20. No me beses tanto

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20.   No me beses tanto

Para ser miércoles había bastante ambiente por allí, pensó Deneb al llegar a aquella fiesta. Aquella tarde había estado en una radio de promoción con la banda, había contestado otra sarta de preguntas coñazo con la mejor de sus poses pasotas, pero que hacían reír, y luego les habían invitado a un evento por la noche. Igual no habría ido semanas antes, pero estaba más contento últimamente y, además, Meg le habría obligado a ir de estar allí. Lo curioso es que fuera justo cuando ella no estaba. Iba a ir con Cob, si es que él no seguía pasando su semana de ensueño con Jill, que parecía ser que no. Lo que pasaba era que Cob aún estaba en plató, así que o bien lo buscaba allí o lo esperaba en la fiesta. Al final, entre pitos y flautas, terminó optando por esperarle allí e ir con el bajista de la banda.  Los demás estarían ya en la discoteca cuando ellos dos llegaran. Hacía tiempo que no iban todos juntos al mismo evento. Quizá desde la última entrega de premios que estuvieron nominados. Siempre faltaba uno, la última vez había sido él.

La fiesta era sobre los veinte años que hacía la emisora. Casi como el tiempo que él llevaba en el negocio de la música. Era en una discoteca en el centro. Había una alfombra verde sobre la acera y mucha gente esperaba tras unas vallas de seguridad, a que fueran llegando los famosos para pedirles autógrafos y gritarles lo guapos que eran y cuanto les querían. Deneb no tenía mucho problema con eso, aunque pudiera parecer agobiante. Además, los de seguridad eran bastante apañados. Le cegaron un par de flashes demasiado cerca de la cara, quizá por eso siempre llevaba gafas de sol, hasta de noche. Se paró a firmar a unas chicas que no paraban de gritar su nombre y se hizo una foto con ellas. Se excusó con el resto de personas alzando las manos y se metió para dentro donde otro millón de flashes le daban en la cara, sólo que ahora eran de fotógrafos profesionales.

     —Den, Den, ponte aquí. Aquí, en el photocall —le decían atropelladamente, señalándole una pared blanca con miles de logos de la emisora, de una compañía de seguros de coche y de unas bebidas alcohólicas asociadas. Qué ironía—. Den, mira aquí. ¡Mira aquí!

Y Den miraba. Sonreía tras sus gafas de sol, o se ponía extremadamente serio como un tío súper duro, sacaba dos dedos en plan: «comedme la polla», se volvía a reír, miraba al infinito como cuando le hacen fotos para el interior de los libretos de los discos… Se podía decir que todas aquellas tonterías de ser fotografiado le divertían. El bajista de la banda tiró de él con cierta molestia porque estaba profundamente aburrido de posar para revistas que seguramente ni lo mencionarían. Bueno, igual tenía suerte y lo mencionaban porque entró con el vocalista. Den se reía de la cara de su compañero y fue bromeando mientras entraban en la sala donde unas chicas muy guapas vestidas con unos vestidos mínimos  les sonreían. Eran azafatas de la bebida esa del photocall. Cada uno agarró una copa que les ofrecían y siguieron caminando hacia adentro. Den con una sonrisa de “miradme todos, ya estoy aquí”. Fue saludando a un montón de viejos conocidos que le estrechaban la mano y asentía a cuánto halago le hacían por su nuevo disco. Si se trataba de otro músico, y se llevaban bien, él también le comentaba algo bueno sobre lo último que había hecho. Si se trataba de un periodista, contestaba un par de cosas con su actitud descarada. Si se trataba de un viejo amigo, lo saludaba como si se hubieran visto ayer. Si se trataba de Russ Donovan, sentía cómo le recorrían miles de avispas en la tripa, amenazando con picarle y llevarle a un final trágico y ridículo delante de una de las personas que más admiraba en el mundo. Aunque podrían decirse amigos, Deneb siempre tenía esa sensación con ese hombre de que estaba como en una liga superior. Como si se tratase de Elvis o el mismísimo Lennon.

     —¿Cómo te va, Den? —le preguntaba el guitarrista con una cálida sonrisa que hacía al músico de cuarenta años sentirse como si fuera un niño de primaria—. Me he enterado de que has vuelto al negocio.

No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora