Cambio afortunado [barson]

Capítulo 7

CASA DEL A. D. A. RAFAEL BARBA, BROOKLYN, NUEVA YORK

Unos tímidos toques a la puerta de su estudio se escucharon, llamando la atención de Rafael.

—Adelante —dijo. Seguidamente, la puerta se abrió y, por el espacio entre ella, se asomó una cabecita de cabellos rizados. Él sonrió—. Pasa Matthew ¿Sucede algo?

—Yo... —comenzó Noah, mirándole tímidamente y retorciendo sus manos detrás de su espalda—. Me preguntaba sí...

—¿Sí?

—¿Podría estar aquí contigo? —pidió Noah ilusionado.

—Claro que si Matt —respondió su padre con una sonrisa—. No tienes ni porque pedirlo. Por cierto, gracias por las cartas que no recibí.

—Ah... yo... quería pasar tiempo con mis amigos —mintió Noah—. Ya sabes...

—Sí, ya lo sé —sonrió su papá burlón—. Me alegra que hicieras amigos y eso que decías que te daba miedo no poder hacer amigos.

—Sí, pero había buenos chicos allí...

Noah se sintió culpable de haber tratado tan mal a su hermano los primeros días de campamento, así que solo suspiró y fue a sentarse alado de su papá. No se sentaba en su regazo como lo hacía con su mamá porque él no parecía ser de los que permitieran eso, así que reprimió sus ganas de abrazarlo y se sentó en el sofá, mirando a su alrededor.

Se asombró de que en esa habitación hubiera tanto libros... su padre justamente leía uno en ese momento mientras escribía en una libreta con su pluma dorada. Noah hizo una mueca, con razón Matthew siempre llevaba un libro bajo el brazo. Se levantó y curioseó por los estantes, en busca de algo que le gustara. Vio un libro de tapa verde y decidió que ese le interesaba.

—¿Puedo tomarlo? —preguntó a su papá. Éste lo miró.

—Son tuyos mijo, puedes tomar el que quieras... no necesitas preguntármelo.

—Está bien —susurró Noah avergonzado—. Estaré en mi habitación.

Su papá asintió. Noah tomó el libro y lo abrazó contra su pecho, sintiéndose muy tonto. Se dirigió a su habitación escaleras arriba. Miró el lugar con curiosidad. Se acercó a la cama y la miró, estaba tan arreglada que le dio miedo, se recostó y miró al techo. Extrañaba su habitación había muchas calcomanías pegadas que hacía parecer el techo como el cielo estrellado de noche. Sonrió, pensando que quizá a Matthew le gustaría eso.

En la habitación de su hermano había más libros y solo uno que otro muñeco de felpa, recordaba perfectamente el perrito con el que su hermano dormía, solo ese se había llevado.

—¿Matt? —hablo su papá, tocando la puerta.

—Pasa papi.

—¿Me has dicho papi? —preguntó Barba burlón—. No me dices así desde los cuatro años...

—Las viejas costumbres vuelven —sonrió Noah—. Oye papi.

—Dime —Barba enarcó una ceja.

—¿Te gusta ser abogado?

—Bueno... me apasionan mucho trabajar en los tribunales —respondió, sentándose a su lado—. Pero no me agradan los abogados ineptos contra los que debo trabajar...

—Ya veo. ¿Solo te agrada la tía Rita?

—Ella es la única que me agrada de los abogados defensores —sonrió su papá, acariciando su cabello—. Pero no se lo digas.