuré sin terminar de abrir los ojos aún mientras sentía cómo el cuerpo de Anna se iba tensando más y más a cada segundo.
—Vosotros...
—¡¡Elsa!! —exclamé saltando de golpe de la cama al procesar por fin la voz de la reina—. Quiero decir, reina Elsa... Ah... Esto...
—¿Desde cuándo? —preguntó ella fríamente.
—Elsa, deja que te explique —contestó Anna obviamente sin tener una buena explicación que ofrecer mientras ambos nos abrochábamos todos los botones abiertos de nuestra ropa.
—¿Desde cuándo? —repitió ella dejando que un leve tono airado invadiese sus palabras.
—Majestad, es todo culpa mía, Anna... la princesa Anna, ella no...
—¡No! ¡Nada de eso! ¡Yo también soy responsable de esto! ¡No puedes cargarle a él con la culpa!
—¡Anna! —protesté viendo cómo anulaba mis absurdos esfuerzos.
—Suficiente —dijo Elsa haciendo uso de su imponente tono de reina—. Kristoff, lo siento, pero a partir de este momento quedas arrestado.
—Lo entiendo.
—¡¡No!! ¡No puedes arrestarle! ¡No ha hecho nada!
—¡¿Esto es a lo que tú llamas no hacer nada?!
La guardia entró discretamente y me apresó dirigiéndome hacia la puerta para acompañarme a los calabozos. No opuse ningún tipo de resistencia, no tenía sentido; sabía que no había escapatoria. Siempre lo supe. Sin embargo, no me iría de su vida para siempre sin antes disculparme por arruinársela.
—Anna, lo siento.
Anna rompió a llorar ante mis ojos y no pude más que escuchar cómo su llanto se apagaba en el espacio mientras yo era encerrado en la celda que sería mi último hogar.
...
—He hablado con Anna.
La voz de Elsa me sobresaltó de nuevo apareciendo ante mí como salida de la nada. Algo más serena, se sentó en el interior de mi celda en el camastro que había justo frente a mí y me clavó su gélida mirada.
No sabía cuántas horas hacía que me habían llevado a los calabozos y me estaba volviendo loco pensando en cómo estaría Anna. ¡¿Cómo podía haberme relajado de esa manera?! Era todo culpa mía.
—Dice que te ama.
—Yo la amo también.
No tenía caso mentir a estas alturas.
La reina me escrutinó de arriba a abajo con aparente desconfianza en la mirada. Después, cerró los ojos, suspiró y relajó la postura.
—Lo sé. Lo supe cuando te lanzaste al mar a por ella. Hiciste aquello que ni siquiera yo me atreví a hacer. Pero, la verdad, confiaba en que, hubiese pasado lo que hubiese pasado en aquella isla, los dos hubieseis sido lo suficientemente inteligentes como para dejarlo atrás.
—¿Hay ya una condena para mí?
—Pensé en ocultarlo y evitar la condena, al fin y al cabo, te debo su vida. Pero los rumores tienen patas, ¿sabes? Hace unas horas el consejo se ha reunido.
—¿Me van a colgar?
—He tenido dos propuestas en esa línea, sí, pero no lo haremos.
Suspiré ligeramente aliviado. Al menos Anna no tendría que pasar por eso.
—La mayoría hemos estado de acuerdo en que no podemos matar al hombre que ha salvado a la princesa. Bueno, por eso y porque Anna me ha dicho claramente que si dejo que te maten, ella será la siguiente.
Un prieto nudo se colocó en el centro de mi garganta ante la idea de Anna cumpliendo sus palabras.
—Y, ¿entonces? ¿Qué vais a hacer conmigo?
—No puedo tenerte aquí para siempre, pero tampoco puedo consentir que vuelvas a ella.
—¿Destierro?
—Eso me temo.
—Si la conoces algo, sabrás que se escapará.
—No lo hará. No sabiendo que no habrá una segunda oportunidad para ti.
Agaché la cabeza hundido. No veía la diferencia entre ser colgado y no poder volver a verla.
—Escucha, Kristoff, quiero ayudaros, pero no sé cómo.
Alcé de nuevo la mirada y le dediqué un intento de sonrisa de agradecimiento.
—Anna insiste en que renuncia a su cargo.
—¿Qué?
—Dice que si deja de ser princesa, dejará de haber impedimentos entre vosotros.
—¿Puede hacer eso?
—¿Puede nacer de otros padres?
—Ya...
—He hablado con el consejo sobre darte un título en honor a tu hazaña y hacerte así válido para ella a los ojos de la sociedad, pero se han negado. Dicen que un título no es suficiente, que tienes que tener algo que aportar para ser aceptado.
—Nunca tendré nada más que lo que soy —susurré conteniendo las lágrimas mientras clavaba de nuevo la mirada en el frío suelo de piedra bajo mis pies.
—Y, sin embargo —dijo una voz conocida a nuestro lado—, quizás haya algo que se pueda hacer.
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Llévame a casa
FanfictionUna fuerte tormenta en el mar amenaza con hacer repetir la historia. Descarga de responsabilidad: No poseo más que mi propia vida.