ONCE AÑOS Y NUEVE MESE DESPUÉS
El otoño había traído consigo el olor a paz y tranquilidad, lo típico en Nueva York, las hojas de los árboles caían una a una con un color muy hermoso, y a veces en grupo, cuando una ráfaga de aire frío las arrancaba de las ramas. La mañana del 13 de Julio, era tan tranquila como se podía esperar que fuera en una ciudad tan ajetreada como lo era Nueva York. Una mujer caminaba por las ruidosas calles de Nueva York, tomada de la mano de un niño y empujando un carrito.
La estación de trenes estaba tan ruidosa y llena de vida, por personas que miraban con curiosidad a las dos personas que se habrían paso entre la multitud.
—¿Listo? —preguntó ella, sonriendo al niño.
—Listo —aseguró él con una sonrisa idéntica a la mujer.
El lugar se encontraba lleno de gente, que igual viajaría. El niño se sujetó más al brazo de ella mientras observaba las figuras que pasaban a su lado, no podía distinguir la cara de éstos. Ella se volvió al niño y sonrió burlonamente.
—¿Tienes miedo?
—Claro que no —respondió el niño, levantando la barbilla orgulloso—. Yo no le temo a nada.
Una risita ligera brotó de los labios de la mujer. Ambos caminaron hasta llegar a la sala de abordaje. Los aviones se veía tan majestuosos como siempre. El niño miró a su alrededor, sus ojos se iluminaron.
—¡Es grandioso! —expresó con emoción.
—Vas a hacer muchos amigos nuevos, ¿no es así? —contestó ella, mirando al niño con añoranza—. Solo no vuelvas con una novia a casa ¿estamos?
—¡Iug! A mí no me gustan esas cosas —el niño arrugó su pequeña nariz, haciendo una mueca de asco.
—Eso es lo que dices ahora.
—Espero que tus dotes de adivinación no sean buenos como tus instintos de detective mami —ella se burló el niño—. Por el momento no quiero novia, es no me interesa mami.
—¡Nada de meterse en problemas jovencito! Te juro que si recibo una sola queja por algo que hayas hecho en el momento en que llegues te voy a castigar y no volverás a ir a ningún campamento.
—Bueno, bueno. Tú ganas —aceptó el niño.
—¿Qué hice yo para que salieras así? —ella suspiró resignado.
—No me culpes —el niño se encogió de hombros, sonriendo divertido—. Es herencia.
—¡Hey! ¡Yo no era una revoltosa!
—Eso dices ahora —el niño la imitó—. El tío Fin no piensa igual que tú.
Iba a responder algo a eso, pero no encontró argumento válido. Justo entonces alguien puso una mano en su hombro, distrayéndole.
—Vaya, vaya. Miren a quien tenemos aquí ¡Es Olivia Benson!
—¡Tío Sonny! —grito el niño.
—Oh, pero si es el pequeño Noah —sonrió Carisi, recibiendo el abrazo de oso del hijo de su jefa y amiga. Luego se separó y lo midió con su mano, como si hubieran pasado años sin verlo en lugar de solo un par de días—. ¡Cómo has crecido!
—¡Sí! ¡Al fin iré al campamento!
—¿Tan pronto? ¡Vaya, pero si hace un tiempo eras todavía muy pequeño para ir!
—He crecido —Noah infló el pecho, orgulloso—. ¿Verdad mami?
—Sí, cariño —musitó Olivia, mirándolo con melancolía. Carisi tenía razón, apenas ayer le pedía que lo cargara en brazos y ese día iría a un campamento de verano. No volvería a verlo hasta agosto—. Creciste muy rápido. Mi dulce niño.
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Cambio afortunado [barson]
أدب الهواةRafael Barba y Olivia Benson estuvieron casados por un breve lapsus de tiempo, vuelven a verse una vez que sus hijos gemelos nacieron. Se alejan definitivamente cada quien con un niño prometiendo nunca volver a verse. Los niños se encuentran en un c...