16. No te rías tanto

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16.  No te rías tanto

Cob tenía una sonrisa inmensa mientras Deneb le contestaba, a su manera, aquellas preguntas. El de la tele había tenido una idea genial justo antes de que Den diera su concierto en acústico. Se puso en contacto con Ach y le habló de hacer un reportaje de treinta minutos sobre Den. Diez minutos por programa. Den en acústico, Den en su día a día y Den en eléctrico. Tendrían que grabar mucho para resumirlo en sólo tres espacios de diez minutos para tres programas a lo largo de tres semanas, pero eso sería mucho más efectivo que una sola entrevista en su programa. Obviamente Ach dijo sí, sin leer la letra pequeña, siempre y cuando Deneb estuviese de acuerdo. Cob ordenaba en el programa, a pesar de sólo salir como colaborador, así que no le costaría incluir estos espacios en su sección como ya había hecho con otros artistas antes. Pero en éste tenía mucha fe, sabía que serían programas únicos. Le comentó la idea a Den justo antes de que saliera de casa para la presentación de su disco y, el rockero, le dio su visto bueno. Cob ya contaba con ello, por eso ya estaba en el hotel con un cámara y un técnico de sonido esperando a que la banda de su amigo llegara. La idea era grabar ese directo y hacerles unas preguntas a la banda sobre el nuevo disco. Dos días más tarde,  hacerle una entrevista en casa aprovechando que jugaba la selección el viernes contra Ucrania. Para acabar, grabar el directo del doce de abril, a sus fans y la reacción de Den de vuelta a los escenarios.

        Ahora estaban en el nuevo apartamento de Den, con la previa del partido puesta en la tele, sin volumen, cada uno en un sillón y Cob le preguntaba cosas que la estrella respondía con toda su naturalidad innata, haciendo reír a todos los que estaban en el salón. Al cámara, al de sonido, a Meg que los miraba desde la barra de la cocina americana y a Ach. Duhr y Rasalas, los hijos de Den, estaban haciendo sus deberes en la habitación de al lado. Ras apenas tenía nada que hacer son sus siete años y Duhr se había quejado mucho, muchísimo porque los viernes nunca hace los deberes, normalmente los deja para el domingo.

        Al principio, Den, se puso algo tenso porque su hijo de diez años se enfadaba con él. Hacía demasiado que no pasaban tanto tiempo juntos y no quería cagarla ya de primeras. La noche anterior estaba bastante nervioso porque Brit había accedido a que pasaran el fin de semana con él. Meg le había calmado diciéndole que era un gran padre y que sus hijos iban a estar encantados de estar en casa. Para él era difícil hacerse a la idea de que ahora tenía que compartir a dos personitas. No lo había pensado mucho todo ese tiempo porque todavía estaba haciéndose a la idea del cambio, pero aquel sería el primer fin de semana que los chicos estarían en su casa nueva y, por supuesto, era raro para todos. Eso, y que no sabía qué tal se portarían con Meg, era lo que más nervioso le ponía de todo.

        Pero bueno, había accedido a la entrevista de Cob, con la excusa de ver el partido después entre amigos, y pensaba que Duhr se lo terminaría pasando bien con Cob y Ach porque los conocía de sobra. Así no sería tan tirante el trato con Meg, seguro. Si, al final, todo iba a terminar favoreciéndose entre sí.

        —Así que ahora te gustan los conciertos pequeños y tranquilos, ¿eh? —le decía su amigo como si no le creyera una palabra.

        —En serio, tío. Me gusta así. Me gusta que sea exclusivo y que haya buen público que te aprecia y que paga caro por verte. Sobre todo eso, que pague mucho —contestó haciendo un gesto con la mano refiriéndose al dinero—. No, va, me pongo nervioso cada vez más fácil, tronco. Por eso me gusta que los conciertos sean un poco más calmados. ¿Sabes lo que quiero decir? No sé si sabría volver a ponerme encima de un escenario en un estadio con decenas de miles de personas coreando mi nombre.

        —¿Por eso no has aceptado ir al FIB este verano?

        —No… —soltó una carcajada sonora y señaló a Cob con un dedo. Aunque sabía que había una cámara grabándole, se mostraba de lo más natural. Las cámaras eran sus amigas. Los paparazzi no tanto—. No acepto ir al FIB porque la última vez nos vetaron del hotel porque el bajista rompió el trampolín de la piscina, de noche cuando no se podía estar, y alguien del staff vomitó en el agua y nos cayó una multa que te cagas. Además, de camino al ensayo, la furgo pinchó una rueda y estuvimos esperando como dos horas para cambiarla. Hacía demasiado calor. Fue un tormento. Aún queda mucho para que me apetezca ir de nuevo. ¿Sabes cómo te digo?

No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora