I. Memorias

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Kiran jamás se arrepintió de sus acciones desde que estaba en Askr. Siempre consideró que las decisiones tomadas en conjunto con Alfonse, Sharena y Anna eran correctas y necesarias para obtener la victoria y asegurar la paz del reino. Pero no fue hasta cierto día en el que cuestionó sus métodos con tanta severidad que se quebró a sí misma. No dejaba de pensar en la única víctima que se había cobrado durante su larga estadía. ¿De verdad era la única salida con la que contaban? Su mente era incapaz de centrarse en otra cosa. Un recuerdo tormentoso que le impedía dormir por las noches a tal punto que prefería pasar despierta a descansar.

Había matado a Freyr, el rey de Ljósálfheimr, y no dejaba de culparse por ello. Sus manos temblaban cada vez que se le venía a la cabeza la imagen del bondadoso hombre que dio su vida por salvarla a ella y a la Orden. No lo entendía... ¿Por qué lo hizo? No tenían garantías de vencer a Freyja y su ejército de pesadillas, pero él depositó todas sus esperanzas en la invocadora al sacrificarse para que ellos tuvieran una oportunidad contra su hermana. Desde entonces, se sentía incómoda cuando los héroes le dirigían la palabra. Idealizan excesivamente su comportamiento, y cubrían a Kiran con halagos que le encogían el estómago de culpa. Ella no era más que una chica como cualquiera atrapada en ese mundo y deseando volver a su hogar. Todos sus dotes de mando, estrategia y combate los adquirió al llegar allí, pero no era ninguna de las cosas que sus amigos decían ser. No era fuerte, y mucho menos valiente. A pesar de ello, todos a su alrededor daban su último aliento por protegerla y cumplir sus órdenes.
Pero no era perfecta. Cometía errores, como todos, y ser incapaz de salvar a Freyr era una clara prueba de ello. Sus sueños tampoco la ayudaban. En reiteradas ocasiones, el soberano hacía aparición dentro de ellos, a lo que Kiran se quedaba de piedra en su lugar, con los ojos desorbitados y empañados de lágrimas. Su culpabilidad aumentaba cuando Freyr se le acercaba. Tan majestuoso como se mostró en vida, el soberano de los sueños acortaba las distancias con pasos gráciles, dejaba caer el ligero peso de una mano sobre el hombro de la invocadora y le dedicaba una sonrisa mientras sus ojos, dulces y suaves como la miel, envolvían los suyos. Su mirada serena resultaba hipnótica; sentía que nada malo pasaría mientras se ahogaba en las profundidades ámbar del regente. Y eso quebraba a Kiran. Ella lo había matado, y aún así, se aparecía en sus ensueños más dulces, haciéndole compañía, rodeándola con sus brazos, o simplemente regalándole profundas miradas que derretían su corazón. Jamás tuvo el placer de conocer a Freyr en profundidad, pero aún así, ¿por qué sufría tanto al pensar en lo que le había hecho? ¿Y por qué en sus fantasías él tenía un efecto tan intenso en ella? Casi parecía que lo conocía de toda la vida, como si hubieran sido viejos amigos que siempre iban juntos a todas partes.
Odiaba que su cabeza la torturara de esa forma. El recuerdo de repetía una y otra vez, en un ciclo doloroso que a Kiran le costaba cada vez más solventar. No le había contado a nadie de sus extraños sueños ni de su evidente debilidad por ellos. Incluso Alfonse, su amigo más cercano, era ajeno a lo que le sucedía. No quería alterar a nadie con sus problemas, y con tantos conflictos de carácter externo como interno no era momento para añadir uno más a la lista. Como la líder natural de esa empresa, la Orden de Héroes, debía mantener su imagen para infundirle tranquilidad a sus aliados. Era un camino solitario que a Kiran jamás le resultó difícil de seguir, hasta que comprendió las decisiones que se vería obligada a tomar en situaciones críticas.
Había pasado bastante tiempo desde la muerte de Freyr. Tanto así que Plumeria, Triandra y hasta incluso Freyja (a quien evitaba especialmente por obvias razones) se unieron a las filas del ejército. Pero aún no era capaz de superarlo y pasar la página. Y es que, el hecho de ser la única persona de su reino que todavía no aparecía tras incontables invocaciones también le afectaba. No es que estuviera desesperada por verlo... Sólo quería una prueba acerca de si había corrido mejor suerte o no en otra línea temporal.
Lo peor era que, en el único momento donde podía darse un descanso y ser ella misma, sin tener que fingir frente a todos, Freyr entraba en escena, sonriéndole, mirándola, reconfortándola con palabras amables que le provocaban un llanto escandaloso.
Había considerado la idea de pedirle a Peony o a Mirabilis que le ayudaran a dormir plácidamente, pero ciertamente le avergonzaba admitir debilidad frente a ellas, y más aún si el causante de todo era su rey. Suspiró con agotamiento mientras sus ojos examinaban el techo de madera de su habitación. Se estiró en la cama mientras un profundo bostezo escapaba de sus labios.

яεαℓι∂α∂ σηιяιcα  (Freyr x Kiran)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora