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Prólogo

Una bonita niña de cabello rubio y un huracán verde en los ojos juega mientras espera que la recojan. Las clases han terminado, sus padres se encuentran trabajando y se vio obligada a esperarlos.

Si hubieran sabido lo que desencadenaría esa desafortunada decisión, talvez no lo hubieran considerado o no habrían confiado en quien no debían.

—Hola —un hombre portando el uniforme de la milicia se le acerca— ¿Eres Athenea?

La pequeña frunce el ceño desconcertada. Miles de preguntas llenaron su pequeña cabecita.

¿Cómo la conocía? ¿Qué quería ese señor? ¿Sus padres lo conocían? O quizá... ¿solo era un amigo de la familia?

No lo sabía, y tampoco podía adivinar que todas las respuestas a sus preguntas eran negativas.

—¿Quién eres? —inocente pregunta. La esperanza de no tener que esperar sola llena sus ojos— ¿mi papi te envió por mí?

—Si, preciosa —la lujuria se refleja en aquel rostro maduro con barba empezando a crecer y ojos profundamente oscuros— ven, te llevare a casa.

—¿Cómo te llamas? —inquiere dudosa— ¿Dónde vives? ¿A dónde me vas a llevar?

Aquel depravado señor nota la duda en la pequeña y por eso recurre a la táctica más baja que puede existir: engañarla utilizando una golosina. Algo muy simple y que algunos pensaran muy tonto, pero, aunque no lo crean es demasiado efectivo en un niño.

—¿Quieres un bombón?

La pequeña Athenea asiente con una enorme y sincera sonrisa en el rostro.

—Delicioso.

Aquella golosina había sido mezclada con un somnífero. La niña a los pocos minutos cayo en un ligero sueño ya que las cantidades del adormecedor eran pocas.

Si se excedía la dosis podía matar a la criatura y así no les serviría para su asqueroso propósito. Por eso, aunque corrían el riesgo de que despertara de manera inesperada no colocaban grandes dosis.

Preferían no cometer errores.

El extraño sujeto ha logrado su objetivo: secuestrar a la hija del general Dorian Armstrong. Ahora solo debe llegar a su destino con la mercancía.

No era algo personal, Athenea Armstrong fue solo un peón que se colocó en la cacilla incorrecta al momento que quisieron atacar a su padre, quien para su mala suerte se metió con personas muy poderosas que no iban a tolerar verlo meter las narices en su negocio.

El teléfono suena. Es su jefe llamando para corroborar si su lacayo siguió las ordenes que se le fueron impartidas.

—¿Tienes a la niña?

—Si, jefe —responde el hombre con una sonrisa victoriosa— ahora esta dormida, es muy bonita. Perfecta para el negocio.

—Ni se te ocurra tocarla, Jep. Es mía.

—Como ordene señor —responde Jep algo molesto, pues siempre le habían permitido estrenar a las niñas que llevaba antes de venderlas— ¿está seguro de que la niña no tiene ningún objeto de rastreo?

—¿Buscaste en su mochila como te ordene?

—Mierda —susurra por lo bajo.

El muy idiota se había olvidado de desactivar los chips que la niña llevaba encima. Sus padres son grandes personalidades de la Fuerza de Ataque Militar Estratégico, por lo que no descuidan la seguridad de su hija y solo una persona que trabaje en las mismas instalaciones tendría el conocimiento necesario para saber exactamente que buscar.

—En la mochila, idiota.

Rebusca una y otra vez sin éxito. Abre un bolsillo, otro y otro y no encuentra nada.

—Esta limpia —comunica finalmente Jep— creo que no tiene nada.

—Que te deshagas de toda la mochila, el dispositivo es colocado dentro de los tirantes. Dásela a algún vagabundo que veas.

Refunfuñando Jep obedece.

Tampoco es que tenga opciones, es obedecer o morir.

—Esta hecho.

—Más te vale no dejar cabos sueltos de nuevo o te entierro una bala en el cerebro —amenaza con voz fuerte el jefe— muevete que se pondrán a buscarla y no debemos andar por las calles cuando la búsqueda inicie.

—Como ordene —Jep responde y la llamada finaliza.

Conduce por calles largas, gira una, otra y otra vez hasta llegar a un sendero frondoso lleno de árboles verdes y enormes que provocan te pierdas si no conoces el destino exacto a donde debes llegar.

Se adentra hasta un poblado lejano lleno de pequeñas casas, uno que otro local comercial y muchos, pero muchos vendedores de drogas armados en cada esquina.

Llega a la casa más lujosa y se adentra en el estacionamiento. Apaga el motor del automóvil, abre la puerta del asiento trasero donde Athenea esta adormilada y la lleva dentro de la casa cargándola entre sus brazos.

Nadie sabía que planes tenían para con la niña, tal vez la venderían a un hombre pervertido pedófilo adinerado, quisa abusarían de ella antes de esclavizarla o se desarian de ella vendiéndola a una familia de buena posición que no podía engendrar descendencia, aunque también era probable que terminaran con su vida.

De cualquier manera, la acción cumplía su objetivo: Lastimar lo que el general Armstrong más ama y cobrarse la ofensa.

🥀

La niña despierta, lo único que puede ver son barrotes fríos de metal a su alrededor. Se encuentra en una jaula, encerrada e indefensa a la merced de los cinco hombres frente a ella sentados en una mesa.

—Ya despertó, ve e informa al jefe.

Sus piernas tiemblan al escuchar esa voz cruda y el miedo recorre por cada parte de su ser. En el fondo Athenea comprendió que querían lastimarla y eso la asustaba.

Solo un milagro podría salvarla, pero quizá cuando ese suceda ya sea demasiado tarde y de Athenea Armstrong; la pequeña niña rubia de bellos ojos verdes y sonrisa radiante que iluminaba hasta los días mas sombríos... ya no exista.

Su alma fue perforada, su inocencia robada de un momento a otro y su piel ahora teñida de rojo sangre y hematomas purpuras reflejaba la atrocidad de la que había sido víctima la inocente niña.

La lastimaron, abusaron y acabaron con pequeño ser que no era culpable de absolutamente nada...

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Amores destructivos #1 [Trilogía Destrucción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora